En defensa del neoliberalismo
 

El llamado del libro

 

Adolfo Rivero


Hace exactamente una semana recibí una llamada a las seis de la mañana. Salté de la cama y me precipité sobre el teléfono, haciendo un vertiginoso inventario de desastres posibles. Me salió la voz de un viejo amigo, un periodista cubanovenezolano. Era, sin duda, una de las pocas personas idóneas para trasmitirme una noticia trascendental. "¡Te tienes que leer el libro de Américo Martín! --me dijo-- ¡No lo he podido soltar en toda la noche! ¡Perón, Guiteras, Lenin, Getulio Vargas, todo está ahí!''

Le expliqué que una llamada como ésa me podía costar la vida. Descartó la idea como ridícula. Quería mi opinión sobre si las discusiones de Preobrayenski y Bujarin en los años 20 eran equivalentes a las del Che Guevera con Marcelo Fernández en los años 60. Y por qué. Aunque no puedo reproducir aquí lo que le dije (El Nuevo Herald es un periódico familiar) cito la anécdota como ejemplo y advertencia de los efectos que puede provocar este libro en personas inteligentes y bien informadas.

Ahora, después de haberlo leído por primera vez, creo que América y Fidel Castro de Américo Martín se va a convertir en un libro imprescindible para los interesados en el enorme continente que yace al sur del Río Grande. No sólo la historia de América Latina en el siglo XX, sino la situación actual, tan llena de peligros como de esperanzas, tiene una de sus claves en la revolución cubana y en la figura de Fidel Castro. Y pocos mejor calificados que el autor para abordar un tema tan complejo. Dirigente estudiantil, comandante de un frente guerrillero, diputado al Parlamento, candidato a la presidencia, abogado y autor de una decena de libros, pertenece a una generación que dejó su juventud, y muchas veces sus huesos, combatiendo por una causa equivocada. Esa generación es la mía. Tanto, que recuerdo haber coincidido con Américo Martín en uno de esos congresos internacionales de jóvenes y de estudiantes --también los había de sindicalistas, de mujeres, de arqueólogos, de filatélicos-- que los comunistas organizaban para extender su influencia. Mi recuerdo del enérgico muchacho de pelo negro peinado hacia atrás, sin embargo, no se corresponde con la foto que aparece en la contraportada. Es curioso que, en ocasiones, las canas se vinculen con la juventud intelectual y el pelo negro con ideas viejas y fatigadas.

Si usted se ha planteado preguntas sobre la revolución cubana, en este libro va a encontrar respuestas no sólo a ésas sino a muchas otras. ¿Cuáles son las fuentes del fidelismo? ¿En qué se diferencia el nacionalismo cubano de otros de América Latina? ¿Qué tenían de común Antonio Guiteras y Fidel Castro? ¿Qué debe Fidel Castro a Perón? ¿Han sido los cataclismos ruso y el cubano verdaderas revoluciones? ¿Estará dispuesto Fidel Castro a encabezar una tercera vía? ¿Tiene el dictador cubano una ideología? Estas son algunos de los numerosos interrogantes a los que el libro dedica fascinantes análisis.

América y Fidel Castro empieza discutiendo lo que considera las cuatro fuentes del fidelismo: la tradición autoritaria (compartida por toda Hispanoamérica), el nacionalismo, el movimiento estudiantil y el leninismo. Al analizar la tradición autoritaria, herencia de España, AM arranca con una frase lapidaria de Alberdi: ``La guerra de independencia nos dejó la manía aciaga del heroísmo. Aspiramos todos a ser héroes y nadie se contenta con ser hombre''. Esto lo lleva a investigar las fuentes de la militarización en Cuba. No deja, sin embargo, de tocar ``el manantial de la cultura contrarrestante del autoritarismo y de orígenes tan remotos como los de aquél: los cabildos, uno de los antecedentes democráticos en secreta disputa con los poderes centrales, siempre inclinados a monopolizar funciones y a impedir que otros se apropien de ellas''.

Me parece que hubiera sido pertinente enlazar esta tradición democrática con la lucha de la disidencia en los países comunistas, subrayar cómo, si la dictadura representaba una vieja tradición, las fuerzas democráticas también representaban otra que corre paralela a la primera. Y destacar cómo esa tradición es la fuente oculta de un fenómeno tan extraordinario como la insólita persistencia de la disidencia cubana. El autor sabe mucho de América Latina, pero creo no presta debida atención a Estados Unidos y, sobre todo, a las ideas de la libertad individual que este país representa. Ideas, a su vez, herederas de la Ilustración, aunque no de la Ilustración francesa, sino de la escocesa. Esta limitación se refleja en la bibliografía.

El libro tiene un prólogo, que no tiene desperdicio, de Teodoro Petkoff, otro veterano de todos los combates. Me he pasado la vida oyendo de él y de su hermano. Pero este libro excepcional rezuma algo más que erudición, experiencia práctica y gracia de redacción. Y es cariño por Cuba y por su pueblo. Todo el que conozca lo preocupados que andamos los cubanos con la lamentable emergencia de Hugo Chávez, sabrá que el sentimiento es mutuo.

Hizo bien mi amigo en llamarme a las 6 de la mañana. Si me hubiera llamado un poco antes, hubiéramos podido empezar a discutirlo aquella misma noche.

La primera edición del libro, 2001, es de la Editorial Panapo, Caracas, Venezuela. 

La edición en USA es de Ediciones Universal, 2001
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