En defensa del neoliberalismo
 

           

                      Al margen de la historia
 

 

 

ADOLFO RIVERO CARO

Muchos comentaristas insisten en que el gobierno de Bush no se ha preocupado por América Latina. No estoy de acuerdo. En relación con América Latina, Bush ha hecho lo que tenía que hacer: ha impulsado la difícil causa del libre comercio. Para nuestros países, los beneficios del libre comercio han sido indiscutibles aunque, evidentemente, no sean ninguna panacea. En la libre competencia, ya sea en el comercio o en el deporte, siempre hay ganadores y perdedores. Además, el libre comercio, por sí mismo, no puede transformar ningún país. Digamos que es una condición necesaria pero no suficiente del desarrollo. Pero ha sido una importante ayuda. Ayuda que va a desaparecer con el nuevo Congreso porque el Partido Demócrata es ferozmente proteccionista.

Es bochornoso querer tomar a Estados Unidos como chivo expiatorio. ¿Son responsables los Estados Unidos de que México sea un país profundamente corrupto, incapaz de acometer las reformas desesperadamente urgentes por las que clama, con toda razón, Jorge Castañeda? ¿Es responsable Estados Unidos porque tantos millones de mexicanos quieran irse de su país, huyendo del hambre y el desempleo? Ese es el verdadero centro del problema. No es de extrañar que la mayoría del pueblo americano considere esa situación como inaceptable. De aquí la construcción del famoso muro. Muchos artistas ''progresistas'' protestan indignados contra esta medida. Es curioso, sin embargo, que sus propias casas estén amuralladas. Si nadie puede entrar en mi casa en contra de mi voluntad, ¿por qué alguien va a poder entrar en mi país en contra de la voluntad de mi gobierno? Por favor. ¿Acaso lo permite México? Lo que pasa es que es mucho más fácil criticar a Estados Unidos que la incapacidad, casi insuperable, de los gobiernos mexicanos. Es importante que el público comprenda que, en este sentido, las críticas a Estados Unidos no representan ninguna gallarda oposición a los poderosos, sino todo lo contrario: son una total sumisión a los reaccionarios intereses mexicanos. Los mismos que mantienen estancada la economía de ese país. Y que utilizan la crítica a Estados Unidos para desviar la atención de sus propias responsabilidades.

Y, por supuesto, no es sólo México. ¿Acaso es responsable Estados Unidos de que los venezolanos hayan elegido a Hugo Chávez o de que Fidel Castro siga en el poder? Por favor. Nadie tiene la obligación de resolver nuestros problemas. Tengamos, al menos, la mínima dignidad de aceptar nuestras propias incapacidades. Muchos de nuestros intelectuales son abiertamente reaccionarios. Que el mundo está lleno de reaccionarios no es una sorpresa para nadie. Lo sorprendente, en nuestro tiempo, es que los reaccionarios se consideran progresistas. En otra época los reaccionarios se oponían a la libertad de expresión o a la libertad de culto. Hoy se oponen al libre comercio y la globalización.

En su famoso bestseller The World is Flat, Thomas L. Friedman nos recuerda que la globalización es un proceso que se está desarrollando desde hace siglos. El distingue tres grandes eras de globalización. La primera duró desde 1492 --cuando Colón estableció el comercio entre el viejo y el nuevo mundo-- hasta alrededor de 1800. En esta época, los países y los gobiernos (inspirados por la religión o por el imperialismo o por una combinación de ambos) empujaban la integración mundial. La segunda gran era se prolongó aproximadamente desde 1800 hasta el 2000, interrumpida por la gran depresión y las dos guerras mundiales. En esta época, la integración mundial estaba impulsada por las compañías multinacionales. En la primera parte de este período, la integración mundial estaba impulsada por el descenso en los precios del transporte, gracias al motor de vapor y los ferrocarriles, y en la segunda parte, por el descenso en el costo de las telecomunicaciones, gracias a la difusión del telégrafo, el teléfono, las computadoras, los satélites y la fibra óptica y la temprana versión de la red mundial (la World Wide Web).

La convergencia de la computadora personal (que permite a cualquier individuo poner su trabajo en forma digital) con los cables de fibra óptica, que conectan todas las computadoras del mundo, preparó el camino. Pero todos los programas eran diferentes, hacía falta un lenguaje común. HTML fue el lenguaje que permitió que todos los documentos pudieran ser transmitidos y leídos por cualquier computadora en cualquier parte. Esto ha provocado una revolución sólo comparable a la revolución industrial del siglo XVIII. Cuesta trabajo creer que casi nadie tuviera e-mail cuando Bill Clinton fue electo presidente.

El mundo se ha convertido en una aldea global, como decía Marshall MacLuhan. Friedman prefiere decir que el mundo se ha vuelto plano. Cualquier individuo puede prestar servicios al mundo entero. Ahora bien, esto intensifica la competencia a niveles nunca vistos anteriormente. Es un reto descomunal. Los jóvenes asiáticos son apasionados de la nueva tecnología y van a estar en los puestos de mando del futuro. Es importante que los cubano-americanos tomen conciencia de este fenómeno.

Estados Unidos encabeza el proceso mundial de globalización. Nadie puede detenerlo, es la marcha de la modernidad. En Brasil, Bush va a discutir sobre la difusión del etanol como combustible. Esto va a tener profundas consecuencias para Brasil y para la economía mundial. ¿Qué importa que Chávez proteste? ¿Qué importa que los estudiantes tiren piedras contra la globalización o defienden la enseñanza del quechua? Se creen progresistas, pero son reaccionarios. Están vueltos hacia el pasado. Ellos mismos se marginan de la historia