CUBA: El primer día de TV Martí
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septiembre 4, 2010 – 7:20 am
Angel
Savón
El 27 de marzo de 1990 se recibía sobre el territorio cubano por
primera vez la señal televisiva de TV Martí. Fue bloqueada en diez
minutos y el resultado para el gobierno norteamericano y el
exilio fue un rotundo ridículo, que no ha dejado de serlo en más
de veinte años de “servicio.”
Bajo la administración Reagan surgió la idea de iniciar las
transmisiones de televisión hacia Cuba con el fin de romper el
bloqueo informático de la dictadura castrista. En 1989, la
Cámara y el Senado aprobaron sendas Resoluciones autorizando la
estación de televisión una vez que las pruebas hubiesen sido
llevadas a cabo de manera satisfactoria, sin tener en cuenta que
el gobierno cubano tomaría sus propias medidas defensivas. Fue
bajo la administración de Bush padre que se inauguró el servicio
de TV Martí.
Se escogió la variante de utilizar un globo cautivo portando un
potente transmisor de 10 kw con su sistema de antenas apuntando
al occidente de Cuba. El “Fat Albert”, así llamado, se
estacionaría entre 10 y 14 mil pies de altura en la zona de
Cudjoe Key, Florida. Todo un reto tecnológico, en particular el
dispositivo creado para mantener las antenas dirigidas hacia La
Habana a pesar del viento y los movimientos del globo.
El gobierno cubano enfrentó el ataque en dos frentes: el
diplomático y el técnico, denunciando la ilegalidad del plan en
los organismos internacionales de comunicaciones y en el Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas. En el plano interno designó al
Ministerio de Comunicaciones y a la Dirección Técnica del
Ministerio del Interior como organismos rectores de un proyecto
que contaría con todo lo necesario para asegurar el bloqueo de
TV Martí.
Se diseñaron tres equipos de interferencias por diferentes
grupos de ingenieros para seleccionar el más efectivo. Eran
portables, de aproximadamente 50 x 70 cms, y ligeros. Se
comenzó su construcción en los Talleres de Comunicaciones
situados en la carretera de Vento, en La Habana. Se usaron
piezas electrónicas soviéticas, otras sacadas de equipos
diversos retirados de servicio y se realizó una pequeña
inversión en piezas japonesas. En resumen, costo mínimo, ya que
el salario de los técnicos e ingenieros era el mismo que
recibían en sus empresas en moneda cubana. En el exilio se
hablaba del “enorme costo” de estos equipos.
Un diseño muy simple con electrónica de ferretería. Poca
potencia. No era necesaria. Podemos decir como ejemplo que una
”gota” de señal de interferencia puede destruir un “lago” lleno
con señal de TV Martí. Se desplegaron casi 50 equipos a lo
largo de la costa norte lo más cerca posible al mar, en
edificios altos o elevaciones naturales, desde la antigua
Academia Naval en Mariel hasta Santa Cruz del Norte. Para el
esperado “primer día” dos naves de la Marina de Guerra
navegarían cercanas al litoral con equipos de interferencia a
bordo y dos helicópteros, también con equipos, estaban listos
para volar sobre el mar o la tierra. La zona más densamente
poblada –La Habana y sus alrededores– era el objetivo principal
a proteger.
Los equipos diseñados no generan una barrera de interferencia
para todos los canales de TV, solo para un canal en particular.
Salían del taller sintonizados al canal 13 en banda VHF (2~13),
ya que se esperaba fuera el seleccionado para TV Martí. Era un
canal que no existía en La Habana y con eso evitaban que el
gobierno cubano los acusara de interferir canales nacionales.
Además, informes de inteligencia confirmaban que ese era el
seleccionado. De haber salido TV Martí al aire ese día en otro
canal libre hubiera sido necesario resintonizar los equipos de
interferencia en el lugar de instalación, una demora de casi una
hora. No contaban siquiera con el factor sorpresa, ya
que se sabía el día exacto de salir al aire –supuesto top
secret– y casi que la hora aproximada.
Finalmente el 27 de marzo de 1990 en horas cercanas al mediodía
–tal como se esperaba– salió al aire la señal de TV Martí y su
patrón de identificación apareció en los monitores.
La orden inmediata fue no activar la red de
interferencias, ya que se necesitaban diez minutos para que en
diferentes lugares del territorio cubano midieran la potencia de
recepción de TV Martí. Esos fueron sus “diez
minutos de gloria.”
A partir de ese tiempo la imagen se convirtió en un amasijo de
rayas y ruidos.
Varios transportes provistos de monitores y equipos de medición
salieron a recorrer una amplia zona para identificar aquellas
áreas donde pudiera recibirse TV Martí por causas diversas.
Este trabajo condujo a establecer dos importantes centros de
interferencia: uno en la loma conocida como Balcón de Lawton y
otro en la Loma de Menocal, en el medio de la provincia, que
podía cubrir todo el territorio sur.
Poco tiempo después el gobierno castrista denunció ante
organizaciones internacionales que estaba siendo interferida la
programación de un canal 13 cubano en la zona deMatanzas, lo
cual no era cierto, pero el transmisor existía realmente y
estaba registrado, obligando a TV Martí a cambiar su horario de
transmisión; decidieron salir al aire entre las horas de 3 a 6
de la madrugada, cuando no estaba en operación el transmisor
supuestamente interferido. Increíble horario que usó durante
algunos años. Todo en función de la legalidad. Muy importante es
que la red de interferencia se activaba a la hora de comenzar la
programación de TV Martí y se desconectaba tan pronto terminaba.
No estaba en el aire en forma permanente.
Hay que hacer notar que muchos
de los ingenieros y técnicos cubanos que habían participado en
la red de bloqueo querían que TV Martí tuviera éxito.
Y lamentaban la falta de tino de sus creadores en no haber
utilizado un par de canales en la banda de UHF (14~83),
totalmente libre en toda Cuba, en lugar del designado canal 13.
Según decían –no confirmado– el motivo que tuvieron en cuenta
los patrocinadores de TV Martí fue que los televisores
soviéticos y los famosos “Caribe” ensamblados en el país y
usados por la mayoría de los habitantes no contaban con
sintonizadores de UHF. Se olvidaron que solo en La Habana
habían cerca de cincuenta mil televisores, en su mayoría japoneses,
traídos por personal que viajaba al extranjero en ese tiempo y
capaces de recibir en esa banda. Tampoco pensaron que los
cubanos, por su cuenta, hubieran sido capaces de construir los
sintonizadores de UHF. Esto quedó demostrado cuando años más
tarde ensamblaban receptores de mucha mayor frecuencia y técnica
más complicada (strip
line)
–con piezas enviadas por sus familiares en el exilio–para
recibir la televisión turística desde el transmisor del hotel
Habana Libre.
A partir de ese primer día, TV Martí solo podía verse en la
Dirección Técnica del MININT, la sala de transmisiones
internacionales del Instituto Cubano de Radio y TV –directo del
satélite para ser grabada–, y en el salón de espera de la
Oficina de Intereses de USA en La Habana. Las causas principales
del fracaso fueron, en primer lugar, una alta dosis de
politiquería desde su inicio, un proyecto mal diseñado en cuanto
a sus posiblidades reales, y una total subestimación de la
capacidad de los técnicos e ingenieros cubanos.
Todos estos fondos empleados para TV Martí en los últimos veinte
años han servido de mucho y a muchos, pero sin lograr el fin a
que fueron destinados. Tales
fondos podían haberse sumado a los de Radio Martí,
un proyecto donde la batalla no está perdida y quedan muchas
cosas por hacer.