América latina: el capitalismo malo
ADOLFO RIVERO CARO
Debía ser obvio que la revolución más importante de la historia ha sido la revolución capitalista. Fue ella la que produjo la revolución industrial y la que ha permitido mejorar radicalmente el destino de la especie humana. Ha sido ella la que, ahora mismo, está sacando de la pobreza a incontables millones de personas en China y la India. ¿De dónde sale entonces ese anticapitalismo cerril en América Latina? ¿De dónde sale ese apoyo de masas a Chávez y a todos esos que proponen soluciones anticapitalistas fracasadas una y otra vez?
Desgraciadamente, la tendencia anticapitalista de América Latina tiene una explicación racional. Toda la izquierda latinoamericana, desde las FARC hasta los laboristas brasileños, surge de un profundo descontento social. Ante la imposibilidad de conseguir reformas significativas, no es de extrañar que muchos hayan escogido el camino de la revolución. Cuando el camino de las reformas parece cerrado, la única opción al conformismo parece ser la radical subversión de la situación existente.
Es obvio que el modelo de capitalismo latinoamericano ha sido esencialmente fallido. Ahora bien, y esto es fundamental, no hay por qué identificar el capitalismo latinoamericano con el capitalismo en general. No pretendo ni asomarme al tema, pero quisiera llamar la atención de los intelectuales latinoamericanos sobre un importante libro recién salido de las prensas: Good Capitalism, Bad Capitalism, and the Economics of Growth and Prosperity, de Baumol, Litan y Schramm, tres distinguidos economistas americanos.
Me parece una obra extraordinariamente importante. Pudiera ayudarnos a superar viejas y amargas contradicciones. Los autores subrayan algo que debía haber sido evidente: no hay un solo modelo de capitalismo, hay varios. Hay un tipo de capitalismo donde los empresarios que aportan nuevas ideas, capaces de resistir la prueba del mercado, desempeñan un papel fundamental. Es el que domina en Estados Unidos. Contrasta, sin embargo, con el capitalismo en Europa y Japón, donde ese tipo de empresariado parece ausente y donde la economía está dominada por una combinación de pequeños negocios y grandes empresas protegidas activamente por sus gobiernos. En otros lugares, el estado parece estar dirigiendo el tráfico, es ''el capitalismo guiado por el estado'', típico del este de Asia. Finalmente, en otras partes del mundo, lo único que preocupa a los dirigentes del gobierno y las elites que los respaldan es apropiarse los despojos de la economía. Esas economías son capitalistas en el sentido de que hay propiedad privada, pero esa propiedad está extremadamente concentrada en unas pocas manos.
La política gubernamental está dirigida a promover los intereses de un pequeño segmento de la población (generalmente muy rico) o los intereses del autócrata de turno. Son las economías ''oligárquicas'', las que han imperado en nuestro continente y las que han determinado nuestro subdesarrollo. Es el modelo que prevalece en América Latina, el Medio Oriente y gran parte de Africa. Todas las economías, por supuesto, son mezclas de los diversos tipos en diferente etapas de sus historias. Las economías más exitosas son las que tienen una mezcla de empresarios innovadores y de firmas más grandes y establecidas que refinan, producen y mercadean las innovaciones que los empresarios traen al mercado.
Las economías oligárquicas tienen varias características comunes. En primer lugar, la riqueza tiende a estar distribuida de forma extremadamente desigual: las grandes fortunas coexisten con una espantosa miseria. La economía informal está muy extendida. Muchas actividades económicas constructivas son técnicamente ilegales porque es extremadamente difícil, si no imposible, obtener licencias o títulos de propiedad de la tierra. Por otra parte, las economías oligárquicas están plagadas de corrupción. Las dificultades para obtener permisos y licencias son oportunidades para que el soborno se haga indispensable. Finalmente, en algunos países oligárquicos, la abundancia de un recurso natural --particularmente el petróleo-- ayuda a consolidar esa forma de capitalismo y dificulta sustituirlo. Como señalara Thomas Friedman, ``el precio del petróleo y el avance de la libertad se mueven en direcciones opuestas''.
Los países oligárquicos tienden a generar una intelectualidad falsamente rebelde, amiga de criticar al ''imperialismo'' pero renuente a luchar por un capitalismo eficiente y productivo. Es una actitud suicida. ¿A dónde ha llevado el antiamericanismo de los venezolanos? ¿Cómo es posible que hayan ignorado a ese extraordinario precursor continental que fue Carlos Rangel, y su obra maestra Del buen salvaje al buen revolucionario? ¿Dónde están sus seguidores intelectuales? Ciertamente que sus ideas son más importantes que nunca.
Tenemos que desarrollar un capitalismo moderno, eficiente y productivo. No es posible hacerlo, sin embargo, sin cambiar radicalmente nuestra cultura. En ese sentido, Good Capitalism, Bad Capitalism me parece un libro excepcionalmente útil.