El presidente Reagan dijo una vez que Washington le había declarado
la guerra a la pobreza y que la pobreza había ganado. A principio de
los años 90, se habían gastado más de $5 billones en programas de
asistencia social, y los gastos anuales de esos programas superaban
los de la defensa. Hipertrofiadas nóminas de asistencia social,
dependencia crónica y crecientes índices de ilegitimidad acompañaron
este aumento de los gastos, hasta que los republicanos conquistaron
la mayoría del Congreso. Esta semana se conmemora el décimo
aniversario de la reforma republicana de la asistencia social, buena
ocasión para reflexionar sobre la más exitosa transformación de la
política social en 50 años.
El presidente Clinton vetó dos veces la reforma conservadora del
bienestar social antes de que la firmeza republicana asegurara una
legislación que le ponía un límite de cinco años a los pagos en
dinero e impusiera requerimientos de trabajo a sus beneficiarios. El
bienestar social ya no iba a ser un pago automático que subsidiaba a
los desempleados y las madres solteras. La "compasión" liberal,
había impuesto la descomposición social en generaciones de los
americanos más pobres, iba a ser reemplazada por un sistema que
alentaba la autosuficiencia y la responsabilidad. Los objetivos
republicanos eran reducir la dependencia, la pobreza infantil y la
ilegitimidad, y aumentar el empleo. Diez años más tarde, esos
objetivos se han cumplido.
Desde 1996, las nóminas del bienestar social han disminuido en casi
60 por ciento. 1.6 millones menos de niños viven en la pobreza; el
rápido y constante crecimiento de la ilegitimidad ha terminado, y
hay más madres solteras trabajando que nunca antes. Los estados con
los programas de trabajo más estrictos han tenido reducciones de
hasta 80 por ciento en sus casos de asistencia social. La mayor
disminución de la pobreza ha sido entre los niños negros: para el
2001, la pobreza infantil negra estaba en el nivel más bajo de su
historia. A partir de 1965, el índice de los nacimientos fuera de
matrimonio - que entonces era de 7.7 por ciento - había subido
alrededor de 1 por ciento anual, llegando a 32.2 por ciento en 1995.
En contraste, el índice de crecimiento en los últimos años ha sido
una fracción del anterior y, en consecuencia, alrededor de 1.5
millones menos de niños han nacido fuera de matrimonio de los que
pudieran haber sido. Y la mayor disminución de la dependencia ha
sido entre las madres solteras: el empleo entre las madres que nunca
se han casado ha aumentado en casi 50 por ciento, y entre las más
jóvenes (entre 18 y 24 años) casi se ha duplicado.
Mientras el presidente Reagan estableció la base para este histórico
mejoramiento del bienestar de los pobres, hicieron falta los
valientes y decididos republicanos del Congreso para ponerlo en
práctica. En la Cámara, sus promotores más importantes fueron Clay
Shaw y Jim Talent (que desde entonces ha pasado al Senado). Los
esfuerzos del Senado estuvieron encabezados por Rick Santorum, Lauch
Faircloth y Phil Gramm. Juntos, se impusieron contra los demagógicos
defensores del estado del bienestar social cuyas histéricas
alegaciones han sido completamente desmentidas por la historia. El
difunto senador Daniel Patrick Moyynihan calificó la reforma del
bienestar social como "el acto de política social más brutal que
hayamos conocido desde la Reconstrucción''. Marian Wright Edelman
dijo que millones de niños se hundirían en miseria. Su esposo,
Meter, secretario de Salud adjunto en el gobierno de Clinton,
renunció a su cargo en protesta y pronosticó que la reforma
aumentaría la malnutrición, el crimen y la violencia familiar.
Armados con la razón y la fortaleza de sus convicciones, los
conservadores enfrentaron esas falsas alegaciones. Y, al hacerlo,
demostraron ser los verdaderos campeones de los pobres.