La delincuencia, el próximo gran problema de Chávez
Mary Anastasia O'Grady
Hugo Chávez reaccionó con indignación hace diez días cuando el
periódico venezolano El Nacional publicó en primera plana una
fotografía de una caótica escena de 12 cuerpos desnudos,
desparramados en la morgue de Bello Monte en Caracas.
Pero su ira no estaba dirigida a los administradores de la
morgue o a los responsables de la seguridad pública en la
ciudad, ya que los muertos podrían ser en su mayoría víctimas de
asesinato encontradas en las calles.
Chávez estaba furioso con el periódico. Inmediatamente comenzó a
atacar a la prensa en general por sus recientes reportajes sobre
la violencia en Venezuela, la cual ha alcanzado proporciones
épicas. Un tribunal controlado por Chávez pronto emitió un fallo
prohibiendo la publicación de imágenes tan gráficas. Luego de
una protesta internacional por la censura, el fallo fue
enmendado y dirigido únicamente a El Nacional y a otro periódico.
Es una reacción interesante de parte de un hombre fuerte que ha
nacionalizado grandes porciones de la economía y tomado el
control del congreso, el sistema judicial y el consejo nacional
electoral. Chávez es capaz de privar a sus oponentes de sus
derechos de propiedad, del debido proceso y de la libertad de
expresión, y con éste poder ha logrado efectivamente amordazar a
la mayor parte de la disensión. Algunos de sus adversarios están
en prisión; muchos han sido inhabilitados para participar en
elecciones.
Entonces, ¿por qué causaría alarma una foto de la morgue? Tal
vez porque al acercarse las elecciones legislativas del 26 de
septiembre, el tema de la delincuencia en los barrios pobres
podría reavivar la sensibilidad de los votantes.
Aunque el gobierno ha dejado de publicar estadísticas oficiales
sobre crímenes violentos, el Observatorio Venezolano de
Violencia (OVV), una organización no gubernamental, ha dicho que
se cometieron alrededor de 16.047 asesinatos en 2009. La cifra
supera con holgura los 14.589 registrados en 2008 y los 4.550 en
1998, el año en que Chávez fue electo por primera vez.
Ahora resulta que OVV puede haber subestimado la gravedad del
problema. El viernes, El Nacional reportó que obtuvo un reporte
filtrado por el propio Instituto Nacional de Estadísticas del
gobierno, que muestra que 19.113 venezolanos fueron asesinados
en 2009. Usando los estimados de población de Venezuela de
finales de 2009 del Departamento de Estado de Estados Unidos,
eso se traduce en 67 muertes por 100.000 habitantes. (Las cifras
de asesinatos en EE.UU. en 2008 del Departamento de Justicia
muestran a 5,4 muertes por 100.000 habitantes).
Chávez no puede distanciarse de esta realidad. Poco tiempo
después de llegar al poder en 1999, el presidente le dijo a la
nación que el robo por parte de los pobres podría ser
justificado, y desde entonces se ha vuelto famoso por usar una
retórica que fomenta la envidia y el odio en el país. El tráfico
de droga también ha prosperado bajo su mandato mientras las
fuerzas de seguridad y los tribunales han colapsado. OVV indica
que en 91% de todos los casos de homicidio cometidos en 2009 no
ha habido arrestos.
El informe del Instituto Nacional de Estadísticas al que tuvo
acceso El Nacional también indica que casi 16.000 de las
victimas en 2009 provenían de los estratos socioeconómicos más
bajos, la principal base de apoyo político de Chávez.
Reportes que he recibido de Caracas indican que los pobres,
particularmente las mujeres, comienzan a relacionar al chavismo
con su miseria y comienzan a escuchar a la oposición. Si esto es
así, no sería descabellado esperar que el Partido Socialista
Unido de Venezuela de Chávez experimente un revés en elecciones
libres y justas.
Por supuesto que esto es mucho pedir ya que el sistema electoral
está amañado. Las misiones internacionales, desde la
Organización de Estados Americanos hasta la Unión Europea, no
han sido autorizadas para observar el proceso electoral, y desde
2003 Chávez ha impedido las auditorias del registro electoral.
Una "reforma" del sistema electoral liderada por Chávez el año
pasado ha intensificado un problema existente de que algunos
votos acarrean más peso que otros. Por ejemplo, el escasamente
poblado estado Amazonas, que tiene una gran dependencia de
dádivas del gobierno y donde es difícil monitorear el fraude,
ahora obtiene un escaño "proporcional" por cada 43.000 votantes.
El estado antichavista de Zulia obtiene uno por cada 700.000
electores.
El gobierno también controla casi todas las estaciones de
televisión y puede forzar a las pocas estaciones privadas a
transmitir sus mensajes. Según la asociación de monitoreo
electoral, Súmate, durante el primer semestre de éste año Chávez
permaneció en televisión un promedio de tres horas al día.
También existe la intimidación. El encuestador venezolano
Alfredo Keller señala que según sus sondes, más de 40% del
electorado cree que su voto no es secreto. Con tanta gente
dependiendo de trabajos de gobierno, es probable que esta
percepción genere un efecto, de la misma manera que las amenazas
de Chávez de que si su partido tiene un mal desempeño en las
elecciones, se pagará caro.
Enfrentando las mismas posibilidades en 2005, la oposición optó
por boicotear las elecciones para diputados y los aliados de
Chávez obtuvieron todos los escaños. Ahora, la oposición ha
decidido competir con el torcido sistema. Se ha unido en gran
parte para apoyar a candidatos antichavistas y espera que una
población hambrienta de cambio pueda defender sus derechos
electorales el día de las elecciones.
Los críticos dicen que estos candidatos quijotescos están
legitimando una estafa. Tal vez tengan razón, pero la reacción
de pánico del gobierno ante las publicitadas cifras de crimen es
muy elocuente. En algún momento, en las elecciones o en otro
momento, Chávez sabe que tendrá que enfrentar la derrota de su
revolución.