Aniversario de la masacre cometida contra los presos políticos
en las tapiadas de Boniato
Carlos M. Calvo
El 1ro de septiembre de 1975 un grupo de presos políticos
encerrados en la terrible cárcel de máxima seguridad de Boniato,
en la región oriental de Cuba, fuimos salvajemente agredidos por
las fuerzas represivas del régimen castro comunista. Y esto solo
por pedir asistencia médica para un recluso.
Todo comenzó el 31 de agosto. Llevábamos 5 años en celdas de
castigo, semidesnudos, sin ver la luz del sol, sin asistencia
médica, sin correspondencia. Como único alimento nos daban un
poco de harina de maíz sancochada en el almuerzo y un plato de
macarrones blancos en la comida. Todo ese tiempo lo habíamos
pasado en ropa interior, casi desnudos, en protesta por el mal
trato que nos daban.
Nuestra situación no podía ser peor. De pronto oímos a un
hermano nuestro gritando desesperado para que lo llevaran a la
enfermería pues tenia un dolor de muela terrible y la boca
podrida, llena de humor. Pero los guardias, lejos de brindarle
asistencia médica se burlaban del preso insultándolo y
gritándole que se pudriera. Entonces el recluso comenzó a
golpear la plancha de hierro que servía la puerta para que
vinieran a curarlo. Al ver que no venia nadie los demás presos
comenzamos a gritar también pidiendo hablar con el oficial de
turno. Al fin, al cabo de 2 horas se apareció el Jefe de Orden
Interior, conocido por Omar, pero solo para decirle que no lo
sacarían al dentista hasta por la mañana.
Paso el resto de la noche y a las 9 de la mañana vinieron los
guardias pero, en vez de llevarse al recluso al médico abrieron
las puertas de nuestras celdas y nos dijeron que saliéramos que
nos iban a dar 2 horas de patio. Aquello nos sorprendió y,
conociendo sus métodos, pensamos que aquello era una trampa por
lo que salimos, era obligado, pero entonces nos sentamos en el
suelo esperando a ver lo que sucedía. No pasaron 20 minutos
cuando nos mandaron a entrar. Entramos pero no sin insistir con
los guardias que sacaran el recluso al dentista. Entonces en
forma chantajista y prepotente, el Jefe de Orden Interior dijo
que si el preso quería asistencia médica tenía que vestirse.
Este le contestó que en el hospital se podía estar en pijama
por lo que si le traían uno se resolvía el asunto. El oficial le
dijo que no, y viro la espalda. El preso volvió a golpear la
puerta pidiendo ayuda y el resto de los presos comenzamos
también a gritar y a hacer bulla para que lo atendieran.
No pasaron 5 minutos cuando un batallón de esbirros entro al
edificio provistos de palos, cabillas y armas de fuego
disparando y dando golpes a diestra y siniestra. Aquello fue una
verdadera masacre. Más de 37 reclusos heridos de balas mientras
que uno murió. Se llamaba Gerardo González a quien le
decíamos “El hermano de la Fe” por sus creencias religiosas y
su amor al prójimo. Tan profundas eran sus convicciones
religiosas que mientras le disparaban gritaba: “perdónalos, Dios
mío, que no saben lo que hacen”. Hubo también dos heridos de
gravedad: Enrique Díaz Correa y Evelio Hernández.
Pero la situación no quedo ahí. Nos trasladaron para el edificio
donde estaban los delincuentes comunes sin tratar las heridas
que nos habían ocasionado, pues para ello, seguían diciendo,
teníamos que vestirnos. Yo mismo tenía una herida de bala en
una pierna cuyo orificio de salida se había infectado
produciéndome un dolor terrible. Pero contrario a lo que
esperaban, los comunes, lejos de hacernos la vida imposible como
pensaban los carceleros, nos respetaron, nos admiraron y, lo
peor para las autoridades del penal, nos proporcionaron de sus
alimentos, de sus ropas y hasta nos curaron las heridas como
pudieron. Pero ahi tampoco duramos mucho. Al entrar los
carceleros en el pabellón y ver lo bien que nos trataban los
comunes nos sacaron nuevamente de ese lugar y nos devolvieron
para las celdas tapiadas donde estábamos anteriormente.
En esa situación infrahumana nos tuvieron 7 años y 7 meses. Esto
es un gran mentis a la propaganda de los Castro de que en Cuba
no se tortura a los presos.
Carlos M. Calvo, 15 años en las cárceles políticas cubanas.