Venezuela: El totalitarismo no es cosa de juego
Por: Diosmel Rodríguez Miami, Febrero, 2010
http://esmilibertad.blogspot.com/
¡Mientras haya en América una nación esclava,
la libertad de todas las demás corre peligro!
José Martí
La última movilización oficialista convocada por Hugo Chávez
en Venezuela, el pasado viernes 12 de febrero y su discurso
incendiario, demuestran que el totalitarismo no es cosa de
juego. No se puede subestimar su capacidad de manipulación y
sus tétricos mecanismos de compulsión social.
Y lo peor del caso, no se vislumbra una estrategia real y
efectiva que pueda contrarrestar este nefasto engendro
político. A hechos iguales reacciones iguales, pereciera ser
la máxima de este fenómeno político-social. El proceso
venezolano se desarrolla con tan igual similitud al cubano,
que pareciera justificar esta aseveración.
Sin embargo, de los fracasos, errores, desaciertos o
experiencias, del fenómeno cubano se pudiera sacar el
antídoto para esta triste realidad. Cuando los pueblos caen
en esos devaneos políticos, que los aleja del cauce lógico y
natural de un país, sucede frecuentemente, que necesitan de
un escarmiento para comprender, cuánto vale y se necesita la
libertad.
Nuestros pueblos deben hacer un recuento histórico del
pensamiento latinoamericano y buscar referente en aquellos
hombres de mentes anchas, como José Martí, que nos alertaron
de nuestros posibles males futuros y que también nos
recetaron remedios, que hoy urgentemente necesitamos.
El fenómeno político venezolano y sus ramificaciones son más
complejos, de los que muchos se imaginan. El desmonte de un
sistema totalitario, con las herramientas de la democracia,
tiene que ser una obra titánica, inteligente y
estratégicamente bien conceptualizada. Tiene que partir de
un análisis psicosocial del comportamiento de las masas y
del papel y procedimiento de sus líderes. No puede ser un
proceso empírico de reacción, sino de acciones proactivas,
que vinculen a las masas con sus propios intereses, donde la
insatisfacción social sea su principal componente.
Las denuncias son una fase importante de la lucha cívica no
violenta, siempre que convoquen a la acción contra el poder
que las provoca. Las denuncias pueden ser efectivas,
siempre que no se caiga en el papel de víctimas, porque las
víctimas inspiran lástima, pero respeto.
En un pueblo que su sistema de opresión se fundamenta en la
cultura del miedo, incurrir en los actos que se le temen o
resaltarlos es confirmar su miedo. Hay que evitar que la
población se apodere del síndrome de la indefensión
adquirida. Se debe movilizar su voluntad y su grandeza, para
que ese pueblo, sin demora, salga a buscar por todos los
medios su libertad.
La radicalización del proceso venezolano, que se aleja del
Programa del Socialismo del Siglo XXI, pudiera pensarse que
precipitaría la caída del Gobierno de Hugo Chávez, pero
otros procesos históricos, como el de Corea del Norte, no
nos permiten ser tan optimistas. La radicalización puede
poner en juego otros elementos del control totalitario, como
las confiscaciones, que aunque se contraponen a la libertad
empresarial y de propiedad, reciben cierta aprobación
popular: porque bajan los precios de los productos en los
mercados expropiados y por el egoísmo natural de los seres
humanos. Otro punto a favor de la radicalización - que los
adversarios -, unos se pliegan por las migajas que brinda
el poder y otros huyen: “enemigo que huye, puente de plata”.
La salida del país es un recurso válido, pero
estratégicamente no se justifica. Si los más capacitados y
de más recursos económicos abandonan el país, dejan a las
masas acéfalas e indefensas. Disfrutar de la libertad ajena
es cómodo y menos riesgoso, pero no se es realmente libre.
Mientras menos agonía haya para vivir en tierras extranjeras,
menor será el esfuerzo para conquistar la suya propia.
Si la política es el arte de gobernar y la democracia es la
regla de la gobernabilidad, todos los hombres de bien tienen
responsabilidad para que se cumpla la voluntad democrática.
No se puede aspirar a la democracia, si se comienza por
desconocer sus principales herramientas, las elecciones. Hay
que luchar por ellas y defenderlas, la razón les asiste y
son compatibles con los preceptos universales de la
democracia. Desconocerlas es aliarse a los intereses
totalitarios, que las anulan o manipulan para perpetuarse en
el poder.
Los venezolanos deben luchar a brazos partidos, para salvar
lo que le queda de democracia, los mecanismos de cambio:
elecciones presidenciales, parlamentarias y los revocatorios,
algo que les permite mantenerse dentro del juego democrático.
Por tanto, presionar y buscar la forma inteligente de con
ellos, controlar o regular el poder es una responsabilidad
de las fuerzas opositoras. Hay que evitar a toda costa, que
la oposición pierda la capacidad de formar gobierno, como ha
pasado en Cuba.
La lucha de hoy no es menos meritoria y arriesgada, que la
libraron nuestros héroes y mártires, actitudes que hoy gusta
mucho rememorar, pero que son muy difíciles de imitar. Sin
sus riesgos y entrega, muy pocos resultados podremos lograr,
frente a enemigos de igual calaña, pero con recursos
abundantes y métodos más sofisticados.
Los pobres, siempre terminan siendo las víctimas necesarias
de aquellos que fingiendo sus más frenéticos defensores,
los utilizan para tener en quienes alzarse. Los pobres son
mayorías, por eso para la política son tan importantes,
quien capitaliza sus necesidades, controla el poder.
Si no se logra revertir esa situación, donde los pobres vean
más peligro en las promesas incumplidas, que en su capacidad
para salir de la pobreza, siempre serán rehenes de los
buitres del poder. Bienaventurados los que pueden dar parte
de lo que le sobra, para conseguir la libertad de su pueblo.
No solo por patriotismo, sino para garantizar con la
libertad, no perder lo que se tiene.
Sin embargo, los pobres no son culpables, si en busca de su
salvación, por ignorancia o necesidad venden sus almas al
diablo. Culpables son los que con pleno conocimiento, se
convierten en talentos serviles. No hay justificación moral
para aquellos, que en busca de ancha y rica avena, se
pliegan a los tiranos.
Los intelectuales, académicos y profesionales tienen el
deber de poner en función del bienestar nacional sus
conocimientos y con ellos, discernir el bien del mal. Algo
que no es tan difícil, si se quiere rendir culto al
conocimiento humano.
Los procesos históricos tienen que llevarse a cabo bajo un
riguroso cuidado, de estudio y planificación. En un programa
que involucre a todos los intereses de la sociedad. Ese
programa debe ser defendido por un discurso coherente y
convincente, que trace directrices evidentes, para que el
pueblo sepa detrás de qué va, a dónde va y qué le depara el
futuro. Un discurso que se disemine como el evangelio de la
verdad, con interlocutores que lleguen a las masas como
pastores, con un proselitismo político honesto y
esclarecedor. No basta con la justeza o nobleza de una causa,
se necesita un plan para defenderla.
Las opiniones cuando no proponen, no fundan, se convierten
en tiempo y espacios inútiles. La descalificación de la
estrategia ajena refuerza las posiciones del contrario. Los
mediocres, nunca tienden a preocuparse por sus propias
estrategias, son unos abusadores del derecho a la libre
expresión.
Los pueblos necesitan de un discurso fresco y esperanzador,
que rompa con el pasado como referente y con mitos
ideológicos, como el cubano.
Si se logra involucrar a una parte sustancial de la
población, en una lucha tenaz por su reivindicación social,
la represión se satura. No hay tirano que aguante un pueblo
en pie. Los tiranos triunfan cuando los pueblos son
indiferentes.
No se puede aspirar que los violentos comprendan los
principios de la lucha política civilizada. Se necesita
además de la inteligencia, fuerzas para enfrentarlos,
contenerlos y neutralizarlos. Las turbas deben sentir que no
gozan de toda impunidad, que pueden haber consecuencias. No
se puede como filosofía de lucha, mostrarse ante el
adversario con una inocencia tal, que peque de ingenua.
De igual modo, los países no pueden ver con indiferencia el
fenómeno del desarrollo nuclear en Venezuela. Si Irán
culmina exitosamente la fabricación de una bomba atómica
convencional, podría servir de una especie de protectorado
para el programa venezolano. La correlación de fuerzas en el
mundo de hoy, encabezada por EEUU, le favorecería y no estoy
tan seguro que el Gobierno americano tome una drástica
medida. Aquí la contraparte cubana puede jugar un papel
significativo, Venezuela tiene el uranio necesario y Cuba el
personal calificado, los demás componentes son cosas de
tiempo. En los regímenes totalitarios ninguna actitud por
descabellada que parezca, puede considerarse exagerada.
Todo esto nos deja con un miedo tremendo, que debe tener
todo hombre honrado, salir de la vida, sin gozar de una
libertad plena. Y peor aún, no haber hecho lo suficiente
para dejar libres a los demás.