En defensa del neoliberalismo

 

¡Viva México!

 

Adolfo Rivero


Cuba siempre ha tenido una relación particularmente estrecha con México. Creo que no hay que demostrarlo, me parece evidente. Sin embargo, esa misma tradición, un anti-americanismo tan visceral como trasnochado y la natural afinidad entre dictaduras ha hecho que, desde hace más de 40 años, México haya sido el gran protector de Fidel Castro en América Latina. Un fenómeno no muy diferente al que hemos confrontado con España.

En vez de mirar a Miami como "el pueblo cubano en el exilio", en la frase del ingeniero Roberto Weill, se ha visto a Miami a través del prisma de un anti-americanismo cuya raigambre marxista no se ha querido reconocer. (El libro a leer es Antiamericanism de Paul Hollander.) Según este esquema, los cubanos no han sido los imperfectos defensores de la libertad y la democracia sino los "lacayos del imperialismo yanqui". Esto sólo refleja lo profundamente que han calado los esquemas de la izquierda en la cultura popular.

Y esto debería de ser obvio porque, aunque ciertamente las primeras olas de inmigrantes fueron de las clases altas y medias (la "burguesía"" y "pequeña burguesía," esos conceptos culturalmente inanes), desde hace decenios han estado llegando a Miami cientos de miles de antiguos simpatizantes de la revolución, incluyendo a un buen número de inmigrantes que eran comunistas antes de la llegada al poder de Fidel Castro. En realidad, nada extraordinario porque, como se dice en Estados Unidos, "a conservative is a liberal who has been mugged."

La realidad es que la gran mayoría de la intelectualidad latinoamericana se comporta en la práctica como un lacayo intelectual de los medios académicos de Estados Unidos, controlados desde hace muchos años, por los izquierdistas de los años 60. Los intelectuales de América Latina (con excepción de los economistas) siguen pensando el hemisferio con el ligero anacronismo de unos 50 años. Toda la vociferación contra el neoliberalismo sólo reproduce el pensamiento de los profesores norteamericanos anticapitalistas. Nuestros intelectuales no han tomado consciencia de que la realidad contradice la tesis marxista sobre las relaciones entre la base económica y la superestructura. El que se crea que en Estados Unidos la "superestructura" actúa en función de la defensa de los intereses del Gran Capital seguramente también creerá en el poder sobrenatural del cuarzo, la presencia de extraterrestres entre nosotros y las extraordinarias virtudes curativas del romerillo.

Sin embargo, pese a la influencia negativa de tantos intelectuales, América Latina sigue su lento avance hacia la modernidad. De la Rúa, Lagos, Cardoso, Zedillo y los gobernantes ecuatorianos están librando la misma batalla y por las mismas razones: no hay alternativas. El populismo socialdemócrata es una estafa. Clinton, Tony Blair y Schroeder están en el poder porque renunciaron a las plataformas tradicionales de sus partidos, de inspiración marxista. Y la gente los elige porque sabe que, si no saben crear riquezas, al menos les encanta repartirla. Es una reacción natural aunque no muy acertada.

En Estados Unidos, Clinton tuvo que adoptar la plataforma republicana. La realidad es que el impetuoso desarrollo económico del país empezó con el drástico viraje de Ronald Reagan hacia el neoliberalismo. Viraje anticipado y apoyado por Margaret Thatcher y que luego se extendió por América Latina, con Chile como vanguardia. Y este proceso de liberación económica y consiguiente prosperidad no se ha detenido hasta el día de hoy. Porque ¿desde cuanto el presupuesto equilibrado, clave de la expansión, figuró nunca en el programa del Partido Demócrata? ¿Acaso Clinton no lo vetó en dos ocasiones consecutivas? ¿Y quién fue el iniciador del Tratado de Libre Comercio sino George Bush?

En Estados Unidos, en América Latina y en todas partes, los obreros de las empresas estatales siguen haciendo coléricas manifestaciones contra las privatizaciones Es lógico. Van a perder su inamovilidad, sus altos salarios y todos sus otros privilegios. Privilegios, por supuesto, que tienen que pagar otros trabajadores. Y que no le dejan encontrar trabajo a los desempleados. Porque es lógico que la contratación disminuya cuando se encarece la mano de obra. ¿Acaso no tienen que proceder así todos los pequeños empresarios? Y hay que recordar que, en el mundo entero, la mayoría de las empresas capitalistas son las pequeñas empresas. Esas son las que contratan a la inmensa mayoría de todos los trabajadores, no la Exxon ni ITT.

Es por eso que el triunfo de un partido que no tiene miedo a proclamar su neoliberalismo y que viene a romper el monopolio del poder y del control económico estatal, es una gran noticia. Se abre la posibilidad del surgimiento de una Nueva Derecha, defensora de la libertad, del estado de derecho que la garantice y de un verdadero capitalismo, realmente estimulante y competitivo. (El libro a leer es The Capitalist Revolution in Latin America de Paul Craig Roberts) La democracia para los mexicanos (y para todos) está indisolublemente vinculada a la libre empresa. Son las reglas del juego del capitalismo, severas, sin duda, pero enormemente productivas. Es el único camino. No es repartiendo la miseria sino creando riquezas como América Latina va a salir del subdesarrollo. Y como vamos a tener recursos para atender a los que realmente necesiten de la asistencia social - un deber moral elemental.

Hay que reconocer que los últimos gobernantes del PRI habían ido propiciando la transición de México hacia la modernidad. Un reconocimiento especial merece el presidente Ernesto Zedillo, que se ha ganado un lugar en la historia.

Nos alegramos infinitamente por nuestros hermanos mexicanos, y esperamos que el nuevo gobierno sepa enfocar mejor la realidad cubana, y realmente solidarizarse con su pueblo, y no con sus opresores. !Viva México!