En defensa del neoliberalismo
 

                    

     Solidaridad con Cuba

 

 

                        
ADOLFO RIVERO CARO

Nada más comprensible que el odio que la izquierda siente por el presidente Bush. Es un hombre que lucha por la propagación de la libertad en todo el mundo. No se lo perdonan. Tras la presentación de las recomendaciones del segundo informe de la Comisión de Asistencia a una Cuba Libre, Bush declaró: ``Este informe demuestra que estamos trabajando en una forma activa por el cambio en Cuba, no esperando simplemente por el cambio. Exhorto a todos nuestros amigos y aliados en el mundo a unirse con nosotros en respaldar la libertad para el pueblo cubano''.

Una vez más, el mensaje de Bush es claro y desagradable. En este caso, que no hacer nada esperando la muerte de Castro significa, en la práctica, apoyar el status quo cubano y, por consiguiente, apoyar la sucesión castrista. Sucesión que el gobierno de Estados Unidos considera inaceptable. Eso es lo esencial del mensaje y no cualquier ayuda material, innecesariamente publicada y siempre insuficiente. Mucha gente tiene que tratar de ignorarlo porque deja a casi todo el mundo en una posición incómoda. Uno no puede sino preguntarse, ¿qué hubiera sucedido si Europa hubiera respaldado la posición americana sobre Cuba? ¿Qué sucedería hoy si media docena de embajadas importantes en La Habana imitaran la combativa posición de la embajada americana? En vez de eso, tenemos a la embajada de España como abierta colaboracionista con la dictadura, cortesía del gobierno socialista de Zapatero, y a la embajada de México, la otra más importante, como discretamente hostil o enérgicamente ambigua. ¿Habrá cambio con Calderón? Quizás, se llama una canción.

Las acusaciones que se han hecho sobre injerencia en los asuntos internos de Cuba son producto de la mala fe, la confusión o la ignorancia. El rechazo a la utilización de la violencia, por ejemplo, no es ninguna abstracción, es la forma normal de conducirse entre personas respetuosas de la ley. Es la actividad de los delincuentes lo que obliga a la sociedad a defenderse y a utilizar medidas coercitivas contra ellos. De la misma forma, la no injerencia en los asuntos internos de otros países no es ninguna abstracción sino la forma normal de conducirse entre países liberales y democráticos. Ahora bien, ¿cómo tratar a los países que no son ni liberales ni democráticos? ¿Qué hacer con los gobiernos que utilizan los recursos del estado no sólo para oprimir y explotar a sus propios pueblos sino para tratar de imponer regímenes afines en otros países? No hacer nada por impedirlo sería hacerse cómplice de un crimen, criticar las medidas de autodefensa no es sino colaborar con el enemigo. Cuando The New York Times revela un plan de lucha contra el financiamiento del terrorismo a nombre de la libertad de prensa, su actitud es indistinguible de la traición. La página editorial de The Wall Street Journal, la más respetada de Estados Unidos, criticó duramente esa actitud. Simpatizar con The New York Times no es simpatizar con la libertad de prensa, es simpatizar con sus posiciones políticas. Por otra parte, no son ningún misterio: hay que demonizar a Bush para que los demócratas puedan ganar las próximas elecciones. Es una actitud mezquina y miserable. Es grotesco que la dictadura castrista hable de injerencia de Estados Unidos en sus asuntos internos cuando ningún gobierno del mundo tiene un expediente de injerencia en los asuntos de otros países comparable con el de la dictadura cubana. Mi amigo Juan Benemelis le ha dedicado todo un excelente libro a Las guerras secretas de Fidel Castro.

La oposición interna en Cuba no tiene nada que lamentar de la posición del gobierno de Estados Unidos. El gobierno cubano siempre la va a atacar. Si no tiene pretextos, los va a inventar. A la incipiente disidencia cubana la atacaron de estar a sueldo de Estados Unidos en una época en que nunca recibimos ni una aspirina ni de Estados Unidos ni de nadie. No es un mérito, es que desconfiaban de nosotros. Si mis lectores me perdonan una alusión personal, en aquella situación, a mí el gobierno de Estados Unidos ni siquiera me dio visa para salir del país. Fue Francia la que me dio asilo político. País, por cierto, al que estoy profundamente agradecido y al que siempre querré entrañablemente.

La dictadura cubana vivió de la ayuda soviética durante décadas. Ahora vive de Hugo Chávez. ¿Con qué autoridad moral pude oponerse a que la disidencia cubana reciba ayuda de sus simpatizantes? ¿Qué quieren? ¿Qué el mundo la deje morir de hambre en un país donde hay un solo empleador? La oposición cubana de hoy no es menos heroica que sus predecesores pero el presidio histórico nunca tuvo el nivel de solidaridad internacional que existe actualmente. Sin el incansable trabajo de los cubanos exiliados no existirían los premios ni los reconocimientos a los opositores cubanos en la isla. Que el gobierno de Estados Unidos, que tiene vastos intereses mundiales, priorice el problema cubano es labor de ese exilio cubano. La oposición cubana se ha ganado esa solidaridad con su sacrificio. Hay que estar orgullosa de ella, no cuestionarla.

Julio 14, 2006

www.neoliberalismo.com