En defensa del neoliberalismo

Genocidio en Irán

Adolfo Rivero Caro

En los últimos días, el mundo entero ha presenciado horrorizado como la teocracia iraní masacraba a los jóvenes que protestaban en las calles. El video de Neda Soltan, la joven muerta de un disparo en el pecho por un francotirador del régimen (puede verse enYouTube) ha conmovido al mundo. Neda se ha convertido en un símbolo planetario, subrayando la conmovedora realidad de que han sido las mujeres iraníes las que han encabezado las protestas. Esta enorme tragedia ha sido cubierta de manera lamentablemente débil por nuestros medios de comunicación. Cualquier banalidad ha parecido más importante que este genocidio.

¿Qué significa esta insurrección popular? ¿Qué está sucediendo en este país? Empecemos diciendo que en Irán la mayor parte de la actividad económica está controlada por el Estado. Y, como sabemos, las empresas estatales se caracterizan por su ineficiencia. No es de extrañar que la escasez y la corrupción estén generalizadas. Pese a que la mayor parte de los ingresos del país provienen del petróleo y de que los precios del crudo han estado excepcionalmente altos, el desempleo supera el 12 por ciento y el año pasado la inflación estaba en el 28 por ciento. Más del 70 por ciento de la población tiene menos de 30 años. Es natural que esa juventud quiera desarrollo económico y no desarrollo de programas de armas nucleares. Al manifestarse masivamente contra el fraude de las elecciones, el pueblo también se ha estado manifestando contra el sistema.

Curiosamente, el presidente Obama, siempre entusiasta a la hora de criticar a Estados Unidos, siempre es tibio a la hora de criticar a nuestros enemigos. Su gobierno, por cierto, está liquidando los programas de ayuda a los movimientos pro-democracia dentro de Irán. Estos programas empezaron en el 2004, cuando el Congreso separó $1.5 millones del presupuesto del Departamento de Estado para ''... las organizaciones humanitarias, educacionales y no gubernamentales dentro de Irán que apoyen la promoción de la democracia y los derechos humanos''. Dos años después, la secretaria de Estado Condoleezza Rice solicitó $75 millones para esos programas. En definitiva, el Congreso aprobó $66.1 millones. Sin embargo, en su solicitud de presupuesto para las operaciones de servicio exterior del 2010, el gobierno de Obama, ansioso por no molestar a los ayatolas, ha eliminado todas las asignaciones para esos programas. Es importante que se sepa.

Muchos se preguntan, ¿por qué hemos visto esas grandes manifestaciones de oposición en Teherán y nunca las hemos visto en La Habana? No es ningún misterio. La teocracia iraní ha permitido un margen mucho mayor de democracia que la dictadura cubana. Aunque sea dentro del sistema, hay varios partidos y se ha podido manifestar en la calle. ¿Por qué lo han hecho? Creo que la teocracia ha tenido mucho más confianza en la fuerza de sus ideas que la dictadura comunista ha tenido en las suyas. Esto ha tenido poco que ver con las ideas mismas y mucho con el papel histórico que les ha tocado jugar.

La arrolladora expansión imperialista de las grandes potencias occidentales en el siglo XIX y principios del XX estuvo ideológicamente apoyada por el afán catequizador del cristianismo. Ese afán, aunque sincero, estaba indisolublemente vinculado con el imperialismo extranjero. Seguir siendo musulmán bajo gobiernos opresores ostensiblemente cristianos era una forma de resistencia. Jugar ese papel de defensora de los valores tradicionales y de la identidad nacional frente al imperialismo extranjero le dio un enorme prestigio e influencia a la religión islámica.

El sha Reza Pahlevi era el campeón de la modernización de Irán. Sus preocupaciones fundamentales eran mantener su poder y modernizar Irán. En su afán por modernizar el país chocó con la oposición de grandes masas influidas por las reaccionarias ideas del integrismo musulmán. Y, en su afán por mantenerse en el poder, no vaciló en recurrir a una brutal represión. De esa forma, en Irán, la modernización (la liberación de las mujeres entre otras cosas) se vinculó con la represión y el fundamentalismo islámico, de manera trágicamente irónica, fue percibido como un movimiento de liberación. Duramente presionado por el desastrosamente inepto de Jimmy Carter, su gobierno cayó en febrero de 1979 poniendo en el poder a la teocracia iraní. Ahora, finalmente, las jóvenes generaciones están luchando por liberarse de la opresión de los ayatolas.

 Ante el espectáculo de estos sangrientos enfrentamientos, uno se pregunta ¿cómo se puede luchar contra estas dictaduras que tienen el control de la fuerza? En este sentido, me parecen muy interesantes algunas ideas que están llegando de Cuba sobre lo que se ha dado en llamar la ingobernabilidad democrática.

La ingobernabilidad democrática empieza planteando un cambio de actitud: hay que superar el temor a la dictadura. No es imposible. Las principales amenazas que ésta esgrime contra la población son la pena de muerte y la cárcel. En Estados Unidos existe la pena de muerte pero es, sin duda, muy impopular en Europa y gran parte del mundo. La izquierda americana la critica mucho. Por consiguiente, la oposición cubana debería ser una gran luchadora contra la pena de muerte. No lo ha sido y creo que merece la pena reflexionar sobre el problema.

Y esto nos lleva al tema de la cárcel. No hay que convertirla en un espantajo. No es nada probable que los que estén protestando por problemas locales: la falta de agua, los apagones o la escasez de alimentos vayan a ser condenados a 20 años. ¿Por qué no se organizan más protestas en torno a estos problemas? Los iraníes han estado protestando sobre un problema concreto: las elecciones. ¿Es que nosotros no tenemos problemas concretos sobre los que protestar?

Seguiremos discutiendo sobre la ingobernabilidad democrática en próximas columnas.

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Junio, 2009

 

 

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