Esquizofrenia económica
Jorge A. Sanguinetty
Las medidas que acaban de anunciarse en Cuba sobre la centralización
de las actividades de comercio internacional sugieren que, a pesar
de las declaraciones oficiales para aumentar la eficiencia
productiva, el gobierno no parece dar pié con bola en encontrar
soluciones a los graves problemas económicos que enfrenta. Ya hubo
una gran centralización del comercio exterior en los años sesenta,
cuando algunos creyeron que Fidel Castro hablaba en serio del
desarrollo económico del país y de la planificación central como su
principal instrumento. Ahora con la re-centralización de las
actividades de comercio exterior parece que el gobierno cubano no se
contenta con la inamovilidad de la economía nacional, sino que
quiere hacerla retroceder en el calendario. Esta forma de conducta
de la oligarquía cubana puede calificarse como esquizofrénica, o
sea, lo! s dirig entes están dando muestras de alejarse de la
realidad económica, política y social del país.
La planificación central de por sí implica grandes deficiencias,
pero en el caso cubano habría que sumar las deficiencias adicionales
de una planificación que nadie tomó en serio en 1961, comenzando por
el comandante en jefe. En esa década, bajo la jefatura de Regino
Boti primero y de Osvaldo Dorticós después, cualquier alto
funcionario de la Junta Central de Planificación se había percatado
de que Fidel Castro representaba un impedimento insoluble a la
eficiencia del sistema. Esto fue resultado en primer lugar de que su
verdadero interés no era desarrollar la economía cubana, sino
saquearla con fines de engrandecimiento personal y en segundo lugar,
de sus continuas e inesperadas intervenciones en el proceso de
asignación de recursos, ya en sí mismos mal planificados y con una
base estadística e informativa muy deficiente. La ce! ntraliz ación
fue parte intrínseca de ese sistema, lo cual sirvió no para aminorar
las ineficiencias, sino todo lo contrario, para amplificarlas y
extenderlas al resto de la economía nacional.
El fenómeno de la centralización administrativa se pone de
manifiesto cuando los agentes decisorios concentran mucho poder
administrativo y/o político, mientras adoptan al mismo tiempo un
estilo autoritario de gestión administrativa. O sea, le dan a sus
subordinados pocos grados de libertad o poca autonomía para actuar y
encima tienen pocos incentivos para hacerlo bien, con eficiencia,
donde quiera que operen. Como resultado los sistemas administrativos
y productivos no funcionan bien, pero los jefes no ven la causa en
la forma en que están organizados sino que acaban culpando a los
subordinados o a otras supuestas causas externas.
Yo debo suponer que los gobernantes actuales no comprenden que la
centralización equivale a monopolizar ! las act ividades económicas
del país, lo cual elimina los mecanismos de redundancia o apoyo que
sirven para contrarrestar los fallos fortuitos que todo sistema
económico, biológico o de ingeniería sufre tarde o temprano. En una
economía descentralizada, cuando una empresa falla, siempre se puede
depender de otras para producir o suministrar lo que la sociedad
necesita regularmente. ¿Por qué, entonces, los gobernantes cubanos
ignoran estos principios elementales de gestión de empresas y de
gobierno? ¿No existe una memoria de los problemas económicos de los
años sesenta? ¿Todavía no saben por qué se desplomó la Unión
Soviética y todo el bloque socialista de Europa Central y Oriental?
Es posible que estas preguntas ni siquiera sean las pertinentes. La
verdadera causa de esta esquizofrenia es que los miembros de la
cúpula gobernante tienen un gran temor a perder el control
administrativo del país, lo cual los llevaría a perder el c! ontrol
político con todas las prebendas que disfrutan. Para la cúpula, la
eficiencia económica es deseable, pero la quieren barata. No están
dispuestos a pagar un alto precio político por la misma, pero la
realidad es que no tienen el talento para lograr eficiencia y
mantener el control. Al fin y al cabo, todos ascendieron al poder no
por méritos administrativos ni por su capacidad de crear riqueza y
bienestar. Llegaron al poder mintiendo, matando y traicionando,
confirmando el viejo refrán de que "el ladrón cree que todos son de
su condición". Tampoco permitieron que mujeres y hombres capaces, de
los que se necesitan para desarrollar una sociedad, formaran parte
de sus círculos dirigentes. Siendo una "gavilla de pelafustanes",
como los calificó mi amigo el escritor Vicente Echerri
recientemente, desconfían de todos los cubanos y no son capaces de
reorganizar la economía nacional inteligentemente, mucho menos basá
ndose en los talento! s de su s conciudadanos.
Todo esto sugiere que los cambios prometidos probablemente se queden
como sueños de una noche de verano, mientras que los cubanos, sobre
todo las generaciones má s jóvenes, irán acumulando su desencanto y
posiblemente su voluntad de mostrar ese desencanto de una manera
inequívoca. Es extraordinario como los revolucionarios de ayer se
han convertido en los reaccionarios de hoy. Lo que hace pensar que
la mayoría, acaso todos, ni siquiera eran los revolucionarios que
decían ser, si no puros pandilleros o piratas que se aprovecharon de
una nación incauta y débil para dominarla y explotarla. No cabe duda
que este régimen inaudito ha triunfado por unos cincuenta años, pero
sería un grave error de los dirigentes creer que porque predominaron
hasta ahora, predominarán para siempre. Por mucha que sea la
inmovilidad del régimen, las sociedades evolucionan, aunque sea por
puras causas biológicas y las contradicciones ! de un < BR>régimen
contra natura acaban chocando con las bases morales de los
ciudadanos y las consecuencias de ese choque siempre son
impredecibles.
Junio, 2008 |
|