Deje de deningrar a los empresarios, señor
presidente
Si hubiésemos
intentado inaugurar ahora The Home Depot, estamos convencidos de
que nunca habría sido posible
KEN LANGONE
Señor presidente, a pesar de que me satisfizo que el 20 de
septiembre respondiera una pregunta mía en un mitin al que
convocó en Washington, D.C., debo decir que el evento se pareció
más a una conferencia que a un diálogo. Durante
más de dos años el país ha escuchado su dura retórica sobre cómo
las empresas norteamericanas son injustas con los trabajadores,
despluman a los clientes, engañan a los prestamistas y, en
términos generales “están conduciendo la economía hacia un
foso”, como tantas veces usted ha repetido.
La pregunta que le hice fue ¿por qué, en momentos en que las
inversiones y el dinamismo hacen tanta falta a
nuestro país, era necesario vilipendiar precisamente a las
personas que propician el crecimiento? En lugar de dar una
respuesta directa, usted me informó que yo formaba parte de un
grupo “irresponsable” que había tomado “malas decisiones” por lo
que ahora necesitaba vuestra orientación,
Estoy seguro de que ese tipo de argumento genera aclamaciones en
los partidarios leales. Pero
a mi me sonó condescendiente. Ciertamente,
una de las ideas básicas de la planificación económica
centralizada parte de que los planificadores saben más que
cualquier otra persona.
Pero existe un problema mucho más profundo al margen de que me
sienta o no irritado. Su
insistencia en que sus políticas son necesarias y beneficiosas
para los negocios está en franca contradicción con lo que usted
y su gobierno repiten en todas partes. Usted
se enfrentó a la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la acusó
de utilizar dinero extranjero para influir en las elecciones al
Congreso, algo que esa institución niega terminantemente. Su
procurador federal en Nueva York, Preet Bahrara, compara las
firmas inversionistas con los carteles mexicanos de las drogas y
plantea que desea tener poder para intervenir los teléfonos de
Wall Street cuando lo considere oportuno. Y
usted provocó risas aprobatorias con su metáfora del auto hecho
un cacharro cuando le dijo a una multitud que los que difieren
de su enfoque son
los que “permanecen en la carretera bebiendo un refresco”
mientras usted “empuja” y “suda” para arreglar el cacharro del
Estado”.
Ese titubeo corto de miras –que oscila entre el
aliento condescendiente un día y el menosprecio hostil al día
siguiente—crea una incertidumbre que, como cualquier
inversionista podría explicarle, causa parálisis económica. Ello
se debe a que nadie puede saber lo que vendrá después.
Hace algo más de 30 años, Bernie Marcus, Arthur Blank, Pat
Farrah y yo nos unimos para fundar The Home Depot. Nuestro
sueño era crear (memorando a los activistas del Comité Nacional
del Partido Demócrata: esto equivale a erigir, no a apropiarse o
coaccionar) un nuevo tipo de tienda para el mejoramiento de las
viviendas que prestaría servicios a las personas que hacen ellas
mismas las reparaciones de sus hogares. La idea era contar con
un gran surtido de productos, brindar un servicio exquisito y
cobrar el menor precio posible.
Inauguramos Home Depot en 1979, en medio también de una severa
recesión económica. Hoy Home Depot cuenta con una plantilla de
más de 325,000 personas calificadas y muy motivadas que brindan
un servicio excelente y transmiten conocimientos a millones de
consumidores.
Si en la actualidad hubiésemos intentado iniciar las operaciones
de Home Depot, es seguro que nuestro negocio nunca habría
despegado debido a los onerosos controles de regulación por los
que usted ha abogado. Las
reglas contra la concesión de opciones de acciones nos habrían
impedido incentivar a empleados valiosos durante la fase de
puesta en marcha; están
también los elevadísimos costos del cumplimiento de las
regulaciones generales y el obligatorio seguro medico. Y
lo peor de todo: los rapaces abogados litigantes
Asimismo, usted parece obsesionado con el rechazo a los recortes
de impuestos a “millonarios y multimillonarios”. A
diferencia de lo que usted podría pensar, yo no comencé los
negocios disponiendo de ventajas, ni las tuvieron la mayoría de
las personas de éxito que conozco. Soy
nieto de emigrantes que arribaron a este país en busca de
libertad económica y personal. Mis
padres trabajaron incansablemente para aprovechar la oportunidad
que tuvieron. Mi
primer trabajo fue como jornalero en la construcción de la
carretera de Long Island hace más de 50 años. La
riqueza que mis inversiones crearon no se dedicó a la
construcción de una piscina gigante como se imaginan muchos
demagogos con cargos públicos. En
lugar de ello, esa riqueza benefició a nuestros empleados, a sus
familias y, en general, a nuestra comunidad.
Mi entusiasmo y dedicación al mejoramiento de nuestra sociedad
y, en particular, de la atención médica, no es menor que los de
cualquier otra persona No
es tarde aún para incorporar a sus esfuerzos las voces de
experimentados hombres de negocios, en particular, las de los
propietarios de pequeñas empresas. Los
norteamericanos tendrían razón si se preguntaran por qué usted
no lo ha hecho todavía.
Ken Langone fue director de la Bolsa de Valores de Nueva York y
uno de los fundadores de Home Depot. Actualmente
es presidente de Invemed Associates.