En defensa del neoliberalismo |
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Maracaibo, enero de 2008
Eventual recesión en EEUU, el tema de Davos
NO ES CRISIS DEL CAPITALISMO NI FRACASO DE LOS MERCADOS
Estudio sobre su verdadera naturaleza y efectos previsibles en Venezuela
-- Con 27 jefes de Estado y Gobierno, 113 ministros y los presidentes de los principales bancos centrales, el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) analiza la coyuntura mundial, dominada por la crisis de los mercados inmobiliarios y los préstamos hipotecarios de alto riesgo (“subprime”) en EEUU. Tratan también sobre el precio del petróleo a casi 100 dólares por barril y la debilidad del dólar, y los colapsos de las grandes Bolsas en estos días. El fantasma de una recesión mundial acapara los debates, y da origen a sombríos pronósticos sobre el futuro.
-- En Venezuela los agoreros chavistas gritan triunfales “¡Crisis del capitalismo! ¡Fracaso de los mercados!” Los antichavistas -también socialistas casi todos- comparten el fúnebre diagnóstico, pero se regocijan imaginando una baja en los precios petroleros que terminaría con el régimen. Y por su lado, desinformados defensores del seudocapitalismo norteamericano dicen “No pasa nada, esto es normal …” Las tres lecturas están equivocadas, según las conclusiones de un estudio del Centro de Economía de la Oferta (CEO), dirigido por Alberto Mansueti y presentado por su Presidente Néstor Suárez.
Ignorando el carácter de la crisis
En EEUU pasa algo, y es grave. No es normal. La reducción de tipos de interés en 0,75 % es la más grande en 15 años. Y muestra la desorientación de las “autoridades monetarias”, que parecen desconocer la naturaleza y causas profundas de lo que sucede. Es cierto que el dólar está seriamente amenazado.
Pero aunque no se diga en Davos, en EEUU no fracasa el capitalismo de libre mercado, sino un estatismo desbordado, gastador e inflacionario, con costosas facturas por educación, medicina y seguros socializados en lo interno, y por guerras en el exterior, pagadas todas con dinero sin respaldo, impuestos salvajes y deuda masiva. Y que para compensar a los agentes privados su debilidad relativa, les estimula artificialmente el consumo a crédito con endeudamiento.
Luego ese mismo estatismo -erróneamente tomado como capitalismo liberal por los enemigos del liberalismo, y por sus amigos confundidos- se sorprende cuando estas fallas del Estado son corregidas a su modo por los mercados. Peor aún, aspira a “remediar las cosas” con más de la misma enfermedad.
Endeudamiento con insolvencia
Los interminables discursos sobre y contra el “consumismo” deberían comenzar por distinguir entre: a) el alto consumo en una economía libre, productiva y próspera, y b) el consumo generado por un endeudamiento artificialmente alentado por los bancos centrales mediante inflación de billetes y/o de crédito.
Como enseña la Escuela austriaca de economía, el primero es genuino y duradero, con deuda privada en límites prudentes, y deuda pública casi en cero. Pero el segundo es ficticio, e induce a decisiones económicas en base a señales alteradas, rompiendo el equilibrio natural entre gastos en consumo e inversiones en capital, y causando el ciclo de auges inflacionistas alternados con crisis recesivas. Si EEUU escapa hasta ahora al castigo es sólo porque el dólar es menos sospechoso que las demás monedas, y muy demandado como dinero en todo el mundo.
Lo que tenemos son inversiones que ahora se descubren equivocadas -en crédito al consumo, hipotecas “subprime”, recompras de acciones con apalancamiento, etc.-, y una gigantesca deuda privada. El colapso de tan enorme masa de deuda provocaría una contracción crediticia, y descapitalizaría a familias y empresas que han visto caer respectivamente su renta disponible y sus beneficios por las subas de precios y costes.
La reducción en los niveles de solvencia incrementa el riesgo masivo de generalizada cesación de pagos, poniendo en grave peligro a los bancos.
Efectos previsibles en Venezuela
Si con el nuevo recorte se reanuda el ciclo, se agrava el problema: más deuda. Y una amenaza siempre pendiente de recesión global, con cierres de empresas y despidos, y bajas en los consumos, incluso de combustibles, y consecuente caída en los precios del petróleo. Pero en Venezuela los petrodólares no le llegan al pueblo, ni a los sectores medios. Lo que sí les llega es una intensa propaganda ideológica, culpando al “cochino capitalismo neoliberal” por la carestía, la escasez, la pobreza y todos los males habidos y por haber. Y dada la ignorancia reinante, les convence.
Sus oponentes suponen que el sostén de la “V República” de Chávez es el precio del petróleo. Pero es la total ausencia en la oposición de una propuesta más sólida y seductora que la del Socialismo Revolucionario. Con menos ingresos por exportaciones, lo más probable es que Chávez se vuelva más adoctrinador, y tal vez más represivo.
No obstante lo que puede haber en el futuro es un escenario de mayor inflación de precios, especialmente de las materias primas, hoy refugio contra la pérdida de poder de compra; y se incluye el petróleo. La mayor parte de ellas han aumentado sus precios un 35 % desde agosto de 2007, y desde el reciente anuncio del Fed se han disparado el oro y la plata, y el crudo ha subido 3 dólares (3,5 %).
Remedios viejos: falsos y verdaderos
La causa más directa de la fase actual de la crisis radica en las reducciones del Fed del anterior presidente Greenspan cuando el colapso recesivo de 2001. El crédito extra se dirigió entonces al mercado inmobiliario -así como hoy a las materias primas-, y aquellas lluvias trajeron estos lodos. Pero el Fed de Bernanke es igual de arrogante y obcecado, y reiterativo en los errores. Los menores tipos no tranquilizan a los mercados, como muestra el desplome de las bolsas y las tensiones en el mercado interbancario; sin embargo los “gurús” del Fed y de Davos se resisten a ver la luz.
Tampoco caben los faraónicos planes para incrementar el gasto público o reducir impuestos con cargo a la deuda. El incremento del gasto y el déficit estatales generan “efecto crowding-out”, o desplazamiento de los ahorros privados hacia el sector estatal.
Para EEUU, las reformas en la dirección correcta son: evitar caer nuevamente en controles de precios y/o cambios; reducir significativamente los déficits de presupuesto, gastos públicos y los impuestos; deslegislar, o sea decretar de urgencia desregulaciones y liberalizaciones en los mercados de factores para remover los desestímulos en la economía. Y acabar con la política monetaria expansiva de bajas artificiales de intereses e inyecciones indiscriminadas de liquidez.
Iguales medicinas son recomendables para los hiper-gobiernos de Europa y el resto del mundo, aquejados de los mismos males; sin embargo sus representantes en Davos se resisten activamente a este tipo de medidas, inventando siempre nuevas excusas.
Aquí la receta no es diferente
Chávez tiene un proyecto de país: Socialismo Bolivariano del Siglo XXI. Sin sentido e inviable, pero ahí está, el único hasta ahora. Es una ilusión sin base, pero como no tiene competencia, le ha servido a Chávez para durar en el poder casi una década.
La oposición no debe seguir en el puro anti-chavismo, ni siquiera en el puro anti-socialismo. A ese proyecto de país hay que oponerle otro, que no puede ser el estatista de mercantilismo con Socialismo Democrático, o sea privilegios y promesas: los primeros a los “intereses especiales” y las segundas a la plebe. El fracaso de esa fórmula nos trajo la respuesta equivocada: el chavismo. Si ahora hasta en EEUU el estatismo muestra evidentes fisuras, tropiezos y desplomes -y ya viene su respuesta equivocada: los demócratas-, ¿cómo sería en un país subdesarrollado?
El otro proyecto es: Venezuela Capitalista de Primer Mundo. Con mucho sentido y muy viable, y capaz de competir con el socialista. Es un sueño realizable, único que nos sacará de esta pesadilla, y de la pobreza. Venezuela no puede ni debe volver a la IV República. Lo que quiere es riqueza para todos, y progresar en paz. Y salir de la pesadilla, que será cuando el país vea que el socialismo es el único obstáculo en el camino a su mejor futuro. Y que la salida pasa por un cambio de sistema.
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