En defensa del neoliberalismo

 

El poder sindical y el efecto Christie

Después de expandir durante décadas su influencia política, los sindicatos enfrentan el poco interés de los electores debido a que propugnan impuestos altos.

STEVE MALANGA  

En el 2009, en medio de la carrera electoral para gobernador en Nueva Jersey, el sindicato de maestros del estado realizó una encuesta entre sus miembros y descubrió que sólo una estrecha mayoría prefería al candidato que la organización sindical respaldaba: a Jon Corzine, gobernador en funciones, en vez de al republicano Chris Christie.  Según documentos filtrados en noviembre por la Agencia de Inteligencia de la Educación, el atemorizado sindicato, la Asociación de Educación de Nueva Jersey (NJEA), entró en acción con una campaña que incluía 100,000 llamadas telefónicas a sus miembros en las que los instaba a votar por Corzine

Christie acabó ganando esas elecciones, en parte debido a que la NJEA, una de las más poderosas fuerzas políticas del estado, tuvo que librar acciones de retaguardia para mantener a sus miembros bajo control.  En este sentido, las elecciones de Nueva Jersey pueden ser un presagio de lo que ocurrirá en las de noviembre.

En el 2006, los sindicatos utilizaron su inmenso poder para ayudar a los demócratas a ganar el control del Congreso, y en el 2008, para elegir al presidente Obama.  Pero el movimiento sindical, que gastó el 96% del dinero que manejaba para apoyar a los demócratas en el 2008, tropieza este año con dificultades para ayudar al partido a conservar el control del Congreso y ganar elecciones decisivas a gobernador  en el país.

Los sindicatos —cada vez más controlados por los trabajadores del sector público— enfrentan la reacción violenta de los contribuyentes generada por la muy difundida publicidad sobre los jugosos salarios y beneficios  de algunos empleados gubernamentales.  Esto ha hecho popular entre los candidatos el planteamiento de Christie durante su campaña de controlar los costos del gobierno.  Incluso algunos viejos amigos de los sindicatos en el Partido Demócrata han convertido en blanco de sus ataques a los trabajadores públicos, lo que ha hecho que los sindicatos pierdan aliados y pasen a la defensiva. 

La Asociación de Enfermeras de California (CNA) está utilizando contra la candidata republicana a gobernadora, Meg Whitman, la misma táctica que empleó contra el gobernador Arnold Schwarzeneger cuando este amenazó con reformas en el 2005: protestas frente a su casa e infiltraciones en eventos por invitación; también  mostraba a Whitman como la reina Meg, una candidata imperial que pretendía perjudicar a la clase obrera.  Pero Whitman ha respondido acusando a la dirección sindical de haber perdido el vínculo con sus miembros y creando un nuevo grupo, Enfermeras a Favor de Meg Whitman, para contrarrestar las acciones del sindicato.  Según Whitman, las encuestas muestran que muchas enfermeras del estado la respaldan.

.La revuelta contra los sindicatos públicos va más allá de los estados con sindicatos poderosos como California y Nueva Jersey.  Ejemplo de ello es lo que descubrió una encuesta nacional Rasmussen realizada el 7 de julio: sólo el 19% de los estadounidenses dicen estar dispuestos a pagar impuestos más elevados para impedir que los trabajadores gubernamentales sean despedidos.  Incluso en el campo de la seguridad pública, donde los norteamericanos son reacios a los recortes, la encuesta halló que sólo el 34% de ellos apoyó mayores impuestos para preservar puestos de trabajo de la policía y los bomberos.

El electorado también puede estar dando la espalda a los sindicatos públicos debido a sus ingentes campañas a favor de  impuestos más altos.  Christie estima que los sindicatos del sector público de Nueva Jersey gastaron unos $4 millones durante la primavera en anuncios en los que abogaban por tributos mayores y criticaban su presupuesto.  En California, el sindicato de maestros dedicó $500,000 a una campaña para eliminar las exenciones fiscales a las empresas que permitían conservar empleos en el estado.  El año pasado, en Michigan, una coalición de sindicatos orquestó una campaña con el nombre de “Un mejor futuro para Michigan” que proponía cientos de millones en impuestos nuevos.  La legislatura estatal rechazó la propuesta.

La perspectiva de impuestos aún mayores ha hecho que algunos demócratas se distancien de los sindicatos.  Andrew Cuomo, candidato a gobernador por Nueva York, pregona la prudencia fiscal y señala que las pensiones públicas “no tienen nada que ver con la realidad económica”.  En California, viejos aliados de los sindicatos como el alcalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa (quien fuera funcionario de la unión de maestros), también se oponen a los costos que imponen los sindicatos del estado.  Ted Kulongoski, gobernador demócrata por Oregón —un abogado que en algún momento representó a los sindicatos— aboga por reducir los pagos y beneficios en el sector público para resolver los problemas fiscales del estado.

Los sindicatos también están a la defensiva en las guerras culturales.  A fines de este mes, el documental Waiting for Superman, que trata del fracaso de nuestras escuelas públicas, debutará en los cines de todo el país.  Lo dirigió Davis Guggenheim, que obtuvo impecables credenciales liberales como director de An Inconvenient Truth, ganadora de un Oscar.  Según los que han visto el documental, este culpa de parte del fracaso de nuestras escuelas a los sindicatos de maestros y,  en particular, acusa a Randi Weingarten, líder de la Federación Americana de Maestros, de oponerse a una reforma significativa.

Es posible que el filme de Guggenheim exacerbe el descontento creciente que generan los sindicatos de maestros.  En mayo, según una encuesta Rasmussen, el 38% de los norteamericanos dijeron que para los maestros era bueno pertenecer a sindicatos, mientras que el 62% consideró que la sindicalización de los maestros era perjudicial o no tenían una opinión definida.

La influencia sindical también sufre debido al creciente descontento  de los liberales y a desilusión causada por el hecho de que las victorias demócratas del 2006 y el 2008 no condujeron a cambios radicales.  Los sindicatos gastaron $10 millones en un intento fallido por derrotar en las primarias demócratas del estado a Blanche Lincoln, senadora por Arkansas, por considerarla poco liberal.

La primavera pasada, en North Carolina, una coalición de grupos y sindicatos de izquierda encabezada por el Sindicato Internacional de Empleados de Servicios (SEIU), posiblemente el sindicato de más poder, intentó separarse del Partido Demócrata del estado para formar un tercer partido más inclinado a la izquierda.  Aunque el esfuerzo falló, dividió la coalición que permitió al presidente Obama obtener una victoria estrecha en ese estado en las elecciones del 2008.

Por supuesto, pese a que esta influencia disminuye, los sindicatos pueden ser una poderosa fuerza electoral.  Organizaciones como  AFL-CIO, SEIU y la Federación Americana de Empleados Estatales, Condales y Municipales anunciaron planes para gastar unos $100 millones en las elecciones de noviembre.  Aunque esta cifra es inferior a la del 2008, cuando los sindicatos hicieron contribuciones directas a los sindicatos ascendentes a $73 millones y dedicaron otros $80 millones de forma independiente a otras campañas, esa suma constituye una ayuda formidable que puede ser decisiva en elecciones muy reñidas.

No obstante, es posible que este año se produzca un viraje histórico en la política estadounidense.  Si los candidatos en todo el país pueden utilizar la estrategia de Christie de enfrentarse a los sindicatos para triunfar, podríamos ser testigos de un cambio semejante al ocurrido a finales de los años setenta, cuando las revueltas fiscales en un puñado de estados creó un impulso en el país que acabó eligiendo a Ronald Reagan.

Esta versión de rebelión fiscal a comienzos del siglo XXI es un choque frontal entre los contribuyentes abrumados por los impuestos y los sindicatos del sector público.  Los muchos signos de debilitamiento de los sindicatos sugieren que, después de estar expandiendo su poder durante décadas, estos sindicatos pueden haber encontrado finalmente la horma de su zapato.

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Steve Malanga es miembro del Manhattan Institute y autor de un libro sobre la permanente conspiración contra el contribuyente norteamericano (The Shakedown: The Continuing Conspiracy Against the American Taxpayer)

Tomado del Opinion Journal del WSJ

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