En defensa del neoliberalismo
 

Una pregunta al presidente Fox

 

Adolfo Rivero Caro

Soy uno de los muchos cubanos que recibió con júbilo el triunfo del PAN y de Vicente Fox. Era obvio que la larga dictadura del PRI representaba un lastre para el desarrollo de México. También llevaba conmigo, por supuesto, el resentimiento por los más de 40 años de solidaridad del PRI con Fidel Castro. Tratar con benevolencia al dictador cubano encajaba bien en la retórica antinorteamericana del PRI. Castro, por su parte, había reciprocado con su habitual falta de principios: los movimientos de oposición mexicanos no contarían nunca con el apoyo cubano. Hasta la matanza de Tlatelolco de 1968 fue simplemente ignorada por La Habana. ¿Qué son unos cuantos cientos de muertos entre dos amigos? Castro, que desprecia esos efímeros gobiernos democráticos del resto de América, respetaba a México. Allí había, sin duda, una dictadura seria.

Ciertamente que la actitud de Ernesto Zedillo en la cumbre iberoamericana de La Habana representó una nueva posición moral. Con todo, hacía falta un cambio más profundo. Castro tenía literalmente miles de contactos anudados en México durante cuarenta años. México, por su parte, necesitaba un partido abiertamente favorable a la empresa privada, decidido a colaborar con Estados Unidos, profundamente comprometido con la democracia y el imperio de la ley. Fox podría ser el inicio de una reorientación política de todo el continente y un nuevo modelo a los fatigados partidos de derecha de América Latina.

Luego vino la noticia de su selección de Jorge Castañeda como ministro de Relaciones Exteriores. ¿Era este teórico de la nueva izquierda la selección idónea para ayudar a insertar a México en el mundo moderno? Hubo quienes vieron en esta designación una hábil maniobra política. Quizás. Luego vinieron otras astucias, como la invitación al subcomandante Marcos para una reunión con Fox. Castañeda hubiera podido explicarle al presidente mexicano que Marcos no aspiraba a ninguna reforma porque éstas simplemente lo llevarían al retiro. Lo que quiere es una revolución y el poder total. En el fondo, el problema de los indígenas le preocupa tanto como la crisis del cacahuete en Sierra Leona. Quizás menos.

De aquí que Marcos invirtiera las prioridades de Fox. Convirtió el viaje a la reunión, que era lo secundario, en su objetivo fundamental. Y la reunión misma, que era lo fundamental para el presidente mexicano, en lo secundario. Y ahora el ridículo embozado de Chiapas está haciendo un triunfal recorrido por México dedicado a atacar con ferocidad al gobierno del PAN. Quizás esto sea un gran éxito político de Fox, como le explicara Castañeda, aunque nosotros, cubanos reaccionarios, seamos demasiado torpes para comprenderlo.

Tampoco hemos comprendido la profunda astucia del presidente Pastrana al cederle una buena parte del territorio nacional a las guerrillas colombianas para que puedan atrincherarla y convertirla en un bastión de la insurgencia. Ni que el gobierno ecuatoriano se manifieste en contra del Plan Colombia porque pudiera irritar a las narcoguerrillas, y les asegure a sus grupos revolucionarios internos, con ánimo de pacificarlos, que no va a criticar a la dictadura cubana en la reunión de Ginebra. Nosotros, cubanos reaccionarios, pensamos que el gobierno ecuatoriano está telegrafiando, loud and clear, una señal de debilidad prácticamente suicida. Seguramente estamos equivocados.

Fox, Pastrana y Noboa --hombres decentes, honorables, nuestros amigos naturales-- piensan que somos incapaces de reconocer la existencia de hombres patriotas razonables en el seno del movimiento revolucionario porque estamos cegados por el resentimiento. Quizás.

Después, por cierto, llegó una noticia tan negativa que la comunidad cubanomericana ha preferido ignorarla. El nuevo embajador de México en La Habana, Ricardo Pascoe (camarada de Castañeada) resultó ser un estentóreo simpatizante de Fidel Castro. Para estupefacción de los cubanos libres el embajador de Fox declaraba que ``las puertas de la embajada mexicana están cerradas para los disidentes''. Y advertía severamente que México no votaría contra la dictadura cubana en Ginebra.

No deja de ser explicable que Pascoe no quiera reunirse con los disidentes cubanos. Tienen un aspecto desagradable. Están macilentos, andan mal vestidos, dan la sensación de no ser muy limpios. Son, en fin, unos muertos de hambre. Están constantemente entrando y saliendo de la cárcel, como los delincuentes, por abrir bibliotecas, demandar respeto por los derechos humanos y cometer otros crímenes. Pascoe, sin embargo, es de izquierda y gracias a su profunda visión marxista-leninista, comprende que ésas son simplemente las apariencias. En efecto, los policías les podrán entrar a patadas a los disidentes o darles con sus cachiporras o dejarlos podrirse en la cárcel pero, en realidad, eso es pura apariencia. Filosóficamente esos hombres y mujeres no existen. Son un espejismo de clase.

Para los intelectuales marxistas, como Pascoe, los verdaderos desamparados, las verdaderas víctimas, son Fidel Castro y sus ministros --aunque parezcan vivir como privilegiados. En realidad, estar de banquete con Fidel Castro es ayunar. Acompañarlo a Varadero en su caravana de automóviles blindados es jugarse la vida por el proletariado. Los verdaderos arrogantes, los que pretenden humillar a las vastas tropas cubanas son los disidentes en bicicleta. Sus bicicletas reflejan todo el poderío del Pentágono.

Esa es la lógica de Pascoe y de su jefe, Castañeda. Y nosotros, los cubanos reaccionarios, miramos a Fox y nos preguntamos: presidente, si ésta es la derecha, ¿para qué hace falta una izquierda?