En defensa del neoliberalismo
 

La comunidad detestada

 

ADOLFO RIVERO CARO


Cómo es posible que el público norteamericano esté tan confundido con el problema de Elián González? La madre de Elián, al igual que la comunidad exiliada, veía Cuba como un país devastado, sin esperanzas y sometido a una de las dictaduras más represivas del mundo. Pero el caso de Elián ha puesto en evidencia, como nunca antes, que el gobierno Clinton-Gore y los liberales americanos, con su vasta influencia en los medios de comunicación, no ven a Cuba de la misma manera.

En realidad, no es nada extraño. Los liberales americanos nunca han considerado el comunismo como análogo al fascismo. Para ellos, el fascismo es maligno. El comunismo, sin embargo, pese a sus defectos, está inspirado en los nobles ideales del igualitarismo y la ``justicia social''. El décimo aniversario de la caída del muro de Berlín, por ejemplo, pasó sin penas ni glorias. La Casa Blanca no realizó una sola ceremonia importante. Prefieren no recordar el histórico triunfo de la guerra fría porque no se consiguió gracias a ellos, sino a pesar de ellos.

Un ejempo entre muchos. En 1983, Reagan pidió ayuda militar para el gobierno de El Salvador en su lucha contra las guerrillas comunistas. El senador Christopher Dodd respondió por la televisión nacional a nombre del Partido Demócrata. Calificó la política de Reagan como ``pura y simple locura'' puesto que proponía ``librar una batalla que no se puede ganar.'' Los Estados Unidos, dijo Dodd, ``tienen que moverse junto con la marea de la historia y no en su contra''. Se equivocaron. La marea de la historia no era el comunismo sino la libertad, respaldada por el poderío americano.

Otro ejemplo, más reciente. En un discurso el día antes del décimo aniversario de la caída del muro de Berlín, el presidente Clinton elogió al ``presidente Reagan que afirmó tan sencillamente lo que a mucha gente del otro lado del muro le costaba trabajo entender --que el imperio soviético era malvado y que había que echar abajo el muro''.

¿Del otro lado del muro? ¡Por favor, señor presidente! Del otro lado del muro no había nadie que tuviera ninguna duda sobre lo malvado y corrupto del imperio soviético. No eran sólo Vaclav Havel y Lech Walesa, Natan Sharansky y Ricardo Bofill. Era todo el mundo. Era de nuestro lado del muro donde había, y todavía hay, mucha gente que no comprende la malignidad del comunismo. El desliz verbal de Clinton es elocuente.

Esta es una de las verdaderas fuentes de esa profunda antipatía que manifiestan los medios de comunicación americanos con la comunidad cubana exiliada. Los ``progresistas'' norteamericanos siempre han detestado la militancia anticomunista. Durante la guerra fría, en los Estados Unidos existió inclusive una fuerte tendencia entre los intelectuales y artistas denominada el ``anti-anticomunismo''. Identificaban a los anticomunistas con el racismo, el fanatismo religioso, la intolerancia. La lucha contra el comunismo --recordemos la guerra de Vietnam-- siempre confrontó una dura oposición interna. El famoso discurso de Reagan sobre el ``imperio del mal'', suscitó duras críticas del Partido Demócrata.

Cada cubanoamericano tiene que preguntarse ¿en qué partido militan todos los izquierdistas norteamericanos? ¿A qué partido pertenecen esos profesores de la LASA, esos periodistas liberales y esos artistas y cineastas de Hollywood que estremecieron la noche de los Oscar gritando que devolvieran a Elián a Cuba? ¿En qué partido militan Ted Turner y Jane Fonda, Charles Rangel y Joe Serrano? Y, sobre todo, ¿qué partido quisiera Fidel Castro que ganara las elecciones? No todos los demócratas son izquierdistas, por supuesto, pero todos los izquierdistas son demócratas. ¿Que hay excepciones? Nadie lo niega. Pero sólo son eso, excepciones.

En estas condiciones, ¿qué puede hacer la comunidad cubanoamericana ante la tragedia de Elián? Creo que su primer deber es tratar de ser efectiva. La posibilidad de que haya motines en Miami no les da ni frío ni calor a los dirigentes del gobierno. Y nos enajenaría, aún más, la opinión pública de este país. Pero eso no nos deja inermes. Lo único que realmente aterroriza a los políticos es la perspectiva de perder las elecciones. Es por eso que la única forma de hacer retroceder al gobierno de Clinton-Gore --el mismo que devuelve los balseros a la Seguridad del Estado castrista, el mismo que está desesperado por establecer relaciones diplomáticas con Castro, como las estableció con Vietnam, el mismo que pretende frenar la fabricación de armas atómicas de Corea del Norte con regalos y donaciones-- es levantar una furibunda ola anti-Demócrata en la Florida, y en todas partes.

Lo hemos visto en el caso de Al Gore. El vicepresidente nunca ha tenido una sola discrepancia con Bill Clinton en ocho años de gobierno. Sin embargo, en el caso de Elián, ha discrepado públicamente de la administración, ganándose las críticas de Hillary Clinton. ¿Será que la dimensión humana de este caso lo ha conmovido? Quizás. Y quizás también haya extraterrestres entre nosotros. Pero no lo creo. Me parece más probable que esté desesperado ante la posibilidad de perder la Florida. Su actitud es una clara demostración de cuál es la forma, verdaderamente efectiva, de presionar políticamente en este país. En este sentido, ojalá sea cierto el rumor de que Alex Penelas piensa ingresar en el Partido Republicano. Sería un gran gesto moral. Demostraría que su posición en el caso de Elián es realmente de principios y no una simple maniobra para salvarle la Florida a los demócratas. El gobierno de Clinton puede entregarle a Elián a Fidel Castro, pero lo que nadie puede impedir es que nosotros le pasemos la cuenta en noviembre. Y hay que empezar a anunciarlo desde ahora.