En defensa del neoliberalismo

Una revolución cultural necesaria
Adolfo Rivero Caro

En toda la América Latina se está desarrollando una poderosa corriente que, aprovechando la recesión mundial, pretende destruir nuestro sistema de libre empresa y extender el poder del estado. Se ha desarrollado una nueva izquierda que llega al poder democráticamente para luego librar una constante ofensiva contra el sistema democrático y el estado de derecho. Sin embargo, en lugares como Bolivia, entre otros, la preocupación fundamental de los partidos de oposición no es luchar contra el gobierno, sino competir entre ellos. Es una actitud suicida porque la nueva izquierda aspira a la dictadura.

Esa actitud tiene una vieja base teórica. Hace más de un siglo, el Manifiesto comunista planteaba que un gobierno que represente los intereses de los trabajadores, los intereses de la inmensa mayoría de la población, no puede tener una verdadera oposición. Sus opositores, por definición, tienen que ser una insignificante minoría: la minoría de los opresores. Esto es un planteamiento enormemente atractivo, sobre todo para los jóvenes. Estos se ven con una formidable explicación de todas las miserias del mundo que, al parecer, sólo es rechazada por los poderosos intereses creados. Oponerse frontalmente a esos intereses es lo valiente, lo heroico y, al parecer, lo único que puede llevar al progreso.

Por extraño que parezca, pese al desastre de su aplicación práctica, las ideas del marxismo-leninismo siguen siendo tan fascinantes como populares. Minimizar su importancia es un grave error. Es por eso que la tarea fundamental en América Latina no es política, sino ideológica. Es obvio que tenemos que librar todas las batallas políticas, pero a largo plazo lo fundamental es cambiar las ideas de cómo conseguir el desarrollo. En América Latina nos hace falta una revolución cultural.

Hay que empezar reconociendo que el modelo de capitalismo latinoamericano ha sido esencialmente fallido. Sin embargo, no hay porqué identificar el capitalismo latinoamericano con el capitalismo en general. Quisiera llamar la atención de los intelectuales latinoamericanos sobre un importante libro recién salido de las prensas: Good Capitalism, Bad Capitalism, and the Economics of Growth and Prosperity, de Baumol, Litan y Schramm, tres distinguidos economistas americanos. Los autores subrayan que no hay un solo modelo de capitalismo, hay varios. Hay un tipo de capitalismo donde los empresarios que aportan nuevas ideas, capaces de resistir la prueba del mercado, desempeñan un papel fundamental. Es el que domina en Estados Unidos. En otras partes del mundo, como América Latina, las economías son capitalistas en el sentido de que hay propiedad privada, pero esa propiedad está extremadamente concentrada en unas pocas manos. La política gubernamental está dirigida a promover los intereses de un pequeño segmento de la población (generalmente muy rico) o los intereses del autócrata de turno. Son las economías ``oligárquicas'', las que han imperado en nuestro continente y las que han determinado nuestro subdesarrollo.

En las economías oligárquicas la riqueza tiende a estar distribuida de forma extremadamente desigual y la economía informal está muy extendida. Muchas actividades económicas constructivas son técnicamente ilegales, pero es extremadamente difícil, si no imposible, obtener licencias o títulos de propiedad de la tierra. Las dificultades para obtener permisos y licencias son oportunidades para que el soborno se haga indispensable. De aquí que las economías oligárquicas están plagadas de corrupción.

Es necesario criticar el capitalismo corrompido de nuestros países pero un grave error hacerlo equivalente al capitalismo en general. Esta es la gran tarea de una nueva generación de intelectuales de la que Alvaro Vargas Llosa es un brillante ejemplo. Hay modelos de capitalismo exitoso como el que Pinochet impuso, de manera trágicamente sangrienta, en Chile, el que descubrió Irlanda o el de los tigres asiáticos. Ahora tienen problemas, pero ninguno va a volver al subdesarrollo. Creer que ``el imperialismo'' es la causa de nuestro subdesarrollo nos hace rechazar el capitalismo americano (el más exitoso del mundo) y buscar fallidas soluciones estatistas que tienen raices coloniales y nos hunden cada vez más en la pobreza.

Chávez lleva 10 años en el poder en medio de un boom petrolero sin precedentes. Y, sin embargo, ¿qué ha hecho con los cerros que rodean Caracas? ¿Los ha reducido? ¿Y qué ha hecho Daniel Ortega con la Chureca? La oposición a la nueva izquierda tiene que levantar las banderas de las demandas concretas y movilizar a la población a su alrededor. Y, por otra parte, tiene que organizarse. El Frente Sandinista es el único grupo político organizado en toda Nicaragua. No existen organizaciones de oposición en la base. Frente a la nueva izquierda esto es extremadamente peligroso.

Los modelos estatistas son incapaces de conseguir un verdadero desarrollo. China no debe su espectacular desarrollo a sus empresas estatales, que son un enorme fardo sobre su economía, sino a su incipiente capitalismo. Cambiar radicalmente las ideas anticapitalistas que dominan en nuestro continente es una revolución cultural que América Latina necesita urgentemente.

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