La fórmula
infalible para convertirse de potencia económica en
república bananera
JOSE
BRECHNER
“Ninguna situación
es tan grave que no sea susceptible de empeorar"
-Federico II de
Prusia
Cuando Barack Obama empezó su gestión, Cristina Kirchner,
desconectada de la realidad como siempre y entusiasmada por
los cambios que prometió el flamante presidente progresista,
dijo arrogantemente: “parece que Obama leyó a Perón”.
No hay necesidad de
leerlo para destruir un país, aunque sin duda ayuda.
Cualquiera que conozca la historia argentina, comprende que
la mayoría de las desgracias sufridas por su pueblo son obra
del peronismo. Más no es el único culpable, su tradicional
contraparte, el radicalismo, que difiere más en la forma que
en el fondo, fue el iniciador del hundimiento económico
argentino.
¿Qué
sucedió en la Argentina para que de la opulencia pasara a
ser uno de los países más atrasados?
A
principios del Siglo XX, Argentina era una de las naciones
más ricas del mundo. Sólo Estados Unidos podía competir con
ella. Fue bendecida con una tierra fértil, ríos navegables y
un puerto marítimo accesible. Su nivel de industrialización
era superior al de muchos países europeos. Tenía trenes,
automóviles y teléfonos.
En 1916
un nuevo presidente fue elegido; Hipólito Irigoyen, que
fundó el Partido Radical bajo el eslogan “cambio
fundamental”. En su propuesta se encontraba el seguro
mandatorio de pensión, el seguro de salud, y el soporte a la
construcción de viviendas baratas para estimular la economía.
En palabras simples, el estado asumió obligaciones que no le
competen y tuvo que generar nuevos impuestos para cumplir
sus promesas.
Con el
aumento de fondos para cubrir sus gastos, los sueldos a los
empleados públicos fueron muy generosos y la maquinaria
estatal creció tanto que sobrepasó a los ingresos de los
impuestos. Rápidamente el estado se quedó sin dinero para
continuar su plan de subsidios.
Pero la
estocada de la muerte vino con la elección de Juan Domingo
Perón, de extracción fascista corporativista, que se
concentró en destruir a los ricos y fomentar el populismo
con las clases medias y bajas, creando masivos programas
sociales y formando monstruosos sindicatos.
Los
elevados impuestos y la retórica progresista perduraron
después de Perón y el gobierno siguió creciendo más allá de
todo límite.
En
1989 explotó la hiperinflación. Fase final de un proceso
caracterizado por el proteccionismo industrial,
redistribución de la riqueza basada en elevados impuestos y
mayor intervención estatal en la economía.
La práctica
gubernamental de imprimir dinero para pagar la deuda pública
destruyó la economía. La inflación llegó a 3.000 por ciento,
el país se hundió en el caos.
Para 1994
el fondo de pensiones había colapsado. Los impuestos a los
salarios aumentaron de 5% a 26%, pero no fue suficiente.
Implementaron el IVA, nuevos impuestos a los ingresos, y un
impuesto personal a la riqueza. Eso destruyó al sector
privado dañando aun más la economía.
Se ensayó
un intento gubernamental controlado de privatización para
salvar a los pensionados, pero para 2001 esos fondos fueron
consumidos por el gobierno y la Argentina entró en default
por no tener con qué cubrir los bonos del estado.
Para 2002
la irresponsabilidad fiscal llevó a una crisis similar a la
Gran Depresión norteamericana.
En 1902
Argentina era uno de los países más ricos del mundo. Cien
años después hace contorsiones para cubrir sus deudas en
medio de la sequía.
Es la
película de siempre. Es la ideología progresista que no ha
dado resultados positivos en ningún lugar jamás en la
historia, porque lo que toca el estado termina en bancarrota.
La
Argentina actual es una caricatura folclórica tercermundista.
Cristina no se atreve a viajar a China por no dejar el país
en manos de su vicepresidente de quien desconfía,
destruyendo oportunidades comerciales por más de 3.000
millones de dólares.
Quiere destituir
arbitrariamente al presidente del Banco Central que siendo
juicioso y responsable, no le permite que use las reservas
del Tesoro para pagar deudas.
El gobierno en vez de
hacer un cambio estructural y girar hacia el centro, que es
lo único que puede salvar a la Argentina, sigue empecinado
con su vetusto y pernicioso peronismo, hoy enarbolando la
bandera de la ultra izquierda, haciendo que el país caiga
vertiginosamente por el precipicio.
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