Obama señala el
regreso al futuro del Partido Republicano
El presidente
ha vuelto a convertir los impuestos y el gasto en los asuntos más
importantes
Karl Rove
Algo poderoso se agita en la tierra, y podría no ser nada bueno para
el presidente Barack Obama, su programa o el Partido Demócrata. El
martes por la noche Obama dijo que su presupuesto traslada a Estados
Unidos desde "una era de préstamos y gastos" a otra de "ahorro e
inversión". Pero la gente se está dando cuenta que ello añadiría
$9.3 billones a la deuda nacional, lo que la duplicaría en seis años
y casi la triplicaría en diez, según la Oficina de Presupuestos del
Congreso (CBO, sus siglas en inglés). ¿Cómo es posible considerar
esto "ahorro e inversión"?
En su discurso inaugural, Obama nos dijo: "Los trasnochados
argumentos políticos que nos han afectado durante tanto tiempo
caducaron". El presidente desea abordar cuestiones nuevas en lo
tocante a educación, atención médica y trabajos ecológicos, a las
cuales se refirió una y otra vez en su conferencia de prensa del
martes.
No obstante, no parece que sea el momento de políticas nuevas y
nuevas preocupaciones. Muchos norteamericanos están ansiosos -y en
algunos casos furiosos-debido a un conjunto de cuestiones muy
viejas: los déficits, los impuestos y la deuda nacional. El radical
presupuesto de Obama, la chapucera forma de operar de su gobierno, y
acontecimientos como los bonos de la AIG han revivido la animosidad
contra el tamaño y el costo del gobierno.
Está creciendo la oposición, incluso entre los demócratas del
Congreso, a nuevos rescates, mayores gastos, impuestos más elevados
y gigantescos déficits.
El pasado año fiscal, el déficit fue de $459,000 millones. El de
este año ascendía a $569,000 millones cuando Obama llegó a la
presidencia. Según sus propuestas, este año el déficit va a aumentar
en otros $1,276 billones, para un total de $1,845 billones.
La CBO dice que los déficits disminuirán durante tres años hasta
$658,000 millones, lo que aún constituye cerca de un 50% más que
cualquier déficit anterior. Posteriormente, los déficits volverán a
aumentar cada año, hasta alcanzar otra vez la marca del billón de
dólares anuales en nueve años. En el 2019, la deuda equivaldrá a un
82.4% del producto interno bruto (PIB), un nivel nunca visto desde
1947. Con un candor asombroso, incluso Peter Orszag, el director del
presupuesto del presidente admitió que estos niveles de déficits y
deuda son "insostenibles".
Bajo el gobierno de Obama, el gasto federal alcanzará este año los
$4 billones. Esto se traducirá en un 28.5% del PIB, un porcentaje
que sólo se sobrepasó en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial.
Según los planes del presidente, el gasto será más lento durante los
tres años siguientes, pasados los cuales crecerá con mayor rapidez
que la economía durante los siete años siguientes y más allá de
ellos. El gasto crecerá en $3.1 billones desde el 2009 hasta el
2019, cifra que incluye $911,000 millones para hacer frente a las
leyes firmadas durante los primeros dos meses del gobierno, entre
ellas la ley de estímulo y la expansión del Programa estatal de
seguro de salud para los niños (pero no incluye los intereses sobre
una deuda que se multiplica como los hongos). Barack Obama está
violando todos los principios de su promesa de "gastar sabiamente,
reformar los malos hábitos y hacer nuestro trabajo de manera
transparente".
A los estadounidenses también les preocupan los planes de Obama de
obtener $1.9 billones más en impuestos. Estos aumentos fiscales no
sólo afectarán a los "ricos", como suele afirmar. Su impuesto a las
emisiones de carbono por encima de ciertos límites (cap-and-trade)
afectará a todos los consumidores de energía, es decir, a todos los
norteamericanos. Los impuestos al 5% de los mayores contribuyentes
se traducirán en pérdidas de empleos y salarios en las empresas
pequeñas y en menores donaciones de beneficencia. El gobierno alega
que para reducir el déficit hacen falta mayores impuesstos. Pero el
gasto en que incurre es un 50% mayor que sus aumentos fiscales.
Nada ha podido disuadir al gobierno de implementar su pasmoso
programa de gastos. El martes por la noche Obama obvió todas las
preocupaciones. Se está aprovechando sin ningún pudor de la crisis
económica para la expansión masiva y permanente del gobierno
mediante préstamos e impuestos que alcanzan cifras nunca vistas.
Esto podría significar que su meta es hacer que los impuestos
aumenten hasta niveles europeos, lo que transformaría a Estados
Unidos en una democracia social al estilo europeo.
La dinámica que Obama ha puesto en movimiento podría estimular la
aparición de fuertes competidores del presidente en el 2012 que
adopten una postura fuerte, de principios, contra los déficits,
deudas e impuestos que hayan alcanzado cifras récord. Esto podría
fortalecer también las oportunidades de los republicanos en las
elecciones del próximo año.
Por ejemplo, a los demócratas debería inquietarlos una nueva
encuesta de la Radio Pública Nacional que muestra que los
republicanos están empatados o marchan al frente en las disputas de
escaños en el Congreso. Y aunque las elecciones de mitad de período
están a 20 meses de distancia, los aspirantes a gobernadores en
Virginia (el procurador general Bob McDonnel) y Nueva Jersey (el ex
procurador federal Chris Christie) marchan al frente en dos estados
en los que Obama ganó el año pasado y votan este otoño.
La conferencia de prensa del martes mostró a un presidente de
expresión fácil y seguro de sí mismo, y que parece pensar que la
repetición de un argumento falso lo convierte en verdadero. El
hombre que prometió poner fin a la práctica de "señalar con el dedo"
ha desarrollado el hábito de culpar a todos los que lo precedieron.
Valiéndose del lenguaje de la responsabilidad fiscal, se ha
convertido en el artífice de los déficits que acabarán con la
prosperidad y llevarán el gasto a la bancarrota. Obama ha puesto en
el centro un conjunto de cuestiones -el gasto y los impuestos-que
llevaron al poder a los republicanos en el pasado, y que pudiera
volver a ocurrir. Tal parece que estamos regresando al futuro.
Karl Rove trabajó como consejero y jefe del estado mayor en el
gobierno de George W. Bush
Tomado del Opinión Journal del WSJ
Marzo,
2009 |
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