En defensa del neoliberalismo

Una oportunidad malgastada

Adolfo Rivero Caro

Hoy viernes, Uribe se está reuniendo con Chávez. Es un trago amargo para el venezolano, que aspiraba a una guerra con Colombia. Ingrid Betancourt debe de creer que es una reconciliación, como en las novelas románticas. Algunos colombianos están disgustados porque se fuera inmediatamente para Francia. No sé por qué. Es natural que lo haya hecho. Ingrid es francesa (además de colombiana), sus hijos son franceses y París es encantador. Seguramente se merece estas vacaciones. Y, por otra parte, no creo que su presencia ayude mucho en Colombia.

Para Ingrid, la tarea fundamental en Colombia es la liberación de los rehenes. Es un grave error. La liberación de los rehenes es una importante tarea humanitaria, pero el objetivo fundamental de la lucha en Colombia es la derrota de las FARC. La liberación de Ingrid y de los demás rehenes fue el resultado de una exitosa operación militar. Es cierto que Francia, Suiza y España --además de Nigeria, Bangla Desh y las Islas Fiji, entre muchos otros-- llevaban largos años han tratado de establecer un diálogo con las FARC y conseguir un acuerdo negociado con los terroristas. Pero ¿cuál fue el resultado de sus esfuerzos? La realidad es que nada.

Las FARC no son un gobierno que pueda sentirse afectado por la presión internacional. Son una organización terrorista que, por definición, ha renunciado a todo tipo de acuerdo negociado. Secuestran civiles inocentes, con la pretensión de cambiarlos, entre otras cosas, por terroristas presos. Esto es inadmisible. Significaría el éxito de los secuestros y, por consiguiente, la multiplicación de los mismos. Todavía más grave, implicaría la rendición del estado de derecho y el preludio de la toma del poder por las FARC. Es por esto, precisamente, que muchos presuntos ''humanitarios'' insisten en la necesidad de ''negociaciones''. Es una trampa. El único camino realista para la liberación de los rehenes es la total derrota militar de las FARC.

Ingrid dice que si bien la extraordinaria operación militar colombiana del pasado día 2 ''nos hace sentir que lo podemos todo'', precisamente en esta victoria ''tenemos que tener la humildad de aceptar que necesitamos ayuda para completar el proceso y obtener la liberación de los demás rehenes''. El gobierno de Uribe la ha tenido. En un artículo titulado Pax romana y publicado en Granma, Fidel Castro lo explica indignado:

``Los satélites espías estadounidenses ayudaron a ubicar a los rehenes durante un período de un mes que comenzó el 31 de mayo y concluyó con el rescate del miércoles.

``Los colombianos instalaron equipos de vigilancia de video, proporcionados por Estados Unidos, que pueden hacer acercamientos y tomas panorámicas operadas a control remoto a lo largo de ríos que son la única ruta de transporte a través de densas zonas selváticas, indicaron autoridades colombianas y estadounidenses.

``Aviones norteamericanos de reconocimiento interceptaron conversaciones por radio y teléfono satelital de los rebeldes y emplearon imágenes que pueden penetrar el follaje de la selva.''

¡Cómo le duele esto al padre del terrorismo en América Latina! Y no es por gusto. Esa es, precisamente, la ayuda que necesita Colombia: apoyo logístico al ejército colombiano y apoyo político, denunciando y aislando internacionalmente a las FARC. Pero a Ingrid, por supuesto, no se le ocurriría nunca agradecerle algo a Estados Unidos. Y, por otra parte, esa no es la ayuda en la que está pensando.

Todo lo contrario, ella insiste en una política no sólo fallida, sino totalmente contraproducente. Elogia profusamente a Hugo Chávez, proclama estar dispuesta a mediar entre éste y Uribe para ''restablecer la amistad y la confianza'' entre ambos y tratar de resolver el problema de los rehenes. Sueña, dice, con que los dos ''se vuelvan a abrazar''. Es decir, que pretende restablecer el malogrado protagonismo del hombre que, hace pocos meses, defendía ardientemente a las FARC y quería legitimarlas ante la comunidad internacional. Y no sólo eso. Insiste en agradecer los ''esfuerzos'' de otros solapados simpatizantes de las FARC como Correa, por ejemplo, que las ha ayudado abiertamente y que, inclusive, ha roto relaciones con el gobierno de Uribe porque éste consiguió liquidar a un líder terrorista tan importante como Raúl Reyes.

Increíblemente, el plan de Ingrid Betancourt es agradecer y ayudar a gobiernos simpatizantes de las FARC porque, supuestamente, hace falta su ayuda para liberar a los rehenes. Estamos ante una peregrina operación de salvamento político de los enemigos de Uribe, a nombre de una política fracasada y absurda. Es patético. No lo hace deliberadamente, por supuesto. Lo hace por supina ignorancia política y por sus viejos prejuicios izquierdistas. Es una pena.

Ingrid critica a Uribe diciendo que utiliza el lenguaje del odio, pero no se puede hacer la guerra usando el lenguaje del amor. Fueron las FARC las que impusieron la guerra en Colombia. No la han hecho por error o por un disgusto personal con algunos gobernantes, como ella parece pensar. La han hecho porque eso es lo que se deduce de su ideología, el marxismo-leninismo, la teoría de la lucha de clases y el imperialismo. Esa ideología a la que Ingrid Betancourt le concede tan poca importancia. Haría bien en leer Granma, observar que Fidel Castro afirmó, hace sólo unos días, que las FARC no deberían de renunciar a la lucha armada y recordar que Chávez, Correa y compañía son grandes admiradores del líder cubano.

Ingrid Betancourt está malgastando una brillante oportunidad para desenmascarar a los amigos y colaboradores de las FARC y acelerar de esa forma la definitiva derrota de los terroristas. ¿Y esa es la mujer que aspira a la presidencia de Colombia? Ojalá se quede en París durante mucho tiempo.

Julio, 2008

 

 

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