En defensa del neoliberalismo

 

La guerra contra las pascuas

 

En esta última columna del año hubiera querido hacer un balance político pero, vísperas de Nochebuena, ante el silencio de otras voces, tengo que referirme a la guerra contra las Navidades, el último asalto de las fuerzas de izquierda contra nuestra sociedad. Por increíble que parezca, el tradicional saludo de Merry Christmas, equivalente a nuestro Felices Pascuas, ha caído en desgracia. Mis lectores tienen que haberse dado cuenta. Numerosas tiendas de todo el país se niegan a decirlo. Entre ellas Sears, K-Mart y Wal-Mart. Se considera que Merry Christmas es ofensivo, sectario, excluyente, divisionista y que es mucho mejor sustituirlo por un neutro Felices Fiestas, es decir, Happy Holidays. Esto no sólo es patético, es alarmante. Todos los símbolos de nuestras tradiciones están bajo ataque. Dennis Hasterts, presidente de la Cámara de Representantes de EEUU, tuvo que intervenir personal y enérgicamente para que no le cambiaran el nombre al tradicional árbol de navidad del Congreso y lo convirtieran en el árbol del invierno o algo por el estilo.

A la izquierda no le interesa que el 90 por ciento de la población americana sea cristiana. Pretende esconderse bajo el pretexto del respeto a las minorías. Imagínense. Se supone que si usted es judío o musulmán se ofenda porque se celebran las Navidades. Obviamente, esto es una falacia. ¿Ofenderse? ¿Por qué? Si usted viviera en un país árabe y alguien lo felicitara en el Ramadán o cualquier otra situación equivalente, ¿se sentiría ofendido?

Hay que establecer una diferencia muy clara entre la tolerancia y la indiferencia. Los únicos verdaderos tolerantes son los que, teniendo profundas convicciones personales, respetan las convicciones de los demás. Respetar todas las creencias cuando uno no tiene ninguna no es tolerancia, sino indiferencia. La archirreaccionaria American Civil Liberties Union (ACLU) lleva años plantendo innumerables demandas contra cualquier manifestación pública de fe cristiana. No le importa que en 1870 el presidente Grant firmara una ley haciendo las Navidades un día de fiesta para todos los americanos. Se quiere desterrar el cristianismo de nuestra cultura. No es ninguna conspiración, es un movimiento espontáneo encabezado por la intelectualidad ''liberal'', socialista.

Después de todo, la izquierda siempre ha querido transformar nuestra sociedad de libre comercio. Ayer, la lucha fundamental era en la economía: nacionalizar los medios de producción. Hoy, tras el terrible fracaso de esa estrategia, significa transformar la cultura. Es el cambio de Lenin a Gramsci. Con su vieja herencia de activismo revolucionario, la izquierda se apoya en que para la mayoría de las personas la política es sólo una actividad marginal. Lo sorprendente es la apatía de quienes debían ser los guardianes de nuestras mejores tradiciones. ¿Han protestado nuestros sacerdotes católicos contra este asalto contra las tradiciones cristianas? Es una pena porque ha bastado la reacción de unos cuantos conservadores en los medios de comunicación para que importantes empresas comerciales (Macy's, Bloomingdale) se retractaran y cambiaran de posición. Por supuesto que la izquierda ha calificado esta reacción puramente defensiva de los cristianos como una jihad. Para ella, rechazar la pretensión de liquidar nuestras milenarias tradiciones es ser fundamentalista. Las masas deben portarse bien y obedecer lo que le indican sus orientadores intelectuales. Para los liberales americanos hay que copiar el maravilloso ejemplo de Europa.

¿De veras? ¿La Europa estancada económicamente? ¿La que está siendo reconquistada por los musulmanes? ¿La que ha rechazado que en su constitución se mencione al cristianismo? ¿La que está cometiendo un suicidio demográfico? ¿Donde 18 países europeos reportan más muertes que nacimientos? ¿Y qué puede explicar la creciente irracionalidad de la política europea contemporánea? ¿Cómo es posible que uno de cada cinco alemanes creyera que EEUU fue el responsable del 11 de septiembre? ¿Por qué esa Europa que se burla de la religiosidad del pueblo americano se ha negado a condenar al comunismo como una monstruosidad política y moral? ¿Y por qué el único juicio políticamente aceptable sobre el comunismo es la anodina observación de que ''no funcionó''? ¿Y por qué en EEUU los cristianos tienen que aceptar tranquilamente todos los insultos imaginables a la figura de Jesucristo mientras sería totalmente impensable que se hiciera lo mismo con Martin Luther King?

La realidad es que estamos en guerra. En guerra contra los islamofascistas y contra una quintacolumna que, obnubilada por su pasiones partidarias, quiere desarmarnos culturalmente. Ignora que va a ser la primera en ser decapitada.

En fin, aunque sea políticamente incorrecto: ¡felices Pascuas a todos mis lectores y un muy próspero 2006!

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