Carta pública a un general sin guerras
General Raúl Castro:
A Usted debiera profesarle doble respeto: como general y como
estadista; pero si lo trato de Usted es por consecuencia a la
mínima educación recibida durante mi vida, porque para mí Usted
no es ni general ni estadista.
De creerle a la historia extraoficial, en la guerra que Usted
libró en el II Frente Oriental, antes de 1959, solo tuvo como
oponentes a campesinos inermes.
Luego de su arribo al poder perpetuo, Usted, rodeado de su
oficinesco generalato, se ha dedicado a guerrear contra las
manifestaciones de descontento popular, contra la inextinguible
obsesión migratoria del pueblo cubano, -en especial del “hombre
nuevo”- contra los valores culturales y antropológicos de la
nación cubana, -bajo el espurio argumento de ser “reminiscencias
burguesas”- y contra la otrora sólida economía nacional.
Después de auto elegirse “presidente” de Cuba, sus esfuerzos
castrenses se han reorientado hacia otros escenarios. Las Damas
de Blanco han caído, de manera permanente, en su insensible
colimador. También la blogósfera contestataria ha conocido del
accionar de sus matones.
Aunque de manera compartida, Usted lleva más de medio siglo en
el poder. ¿Cuántos años más necesita permanecer al frente de un
pueblo que lo detesta para sentirse satisfecho?
Comprendo que quizás esté esperando a que se produzca una
verdadera guerra para probar su valor, porque hasta el presente
sus huestes solo han lidiado contra femeniles brazos, armados
con gladíolos. Usted ha ordenado a sus hordas de malhechores
agredir a mujeres indefensas, y esto solo es obra de ruines y
cobardes.
Durante más de medio siglo, Usted y su hermano han blandido el
látigo para imponer el miedo. Con estos medios nos han doblegado.
Pero los tiempos han cambiado, y ya el pueblo se está cansando
de vivir en el miedo y la mentira. Solo Ustedes, en su infinita
soberbia, se muestran incapaces de percibirlo.
Si me fuera dable proporcionales un consejo, solo les diría:
llenen sus valijas con los ensangrentados dólares impunemente
robados al pueblo cubano y denles uso a los aviones de la
escapada. Todavía están a tiempo. No deben olvidar a Ceaucescu.
Después de expresar libremente mi opinión, ni su ira ni mi
destino personal importan. Impávido esperaré a sus esbirros. O a
sus sicarios.
Si después de la heroica inmolación de Zapata tuviera Usted
miedo a derramar mi sangre, le advierto que tampoco me arredran
sus serviles togados, siempre dispuestos a enterrar vivos a
quienes se atrevan a levantar sus voces entre tanto acatamiento.
Su sádica y tenebrosa policía política conoce muy bien mi
identidad y localización, pero le adjunto mis datos para
facilitarle la ejecución de su probable venganza:
José Alberto Álvarez Bravo
Calle J # 104, 1er piso, apto. 10
e/ Calzada y 9, Vedado,
Ciudad Habana
POR FAVOR, DIVULGENLA A TODOS LOS QUE CONOZCAN...
VIVA CUBA LIBRE!!!!