En defensa del neoliberalismo |
|
Consejo de Dios a las Naciones MERCANTILISTAS, MENCHEVIQUES Y BOLCHEVIQUES
En 1908 -hace casi 100 años- se consolidó el régimen de Juan Vicente Gómez, quien inauguró el período mercantilista en la historia de Venezuela. El mercantilismo es una clase de estatismo, en pro de sectores y empresas económicamente privilegiadas, mediante favores discrecionales del Estado y en contra de la libre competencia. Resultado: riqueza para pocos y miseria para el resto. No obstante el mercantilismo, protegido por cuatro caudillos militares sucesivos -Gómez, López, Medina y Pérez Jiménez- se sostuvo hasta 1958, por 50 años. Entonces la democracia comenzó a incorporar el socialismo, un estatismo de otra especie, “remedio” peor que la enfermedad y parecido a ella, y muy engañoso: una cosa es en el papel, y otra en la realidad. Pero, sin importar lo que digan y escriban sus partidarios (el papel aguanta todo), el socialismo es la erosión progresiva y posterior destrucción de la economía privada existente -casi siempre mercantilista, no capitalista de libre mercado-, y la entronización de privilegios estatales, esta vez en pro de los políticamente acomodados. El socialismo se oferta en dos variedades: menchevique o democrático, y bolchevique o “revolucionario” (comunista), palabras que les distinguen desde la Revolución Rusa de 1917. Casi siempre viene primero el menchevique, y después el otro, como en Venezuela. Pero el resultado es igual: riqueza para pocos y pobreza para el resto. Y el socialismo no sólo nos empobrece (en lo económico), también nos embrutece (en lo intelectual) y nos envilece (en lo moral). Aunque en países como Chile o Suecia los socialistas democráticos dilapidan la riqueza creada en años (o siglos) anteriores por la economía privada, reparten las migajas, y cacarean que es todo un éxito Desde 1958 los empresarios mercantilistas usaron a los políticos mencheviques (AD, URD, COPEI) como antes a los militares. Cerraron las puertas a los mercados reconociendo mutuamente sus respectivos privilegios, y a los uniformados los suyos. Los bolcheviques quedaron fuera, enguerrillados hasta los ‘70, cuando se les reconocieron privilegios en educación, cultura y bellas artes, diplomacia, prensa, gremios, etc., que aprovecharon muy bien. Por 40 años perduró este socialismo democrático conjuntado con mercantilismo residual y bolcheviques enquistados. Y en 1998 los bolcheviques, conducidos por un quinto caudillo militar, llegaron por los votos al poder, tras fracasar por la violencia en 1992. Desde entonces los insultos y agresiones a la empresa y a las esferas privadas se hicieron peores: más impuestos, inflación, confiscaciones, regulaciones. Y florecieron las “ayudas” estatales: Misiones, créditos blandos, subsidios, contratos y subcontratos, sin olvidar los puestos estatales y paraestatales para la familia y los amigos. Ahorita, después de un sorpresivo revés electoral, hasta voceros oficialistas admiten que no está funcionando, y hay descontento popular. Y hay escasez, carestía, corrupción e ineficiencia, y las ayudas no llegan a sus destinos declarados. Por eso la abstención campea en los votantes rojos, pese al esfuerzo de sus instructores ideológicos. El socialismo jamás funciona; por eso sus defensores cada vez dicen “Éste es distinto” (pero no lo es). ¿Y sabe por qué no funciona? Por el pecado. El capitalismo liberal es el único orden social diseñado y dispuesto -por Dios, en Su Palabra- conforme a la condición caída de la naturaleza humana. Si fuésemos ángeles santísimos, o seres inmaculados y no inclinados al pecado, tal vez al Gran Estado pudiera tomar a su cargo la producción y el comercio, la educación, la medicina, etc., con líderes y funcionarios transparentes, sabios y eficaces, velando por las necesidades e intereses de todos, imparcialmente y sin cogerse un centavo. Pero no es así la naturaleza humana. Por eso no hay sustituto eficaz para el capitalismo liberal, desconocido en Venezuela. Como todos, es un sistema de premios y castigos, pero que son los más eficientes, justos y éticos: las ganancias o las pérdidas, contablemente registradas, en libre competencia y mercados abiertos, sin privilegios para nadie. De manera que si Ud. es mejor que sus competidores en producción, comercio, educación, medicina, etc., y en su mercado (libre) Ud. atrae y conserva a sus clientes y usuarios, entonces Ud. hace ganancias. De otro modo sufre pérdidas, y debe hacer cambios. De esta forma se produce riqueza para todos, a diferencia del mercantilismo y el socialismo. No hay otro sistema así; es único. Y no hay otra salida para Venezuela.
Maestro Bíblico |