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Victoria de la CIA en Somalia
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Larry Kelley
En la mañana del 1 de noviembre de 1963, el presidente Kennedy se
estremeció al leer una nota que un ayudante le había entregado. Al ver
la reacción del presidente, los jefes del Estado Mayor Conjunto que
estaban a su alrededor, comprendieron lo que decía la nota. Como cuenta
H. R. McMasters en Dereliction of Duty, una narración sobre los primeros
años de la guerra de Vietnam, "Los antiguos aliados en la lucha contra
el comunismo (el Primer Ministro Diem y su hermano, Ngo Dinh Nhu) yacían
muertos en la parte de atrás de un carro blindado americano..."
Un grupo de generales sudvietnamitas encabezado por Duong Van Minh había
ejecutado el golpe pero Dean Rusk, Henry Cabot Lodge y otros íntimos de
Kennedy, que querían un cambio de régimen en Vietnam del Sur, eran sus
cómplices. Todos los jefes del Estado Mayor Conjunto le habían
aconsejado a Kennedy que no autorizara el golpe. Pero ahora, ellos y su
joven presidente sabían que habían cruzado un Rubicón. Ahora sería
responsabilidad de Estados Unidos proteger a los sudvietnamitas de
Vietnam del Norte y de sus aliados soviéticos. Y sería responsabilidad
de EEUU impedir que el gobierno cayera.
Doce años y 58,000 bajas americanas más tarde, Saigón había caído y el
Congreso dominado por los demócratas estaba decidido a mostrarle a los
electores americanos que tras la peor debacle después de la guerra
civil, ellos encontrarían causas y culpables y promulgarían leyes que
impedirían otra tragedia semejante. El Congreso escogió como chivo
expiatorio a la CIA y a la comunidad de inteligencia en general. Aunque
la CIA no jugó ningún papel en el golpe de Diem ni participó en las
decisiones que llevaron a perder la guerra en Vietnam, la agencia
tendría que pagar la cuenta.
Como consecuencia de la audiencia del Comité Church durante los años 70,
la agencia fue destrozada. Gran número de oficiales renunció,
innumerables agentes extranjeros se vieron comprometidos, muchos de
ellos asesinados, y se levantó una "pared" entre el FBI y la CIA para
garantizar que las dos agencias no se confabularan compartiendo
información. Zacaria Mousaui y Mohammed Atta se filtraron por esas
rendijas precisamente porque desorientados políticos decidieron que la
penitencia por Vietnam requería la castración de las operaciones de
inteligencia de la nación. Se suponía que el Congreso estuviera
proveyendo una razonada supervisión de las operaciones de inteligencia
pero, en realidad, las ha estado obstaculizando desde los años 70.
Para la CIA y nuestra comunidad de inteligencia, los últimos éxitos en
Somalia indican que estamos en un nuevo siglo. Para Al-Qaida y sus
aliados jihadistas, Somalia ha sido un activo estratégico y espiritual
desde hace veinte años. Su pérdida puede ser tan significativa como fue
Midway para los japoneses. En 1994, cuando Bin Laden vio como EEUU
evacuaba sus tropas del país dejando 18 soldados muertos arrastrados por
las calles experimentó una verdadera revelación. Proclamó entonces que
EEUU estaba liquidado, que el mundo optaría por "el caballo más fuerte."
Para Al Qaida, Somalia era una base vital donde, por ejemplo, miembros
de la célula terrorista Al-Itihaad al-Islamiya fueron a esconderse tras
los atentados terroristas de 1998 contra las embajadas americanas en
Kenia y Tanzania. Un líder de esa célula, financiado por los sauditas,
Hassan Dari Aweys, también era un alto funcionario de la Unión de Cortes
Islámicas. Para junio del año pasado, Somalia se había convertido no
sólo en un santuario sino en estado terrorista, muy parecido al
Afganistán de los talibanes.
Cuando la Unión de Cortes Islámicas consiguió el control de Mogadiscio,
Bin Laden emitió una fatua exhortándolos a declararle la guerra al
vecino gobierno cristiano de Etiopía. Además de decapitar a cualquiera
sorprendido por no rezar en dirección a la Meca cinco veces al día, uno
de los principales actos oficiales de la UCI fue declarar una "guerra
santa" contra Etiopía, insistiendo en que intentaban incorporar por la
fuerza dentro de una Gran Somalia a los somalíes étnicos (sunitas) que
vivían en Etiopía, Kenia y Djibouti (continuará).
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Tomado de Human Events
Traducido por AR
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