En defensa del neoliberalismo

Torturas y otros problemas

Ultimamente se ha estado hablando mucho de tortura. De que la CIA ha torturado, de que eso es inadmisible en los Estados Unidos y de que sólo una presidencia cruel e inhumana, como la de George W. Bush, pudo haberlo tolerado. Se ha llegado a plantear que los funcionarios que hayan incurrido en esas prácticas deben ser procesados y condenados. Me parece conveniente hacer algunas observaciones.

Obama hizo estas acusaciones contra Bush en medio de una campaña electoral. ¿Por qué no habría de hacerlo? Creo que eran falsas y así lo dije, pero era McCain el que tenía que demostrárselo al pueblo americano. No lo consiguió y perdió las elecciones. Ahora, sin embargo, me preocupa que muchos demócratas vayan a tomar en serio su propia demagogia electoral.

Muchos amigos que hablan de tortura no parecen saber de lo que están hablando. La tortura no está dirigida a presionar a nadie, sino a destruir su humanidad, su estructura de valores y reducirlo a un estado prácticamente animal. Torturar es sacar uñas o dientes (¿recuerdan Marathon Man de Dustin Hoffman?), quemar, descoyuntar o violar a la persona o a sus seres queridos. En EEUU las agencias gubernamentales ni han torturado ni torturan ni van a torturar nunca. Los interrogatorios duros son algo radicalmente distinto. De todos los utilizados por la CIA, el más extremo parece ser la asfixia simulada (waterboarding), que consiste en meterle la cabeza al detenido en el agua hasta que se sienta asfixiado, y luego sacarlo. Y repetirlo, hasta que se decida a cooperar. ¿Y éstas son las terribles torturas a las que se refieren los liberales americanos? Por favor. Creo que nunca recurriría a la tortura real pero, en las actuales condiciones, los interrogatorios duros son simplemente indispensables.

Estas discusiones significan muy poco en abstracto, hay que ponerlas en un contexto concreto. El 11 de septiembre del 2001 los yihadistas islámicos mataron a más de 3,000 americanos en nuestro propio territorio. Posteriormente amenazaron con otros ataques, inclusive atómicos, químicos o bacteriológicos. Sería demente no tomar en serio estas amenazas. No estamos tratando con simples asesinos seriales, sino con bárbaros que quieren matar a cientos de miles, si no a millones de hombres, mujeres y niños inocentes. Se trata de una guerra, y de una guerra donde nuestros enemigos no usan uniforme ni residen en un país concreto, sino que están dispersos por todo el mundo y probablemente vivan entre nosotros disfrazados de pacíficos ciudadanos.

Tradicionalmente, el gran disuasivo contra los actos de terrorismo ha sido el temor a perder la vida. Ahora sin embargo estamos tratando con terroristas suicidas. ¿Qué hacer en estas condiciones? ¿Cómo saber que no han conseguido introducir una bomba nuclear en una ciudad americana? ¿Debemos correr el riesgo de que cientos de miles de personas mueran incineradas con tal de no hacer sufrir a un terrorista? Cuidado. Nadie quiere a estos individuos en territorio americano, ni siquiera en cárceles federales.

Siempre me ha parecido extraña la obsesión demócrata con los derechos de los terroristas. Por favor. Ya están en el poder, ya tienen no sólo la presidencia, sino también el Congreso. La época de la demagogia pasó. Ahora son responsables de la seguridad nacional. El criticado gobierno de Bush mantuvo al país seguro durante siete años después del 11 de septiembre, cuando casi nadie lo creía posible. Pero ahora Obama ha nombrado a una secretaria de Defensa Territorial (Homeland Security) que dice que no debemos hablar de terrorismo, sino de ''desastres causados por el hombre'', y que la principal amenaza no viene de los terroristas islámicos, sino de los grupos de extrema derecha en EEUU. Esto es muy preocupante. Tanto, que me parece que todos --empezando por la ciudad de Miami-- debemos prepararnos, sin pánico pero muy deliberadamente, ante la posibilidad de un ataque terrorista. Miami no es Nueva York ni Washington D.C, pero es una ciudad de importancia estratégica, y muy odiada. Por una vez, me gustaría estar equivocado.

Los terroristas suicidas presentan un enorme desafío. Cualquier guerra registra ataques de enorme audacia, donde hay muchas posibilidades de morir. La gran mayoría, sin embargo, se producen en el calor de la batalla. La historia registra muy pocos casos de ataques deliberadamente suicidas. Los kamikazes japoneses en la II Guerra Mundial son un ejemplo. Los fascistas lograron influir tanto sobre el pueblo japonés, que miles de civiles preferían la muerte antes de una ocupación americana. En la batalla por la pequeña isla de Iwo Jima, que duró 35 días, hubo casi 28,000 bajas aliadas y casi 7,000 muertos norteamericanos (más bajas que en la invasión de Normandía). La toma de Okinawa, preliminar a la invasión del archipiélago japonés, costó la vida de 12,000 soldados americanos y del 25 por ciento de la población civil de la isla. En ambas batallas murió casi un tercio de la fuerza invasora americana. ¿Cuántas vidas de soldados americanos hubiera costado la conquista del archipiélago japonés? Fue esta situación concreta la que hizo que el presidente Harry Truman ordenara lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. No creo que haya sido un hombre despiadado, todo lo contrario. Lo mismo creo de Bush. Pero ambos confrontaron grandes problemas que exigían grandes remedios. Truman tuvo que enfrentar la Guerra de Corea y cuando abandonó la presidencia era profundamente impopular. Hoy, sin embargo, es considerado un formidable líder y, probablemente, un gran presidente.

Obama tiene un discurso distinto para cada audiencia. Acostumbra decir una cosa y hacer otra. Teniendo en cuenta lo que planteaba en la campaña, esto me parece positivo. Es mejor tener a un demagogo de presidente que a un fanático.

Mayo, 2009

 

 

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