En defensa del neoliberalismo
 

Circo en La Habana

 

Adolfo Rivero-Caro


Los circos son una trampa de la nostalgia. La presencia del extraordinario Cirque du Soleil en Miami me ha hecho recordar las grandes carpas de mi infancia --el Ringling, Santos y Artigas--, aquellos espacios mágicos donde lo insólito era la norma. Todavía me parece caminar sobre el aserrín, sentir el fuerte olor de las bestias enjauladas, trepar por las gradas y contemplar la pista, constelada de redes y trapecios, donde equilibristas, domadores, payasos y contorsionistas hacían, como afirma el venerable clisé, ``las delicias de grandes y chicos''.

Casualmente, La Habana también ha contado en estos días con la presencia de un gran circo. No es el circo ruso ni el chino ni, mucho menos, el regreso del Santos y Artigas. Este nuevo circo se llama la Unión Interparlamentaria. El papel de los equilibristas, elefantes amaestrados, payasos, domadores y contorsionistas lo juegan algunos de los 1,300 congresistas que han llegado a La Habana, procedentes de 120 países, para hacer las delicias de (burócratas) grandes y chicos, jineteras, traficantes y contrabandistas. Ese divertido personal podrá recorrer el casco histórico de La Habana, aspirar el humo azul de excelentes vitolas y degustar el fino sabor del ron Havana Club. Y, sin duda, muchos también explorarán otros territorios, más plenos y juveniles que cascos históricos.

Recuerdo que, en Santos y Artigas, un domador de leones, llamado Blacamán, ponía a las bestias en dos patas o las hacía saltar a través de un aro metálico chasqueando un látigo enorme. Eso no es nada. En la UIP, un sueco, Anders Johnsson, secretario general de la organización, pretende poner a los parlamentarios a discutir con funcionarios cubanos el respeto de los principios del derecho internacional chasqueando, simbólicamente, una agenda de piel.

No sé qué es más asombroso, que un león se pare en dos patas o discutir derecho internacional, en interés de la paz, con funcionarios del gobierno cubano. Después de todo, es el mismo que hace pocos meses se negó a condenar el terrorismo de la ETA en la Cumbre Iberoamericana. Vistas así las cosas, Johnsson tiene mucho más mérito que Blacamán.

En el Ringling, recuerdo a Tatiana, una rubia alta que, melena al viento, iba de pie sobre la grupa de un caballo que corría alrededor de la pista. Y aquel caballo sabía multiplicar. Evento pálido, sin embargo, en comparación con la UIP, donde una trigueña llamada Najma Hetulla (la presidenta india de la organización) quiere discutir el papel de la educación y la cultura como factores para una mayor participación en la vida política con los delegados cubanos en La Habana. Eso sí es increíble. En varios décadas de funcionamiento, el parlamento cubano se las ha arreglado para aprobar todas sus leyes por unanimidad. Si se trata de un verdadero parlamento, eso es mucho más asombroso que un caballo matemático. Y si sólo es un parlamento fantasma, ¿qué hacen esos legisladores en La Habana? ¿No les da vergüenza prestarse a esa farsa?

Que yo recuerde, el Ringling nunca pretendió que ninguna organización de matemáticos invitara a aquel caballo a sus deliberaciones. Ni tampoco los matemáticos plantearon nunca celebrar sus conferencias bajo la presidencia del equino y al abrigo de la carpa del Ringling. Parece que, en aquella época, los circos tenían más dignidad que la que tienen hoy algunas organizaciones parlamentarias.

Sabemos, por supuesto, que muchos de esos legisladores son amigos del pueblo cubano. Asisten a este evento con mal disimulada repugnancia y sólo para aprovechar esta embarazosa oportunidad para denunciar a la dictadura cubana. Se apresuran a subrayar el abismo que los separa de la misma reuniéndose con la disidencia interna, verdaderos representantes del pueblo cubano.

Estados Unidos, justo es decirlo, se ha negado a participar. Anders Andersson, el secretario general de la UIP, ha fingido sorpresa. ``Con frecuencia delegaciones legislativas estadounidenses visitan la isla'', dijo, ``así que no creo que sea por Cuba''. Eso, por supuesto, no es cierto. El Congreso de Estados Unidos jamás ha enviado ninguna delegación a La Habana. Algunos congresistas norteamericanos, a título personal, han visitado Cuba y se han entrevistado con distintos funcionarios. Obviamente, algo muy distinto. Los congresistas norteamericanos no van a esta 105 Conferencia en La Habana precisamente porque es Cuba, es decir, porque es una dictadura comunista donde no hay elecciones democráticas desde hace 40 años, y donde no existe ningún verdadero parlamento ni nada remotamente parecido. Y porque prestarse a esa farsa, como hacen tantos congresistas de izquierda, no es digno de ningún legislador que respete la democracia y se respete a sí mismo.

Un circo similar están ofreciendo las ``organizaciones de masas'' cubanas en Ginebra. Son las mismas que Lenin llamaba ``poleas de transmisión'' del Partido Comunista. Ahora, en cambio, las vemos testimoniando ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, como ``organizaciones no gubernamentales''. Por favor. Todas estas organizaciones han sido creadas por el gobierno, son sufragadas por el mismo, cumplen directamente sus instrucciones y están dirigidas por funcionarios estatales.

Mientras tanto, las verdaderas organizaciones no gubernamentales, como las disidentes o como Freedom House, Americas Watch, Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional no son reconocidas como tales. Es como si el único matemático que reconociera la Comisión, o la Unión Interparlamentaria, fuera el caballo. Y aun así, me quedaría corto porque, después de todo, aquel caballo sabía multiplicar.