Stephen Moore
Si rebajar los impuestos no funciona, ¿por qué es tan popular en
el exterior?
Recientemente estaba hablando con Mart Laar, el antiguo primer
ministro de Estonia y el padrino del impuesto único (flat tax)
de ese país. Según me explicó la mayor oposición de su reforma
del impuesto único no vino del público sino en los economistas y
otros "sabios" del gobierno.
"Me dijeron, 'No podemos tener un impuesto único. No está
probado. No va a funcionar. Va a provocar déficit
presupuestarios'', recuerda Laar. Sin embargo, él estaba
convencido de que sí podía funcionar porque lo había leído en el
clásico de Milton Frriedman, "Libre para Escoger". Y así fue
que, en 1994, Llar hizo caso omiso de los economistas y
estableció un impuesto único de 23 %. Desde entonces, Estonia ha
experimentado uno de los crecimientos económicos más rápidos del
mundo.
Aquí hay una lección para nosotros: frecuentemente las elites
intelectuales resisten las ideas revolucionarias en la economía.
Ronald Reagan lo descubrió en 1980 cuando fue ridiculizado por
proponer rebajas en las tasas marginales de impuestos como cura
para la alta inflación y el malestar económico de los años 70.
Garner Ackley, un antiguo presidente del Consejo de Asesores
Económicos le dijo al Congreso que sería "un milagro" si las
rebajas de impuestos fueran a reducir la inflación y aumentar el
crecimiento. Pero justamente la reducción de la inflación y el
aumento del crecimiento fue lo que sucedió en los años 80.
Y aquí estamos 27 años más tarde: con 40 millones de más empleos
y un valor neto casi $50 billones mayor, y sin embargo la
intelectualidad de izquierda sigue obsesionada con desacreditar
la economía de la oferta (supply-side economics). En las últimas
semanas, el New York Times, el New Yorker, la New Republic y
muchas otras publicaciones "liberales" han dedicado grandes
espacios para atacar toda la teoría de que bajar los impuestos
pueda aumentar los incentivos para invertir, ahorrar y trabajar.
Los campeones originales de la idea, hombres como Arthur Laffer
y George Gilder, no sólo están equivocados, según la New
Republic están "enfermos", "trastornados" y "posiblemente
dementes". James Surowiecky se queja en el New Yorker de que
prescribir bajar impuestos para la economía es equivalente a
"decir que la mejor forma de tratar a los enfermemos es hacerles
una sangría para sacarles los malos espíritus".
La calidad de este discurso rara vez se remonta por encima de
estas tonterías. Sin embargo, algunos argumentos se repiten
tanto que es necesario confrontarlos. Uno es que los economistas
de la oferta alegan deshonestamente que las rebajas de impuestos
aumentan los ingresos por impuestos. Ahora bien, nosotros
podemos discutir eternamente si los ingresos por impuestos
hubieran sido más altos o más bajos sin las rebajas de impuestos
de Bush en el 2003. Pero queda un hecho muy obstinado: Los
ingresos por concepto de impuestos han subido, no bajado, en
$745,000 millones en cuatro años desde las rebajas del 2003.
Surowiecky nos dice que "miles de estudios" encuentran que las
rebajas de impuestos de Bush han conducido a "mayores déficits
presupuestarios".
¿Mayores déficits? Tras la segunda rebaja de impuestos del 2003,
el déficit presupuestario bajó de $401,000 millones en el año
fiscal del 2003 a $163,000 millones en el AF del 2007.
La economía de la oferta también se denuncia como un instrumento
para dar grandes beneficios impositivos a las corporaciones y
personas de grandes ingresos. Pero, puesto que tantos americanos
ricos son demócratas, no está claro por qué los republicanos
debieran de estar tan preocupados por ayudarlos.
En todo caso, la porción de los impuestos pagados por el 1% y 5%
de las personas de mayor ingresos ha estado subiendo desde 1980
hasta el 2007, aunque las tasas de impuestos hayan estado
bajando. Hoy, los impuestos a los ingresos más altos son la
mitad de lo que eran en los años 70. Sin embargo, la porción de
impuestos pagados por el 1% de los mayores ingresos es el doble
(39%) de lo que era entonces (19%).
Independientemente lo que uno crea sobre los efectos
distributivos de las rebajas de impuestos de Reagan y Bush, no
se puede ignorar la realidad de que la tasa de crecimiento
económico ha subido tras cada uno de los cambios. Lo mismo que
sucedió en los años 60 tras las rebajas de impuestos del
presidente Kennedy. Robert Rubin y otros dicen que la economía
floreció en los años 90 también, después de que Bill Clinton
aumentara los impuestos. Pero la economía de la oferta nunca ha
dicho que sólo importan las rebajas de impuestos. El comercio
importa. Una buena moneda importa. Las regulaciones importan, En
los años 90, las políticas monetarias, comerciales y de gastos
se inclinaban hacia el crecimiento, compensando el impacto
negativo de los aumentos de impuestos de Clinton.
Lo que los críticos no pueden responder es lo siguiente: Si el
modelo de la reducción de impuestos es tan malo, ¿por qué tantas
naciones de todo el mundo lo están adoptando? ¿Qué explica el
Milagro Irlandés? ¿Por qué Alemania, Francia y el Reino Unido
están rebajando los impuestos a las corporaciones? ¿Por qué hay
18 naciones con impuestos únicos (flat taxes)? ¿Han enloquecido
sus dirigentes o han sido engañados por estafadores? Quizás una
mejor explicación es que comprenden intuitivamente lo que ha
encontrado un nuevo estudio del National Bureau of Economic
Research ha encontrado: Los países con bajas tasas de impuestos
en los negocios tienen índices estadísticamente significativos
más altos de nueva formación de empresas, inversiones e
ingresos.
Obviamente, la historia no está del lado de los críticos de la
economía de la oferta. Están perdiendo la discusión en todas las
capitales del mundo. Polonia acaba de anunciar que quiere tener
un impuesto único de 15% para el 2009. Pero la obsesión de la
izquierda americana con la idea de que los índices impositivos
no importan nos dice algo importante sobre el futuro. Están
preparando el terreno para enormes aumentos de impuestos si
capturan la presidencia.
Viva Estonia.
Tomado del Wall Street Journal
Trauducido por AR.