En defensa del neoliberalismo
 

                                           

                              El desastre iraní
 

 
Cómo debemos evaluar el resultado del secuestro iraní de los 15 marinos británicos? En primer lugar, creo que es necesario ponerlo en perspectiva. No estamos hablando de la irritación de Noruega o de la India. Esos marinos han sido secuestrados por el mismo régimen que está desafiando a Naciones Unidas y que prosigue aceleradamente su programa de fabricación de armas nucleares frente a la oposición de la comunidad internacional. Es el mismo régimen que niega la existencia del Holocausto y que ha llamado, públicamente, a la aniquilación física del estado de Israel. Es el mismo régimen que en 1979 asaltó la embajada americana en Teherán, secuestró a sus 55 empleados y, durante 444 días, los sometió a todo tipo de vejaciones. Hezbolá, una organización terrorista que este régimen financia y mantiene, ha matado a más americanos que ninguna otra con la excepción de Al Qaida. Sin olvidar que miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní han estado introduciendo en Irak las bombas especiales que se utilizan contra los vehículos americanos. Las que matan a nuestros soldados. Nada de esto es teórico ni especulativo: son hechos.

Al liberar a los marinos, los iraníes pueden pretender aparecer flexibles y generosos. ¿Por qué insistir entonces en que abandonen su programa nuclear? ¿Acaso no dicen que es sólo para generar energía eléctrica? Hasta ahora, los extremistas iraníes han podido proceder con relativa impunidad. Esto es muy peligroso porque esa relativa impunidad los envalentona y los convence de que pueden hacer lo que quieran. Y tienen muchos aliados en Occidente. Estos insisten, por ejemplo, en que Israel tiene armas nucleares. Cierto, pero Israel es un estado minúsculo (la tercera parte de la provincia de Oriente) que, desde su mismo nacimiento, ha estado amenazado con la destrucción por sus vecinos. Es un caso ejemplar de defensa propia. Los dirigentes iraníes, por su parte, no sólo hablan abiertamente de la destrucción de Israel (''el pequeño Satán'') sino también de la de Estados Unidos (``el Gran Satán''). Esto no es ninguna especulación. Se trata de las declaraciones expresas, mil veces repetidas, de los dirigentes iraníes. ¿Qué va a suceder cuando estos fanáticos dispongan de armas nucleares?

A nosotros nos atacaron el 11 de septiembre del 2001. Desgraciadamente, hay mucha gente que está dispuesta a dar la vida por matar al mayor número posible de hombres, mujeres y niños americanos. En cualquier momento, pueden atacar una de nuestras ciudades con armas de exterminio masivo. El costo y las dificultades de la guerra de Irak no pueden hacernos olvidar que, hasta ahora, hemos podido llevar la guerra al terreno del enemigo y evitar otros ataques en nuestro territorio. En realidad, en su lucha contra el terrorismo, el principal peligro que confronta Estados Unidos es interno. El Partido Demócrata está siendo ganado por la extrema izquierda, siempre interesada en la derrota de Estados Unidos porque, para ella, la principal potencia capitalista del mundo siempre ha representado el enemigo fundamental. Otros sectores del partido, por su parte, piensan que la derrota de Estados Unidos en Irak les garantizaría la presidencia en las elecciones del 2008. Es realmente trágico pero la realidad es que Joe Lieberman, que fuera el candidato demócrata a la vicepresidencia de Estados Unidos, ya no cabe dentro del partido y está militando como independiente. Un triunfo de los apaciguadores en Estados Unidos tendría consecuencias catastróficas para nuestro país.

Se está utilizando nuestra cultura de respeto a los derechos humanos para socavar y debilitar nuestra lucha contra el terrorismo. El objetivo fundamental de la gran prensa liberal americana no es crear conciencia sobre el enorme peligro que se cierne sobre nuestra nación y sobre todo Occidente. Todo lo contrario, lo que se quiere presentar como un peligro es nuestro esfuerzo por confrontar la amenaza del terrorismo. Los peligrosos no son los que decapitan civiles inocentes frente a las cámaras de televisión sino los marines americanos que los tienen presos en Guantánamo. Esto es simplemente monstruoso. En el fondo, es ese antiamericanismo irracional del que nos habla Paul Hollander.

Se está forjando una extraña alianza entre los fundamentalistas islámicos y la izquierda occidental. Los une el odio contra los valores de nuestra sociedad. Ahí está la alianza entre Fidel Castro y Hugo Chávez con la ultrarreaccionaria teocracia iraní. Y se están utilizando los valores de nuestra sociedad para proteger a los que quieren destruirla.

No es cierto que se esté protegiendo una tolerancia supuestamente sagrada e inviolable. Esos liberales americanos, tan susceptibles a la libertad de opinión, exigen un dolido respeto para todos los que ofenden deliberadamente el cristianismo, la fe de la mayoría de los americanos, o para los que quieren transformar radicalmente instituciones milenarias, como el matrimonio, o para los derechos de los fundamentalistas islámicos, dedicados a destruir todo nuestro modo de vida. Sin embargo, han considerado intolerable que alguien quiera presentar estudios académicos sobre las diferencias entre las razas o entre los sexos. En ese caso, no hay discusión intelectual posible. ¿Cómo es posible? ¿Acaso debemos sustituir unos prejuicios por otros? ¿De dónde viene ese igualitarismo radical? ¿Será para poder criticar la sociedad americana en aras de un ideal abstracto?

La acción de los iraníes debe verse como un intento por evaluar la capacidad de respuesta del mundo occidental. Y esa respuesta ha sido muy débil. Es cierto que el gobierno británico no dio excusas pero, en realidad, no había ninguna razón para darlas: los marinos estaban en aguas iraquíes. Gran Bretaña nunca dio la menor señal de dar una respuesta militar. La solidaridad de la Unión Europea brilló por su ausencia. Inclusive en Estados Unidos, Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara, bloqueó una resolución que condenaba la acción iraní. Occidente ha salido debilitado de esta confrontación y, por consiguiente, aumenta el peligro de futuros ataques.