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Mario Zuluaga
El lunes 14 de noviembre tuvimos la oportunidad de escuchar las entrevistas que el canal City TV le hizo a Antonio Navarro, ex guerrillero y candidato del PDI, (Polo Democrático Independiente) y Horacio Serpa, precandidato del partido Liberal colombiano. Dentro de las muchas cosas que dijeron los precandidatos, opiniones que ya conocemos como propias de la izquierda, quiero destacar dos que definen el carácter irresponsable y populista de quienes ignoran el funcionamiento del estado. Propone Navarro, en el caso de llegar a la presidencia, invertir mil millones de dólares (harta plata, ¿verdad?) en desarrollo rural. No dice cómo hacerlo, no esboza ningún plan de inversión, y no dice cómo hacerlo porque no sabe si la “inversión” es productiva, no dice quienes serán los beneficiados de tan cuantiosa erogación y no sabe tampoco si generará desarrollo y bienestar. Lo que si sabe con certeza este delirante “salvador” de la patria es que seremos los contribuyentes quienes financiaremos su aventura populista. Es claro que lo que propone nuestro flamante candidato es un subsidio a secas. Navarro, tan crítico del FMI, se comporta ahora como un fiel seguidor de las recetas de aquel ente despilfarrador. No se ha enterado el candidato que toda la plata que el FMI ha entregado al tercer mundo no ha traído desarrollo y sólo ha enriquecido una clase parásita de mercantilistas criollos. Muy por el contrario, ha empobrecido a muchas naciones hasta la náusea. Como bien lo expresan los liberales clásicos: “dinero de los pobres de los países ricos entregado a los ricos de los países pobres”. Y lo más ingenuo de su propuesta es que, cómo él lo dice, ése sí será un verdadero plan de paz. Nos quiere convencer de que con ello la guerrilla será derrotada. Si esa propuesta no es ingenua o maliciosa es porque Navarro nos considera idiotas. Lo que Navarro nos está diciendo es simple y llanamente que ese dinero irá a parar a manos de la guerrilla. La guerrilla no es urbana, sus comandos urbanos son los que han sido completamente derrotados, lo que queda de la guerrilla es su facción rural, la integran principalmente campesinos que en el momento de la repartija estarán allí con los azadones al aire, los fusiles bien escondidos y las malas intenciones en el corazón. A Navarro no sólo lo asiste la ideología izquierdista si no que nos propone los métodos fracasados de la derecha intervencionista.
Y si Navarro hace esfuerzos por mostrarse coherente, el precandidato Serpa alcanza niveles superiores de delirio; su populismo no lo disimula, su único deseo es ser elegido presidente, no importa que para ello haya que darle falsas ilusiones a los estratos más pobres a cambio de un voto en las urnas. Sus propuestas son más locas que las del legendario “Doctor” Goyeneche quien nos divertía proponiendo la pavimentación del río Magdalena y así abriríamos una expedita carretera al mar, y agregaba: “como ya el río tiene el agua y la arena, sólo falta poner el cemento y el problema queda resuelto”. Ponerle un techo a Bogotá para protegernos del invierno (muy útil por estos tiempos de lluvia) era otra fascinante propuesta de nuestro simpático Goyeneche. Pero el precandidato Serpa no se queda atrás. Con el brillo en los ojos brotados de quien encontró el santo grial de las soluciones, propone doblar el salario mínimo. Nadie parece haberle explicado al señor Serpa que su propuesta hecha realidad podría, de la noche a la mañana, doblar el desempleo y paralizar las fábricas. El señor Serpa no entiende que para que el trabajo genere riqueza debe ser productivo. Cuando una empresa le paga a un trabajador un determinado salario es porque ese trabajador genera un valor superior al que recibe. Ésto es lo que permite el crecimiento y por lo tanto la generación de nuevos empleos. Y lo más cómico de la explicación de Serpa fue cuando nos aseguraba que su propuesta favorece al empresario, no nos dijo cómo, y remata diciendo que eso se lo aseguró un economista amigo a quien le tiene mucha fe. ¡Que Dios nos tenga de su mano!
Y un comentario final sobre los entrevistadores de City TV, los periodistas Darío Restrepo y Enrique Santos. Parecían entrevistando a viejos amigos o familiares cercanos, no cuestionaban a sus entrevistados ni intentaban rebatir sus opiniones. Eran los más convencidos. Se les olvidó que al entrevistado hay que estremecerlo, llevarlo a los límites de la contradicción, probarlo en las aguas procelosas de la economía. No olvidemos que aquel dúo de “profundos pensadores” quiere la presidencia de Colombia y es más fácil atajar a un perverso que a un bruto activo.
Mario Zuluaga Departamento de Matemáticas Universidad Nacional de Colombia Bogotá
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