En defensa del neoliberalismo
 

Estados Unidos en guerra

 

Adolfo Rivero


El 23 de febrero de este año publiqué una columna titulada `Estados Unidos en peligro'. Me refería en ella al estudio de la Comisión sobre la Seguridad Nacional en el Siglo XXI, (Ver estudio) donde se señalaba: ``Estados Unidos se volverá cada vez más vulnerable a ataques hostiles en su territorio, y el poderío militar norteamericano no podrá proteger a la nación'', y en el que se advertía que ``el trabajo de inteligencia de Estados Unidos enfrentará adversarios más peligrosos e inclusive una excelente inteligencia no podrá evitar todas las sorpresas''.

Desgraciadamente, el 11 de septiembre del 2001 esa probabilidad se convirtió en una trágica realidad. Tres aviones de pasajeros fueron secuestrados y lanzados contra las torres gemelas del Centro Mundial del Comercio en Nueva Yok y contra el edificio del Pentágono en Washington, D.C. Estados Unidos no está en peligro, está en guerra.

Los terroristas, por supuesto, se equivocan. Parten de una error fundamental: menosprecian la fuerza de la democracia. Interpretan como debilidad las rencillas partidarias, las discusiones constantes, la falta de unidad. No comprenden que el sistema funciona así, que es deliberadamente confrontacional. Es cierto que avanza a empujones, que las mejores iniciativas se estancan, que se calumnia a los mejores y que los más ruines consiguen publicidad nacional. La democracia, como dijeran Winston Churchill, es un desastre. Sólo que, como él mismo añadió, no se ha inventado nada mejor.

Estar sometido diariamente a una crítica tan minuciosa como acre obliga a una constante revisión de los argumentos. Y, por consiguiente, mantiene a los dirigentes políticos en excelente forma. Es una transferencia a la vida pública de las mismas leyes que, en la economía, gobiernan la libre competencia. Toda empresa capitalista también tiene que estarse reevaluando constantemente. La que no lo hace se arriesga a ser obliterada del mercado. Ahora bien, esta dura competencia produce una vida económica y política de una vigor y de una creatividad sin precedentes. Nuestros enemigos no lo comprenden. Y siempre les sorprende cuando un puño de hierro los aplasta.

Algunos ``liberales'' americanos dirán que la defensa de Israel ha provocado el resentimiento palestino. Que la política de Estados Unidos le busca enemigos. Son los que pretenden resolver viejos y profundos problemas con las recetas de un libro sobre Cómo hacer amigos e influir sobre las personas. Los que insisten en las virtudes de firmar elocuentes documentos, tan similares a las virtudes curativas del romerillo, popular remedio contra el cáncer, la vejez y la caída del cabello. Están equivocados. Si en algo ha errado la política de Bush no ha sido en apoyar a Israel contra el terrorismo palestino, sino en no apoyarlo con la suficiente energía. La equivalencia moral entre ambos no sólo es profundamente falsa, sino moralmente repugnante. Israel sólo responde a un terrorismo empeñado en borrarlo de la faz de la tierra. No hacerlo sería un suicidio nacional.

La humanidad siempre ha vivido en guerra, y mantener la paz es un ejercicio tan precario como difícil. ``Si quieres la paz'', como decían los romanos, ``prepárate para la guerra''. La diplomacia es indispensable, pero la única garantía real de la paz es la fuerza. Es muy fácil echarle la culpa a Bin Laden. Pero la red de los criminales internacionales es mucho más amplia. En primer lugar, sin duda, están los radicales islámicos, pero no son los únicos. Y todos cooperan entre sí. Hace apenas una semana terroristas irlandeses, cuyo jefe residía en Cuba, fueron descubiertos entrenando a las guerrillas colombianas. Tradicionalmente, La Habana ha sido refugio de la ETA y de los terroristas árabes.

Fidel Castro, por cierto, se apresuró a enviar un mensaje de pésame al presidente Bush pero la base de espionaje electrónico de Lourdes sigue funcionando y brindando información logística a los enemigos de Estados Unidos. No tendría nada de extraño que hubiera jugado algún siniestro papel en estos acontecimientos.

Aunque no se trata sólo de nuestra actitud ante los enemigos extranjeros. También es hora de observar con frialdad crítica a esa quintacolumna que labora incansable para desarmar a la nación. Desarmarla físicamente, como los que han estado desmantelando su aparato de inteligencia y sólo se interesan en las fuerzas armadas como laboratorios de experimentos sociales. Y desarmarla moralmente cultivando absurdos sentimientos de culpabilidad y echándole la culpa a Estados Unidos por cuanto problema hay en el mundo. ¿No pretendía CNN, en su famoso serial sobre la Guerra Fría, mostrar como equivalentes las matanzas estalinistas con las denuncias anticomunistas del senador McCarthy? Es hora de reflexionar sobre esta labor de zapa que se practica en tantos centros de estudio y medios de comunicación masiva, y que pretende dejarnos inermes ante el enemigo declarado. No lo conseguirán. Estados Unidos es fuerte. Son días de duelo para la nación. Pero los que se regocijan, festejan prematuramente.