-
Mientras se dispone a darles la
bienvenida a los líderes de 20 países
esta semana, Corea del Sur debe
confrontar una verdad incómoda. La
exitosa estrategia económica que la puso
en condiciones de ser anfitriona de esta
reunión del Grupo de los 20, G-20, se
está agotando y sustituirla no será
fácil.
Hace 50 años, aparentemente inmersa en la
pobreza y el hambre, Corea del Sur comenzó
una vertiginosa expansión hacia la riqueza
mientras no perdía de vista a su vecina,
Corea del Norte, que la había invadido diez
años antes y que la continúa amenazando.
Corea del Sur es hoy la decimoquinta
economía del mundo, sede de multinacionales
de la talla de Samsung y Hyundai y un modelo
para los países en desarrollo.
Pero la estrategia económica que funcionó
tan bien durante tanto tiempo ya recorrió su
camino. Corea del Sur alcanzó el nivel de
riqueza que se puede obtener a través de la
dependencia de las exportaciones. El
porcentaje de su producción que depende de
las exportación de bienes, 43%, es el más
alto de las países avanzados.
"El país está en un punto de inflexión",
dijo el ministro de Finanzas, Yoon
Jeung-hyun, en un reciente discurso. "Aparentemente
hay un límite en las industrias de
exportación para crear nuevos empleos y
valor agregado", reconoció.
La pregunta que enfrenta Corea del Sur es
simple y, al mismo tiempo, difícil: ¿puede
hacer los ajustes necesarios, económicos,
políticos y culturales, que le permitan
continuar su trayectoria ascendente?
Los economistas coreanos y extranjeros
concuerdan en que el país debe realizar
cambios fundamentales en su sociedad
jerárquica y dominada por los hombres, no
solamente incorporando a más mujeres a la
fuerza laboral, sino fomentando la
innovación y el espíritu emprendedor,
ascendiendo a los empleados por sus méritos
y no por los años que llevan en una empresa
y abriendo la puerta a los inmigrantes.
Corea del Sur también tendrá que reducir la
profunda injerencia del Estado en la
economía, un vestigio de la época en la que
poderosos presidentes y ministros tomaban
decisiones difíciles respecto a la
asignación de un capital escaso. También
tendrá que relajar la adhesión del país a
las jerarquías basadas en el confucianismo,
siguiendo el camino tomado por vecinos como
Japón, China, Hong Kong y Singapur.
El presidente de Corea del Sur, Lee
Myung-bak, describió en términos amplios los
obstáculos al avance económico en el país.
"Hay mucho trabajo que hacer en la reforma
de muchas de las instituciones sociales o de
las normas, prácticas y tradiciones que
hemos tenido en este país durante muchos,
muchos años", dijo Lee. "Tenemos ahora la
necesidad de intentar cambiar", agregó.
La forma en que Corea del Sur enfrente estos
desafíos será observada de cerca por docenas
de pequeños países que imitaron su exitoso
modelo de desarrollo exportador y por países
de ingresos medios, incluyendo Taiwán,
Arabia Saudita, Israel y Portugal que están
llegando a mesetas en cuanto a su desarrollo
y potencial.
Auge y estancamiento
El veloz auge de Corea del Sur comenzó en la
década de los 60 bajo el dictador militar
Park Chung-hee, que dirigió el escaso
capital a muchas de las mismas industrias
que hicieron de Japón una potencia: los
textiles, el acero, los autos y los
productos electrónicos. Los surcoreanos se
rebelaron contra el gobierno autoritario y
establecieron una democracia constitucional
en 1987, pero la economía siguió creciendo
aceleradamente.
El ingreso per cápita de Corea del Sur llegó
a los US$20.000 en 2007 y si bien la crisis
asiática de 1997 y 1998 asestó un golpe a la
tradición que existía del empleo vitalicio y
obligó a las empresas a focalizarse en la
rentabilidad más que en el crecimiento como
un fin en sí mismo, la interrupción de la
trayectoria ascendente del país fue breve.
Bajo la superficie de esa creciente
prosperidad, sin embargo, comenzaban a
germinar los problemas.
El crecimiento económico de Corea del Sur
promedió 4,3% anual durante la última década,
por debajo del 6,2% de los años 90. Este año,
el Producto Interno Bruto se expandirá
alrededor de 6%, porcentaje superior al de
las economías avanzadas. Sin embargo, este
resultado vendrá después de dos años de bajo
crecimiento. Los economistas esperan que el
próximo año el crecimiento se ubique entre
3% y 4,5%.
Además, el potencial de expansión ha caído
más en los últimos 15 años que en cualquier
otro país desarrollado, según la Cámara de
Comercio e Industria de Corea del Sur. Un
estudio reciente elaborado por la entidad
muestra que el potencial de crecimiento, el
máximo posible cuando todos los factores de
producción como trabajo y capital son
utilizados, alcanza 4% anual y posiblemente
se reduzca a entre 2% y 3% anual en los
próximos 10 años.
Todo esto ocurre a un nivel de ingresos
mucho menor que el que tenía Japón cuando le
sucedió lo mismo. A fines de los 80, cuando
el potencial de crecimiento de Japón declinó
a entre 3% y 4%, su ingreso per cápita
excedía los US$30.000. El de Corea del Sur
hoy ronda los US$20.000.
Parte de la razón del estancamiento es
demográfica. El país simplemente no tiene
suficientes personas para desempeñar empleos
que impulsen el crecimiento. Con solamente
1,15 bebés por madre, la tasa de natalidad
de Corea del Sur es la más baja de todos los
países desarrollados. La cantidad de gente
entre los 25 y los 49 años ya alcanzó su
nivel máximo y entre 2017 y 2019 el conjunto
de la población en edad productiva comenzará
a bajar.
Asimismo, Corea del Sur ha llegado a un
punto en el que tanta gente se ha educado
que pocos se presentan para empleos de baja
remuneración y de poca especialización. Esto
ha dejado a las granjas y la industria en
busca de trabajadores al tiempo que muchos
egresados de la universidad pasan años
esperando oportunidades en las grandes
compañías y en el gobierno.
El modelo hoy para Corea del Sur, dicen los
economistas, deberían ser los países de
Europa y América del Norte que desarrollaron
un robusto sector de servicios, que absorbe
a los empleados altamente calificados y
complementa al sector manufacturero, creando
diferentes entornos de trabajo que estimulan
la innovación y la creatividad.
Al tope de la lista de prioridades del
gobierno está dejar de microadministrar la
economía. Ese involucramiento tenía sentido
cuando el país se levantaba de la nada con
un capital limitado y un bajo nivel
educativo. Ahora, sin embargo, se considera
que la mano del gobierno ahoga la
competencia y el crecimiento. Las
regulaciones, por ejemplo, establecen que
una cervecera en Corea del Sur tiene que
producir 3,8 millones de botellas al año, lo
que impide a las empresas nuevas competir
con las dos grandes cerveceras.
La forma más veloz de estimular el
crecimiento sería aceptar a más trabajadores
extranjeros. Corea del Sur tiene 557.000
trabajadores extranjeros, alrededor de 2% de
su fuerza laboral de 23 millones. Esa cifra
es más alta que en Japón donde es inferior a
1% pero está muy debajo del 10% de Estados
Unidos.
Pero los extranjeros pueden quedarse cinco
años en las compañías de propiedad coreana,
de acuerdo con las leyes laborales. La
inmigración permanente es muy poco frecuente,
aunque ha crecido en los últimos años para
una categoría especial de inmigrantes: las
mujeres de otros países, en particular del
sudeste asiático, que se casan con los
granjeros solteros que quedaron en las zonas
rurales luego de que las jóvenes coreanas
emigraran a las ciudades.
A pesar de todo esto, un estudio de Danny
Leipziger, un profesor de la universidad
George Washington, y ex vicepresidente del
Banco Mundial, muestra que, con suficientes
mejoras de productividad y un mayor nivel de
empleo para mujeres y para personas mayores,
Corea del Sur podría incluso llegar a la
meta de crecimiento de 7% que Lee anunció en
su campaña presidencial. "El futuro no está
escrito en piedra", dijo Leipziger.
Tomado del Wall Street Journal