El mundo siempre
ha sido, y va a seguir siendo, un lugar extremadamente
peligroso. En nuestra época, esos peligros se incrementan por
la pretensión de ignorarlos. Desde la Ilustración hasta
nuestros días, existe en Occidente una poderosa corriente
intelectual que estima que los hombres son naturalmente buenos
y pacíficos y que la delincuencia, las guerras y todos los
males sociales son producto de equivocadas políticas sociales.
De ahí su implacable descontento con la sociedad en que les ha
tocado vivir. No es posible, se dicen, que haya tantas
injusticias. La culpa, como se acostumbraba decir en los años
60 y 70 copiando directamente a Marx, es ''del sistema''. Las
injusticias de la vida los llevan a ser anticapitalistas. No
importa que nuestro tipo de capitalismo haya hecho
inmensamente rica y segura a nuestra sociedad. La mayoría de
nuestros intelectuales no lo reconoce. Todo lo contrario.
Mientras más próspera nuestra sociedad, más insoportables
parecen sus imperfecciones. Cualquier alternativa parece
mejor.
En el mundo de hoy, eso es suicida. Socava nuestra
capacidad de resistir a los que quieren destruirnos. Tiende a
crearse una extraña alianza entre los intelectuales
occidentales antisistema y los nuevos bárbaros que quieren
destruir nuestra sociedad. No es tan extraño como parece. La
mayor parte de la intelectualidad occidental fue marxista y
simpatizó con la URSS de Stalin. Luego se enamoró del
genocida de Mao Tse-tung. Y, cuando la guerra de Vietnam,
todas sus simpatías estaban con Ho Chi Minh, ese sanguinario
dictador, el querido ''Tío Ho'' que los liberales americanos
no quieren recordar. Aquellas dictaduras, al menos, se
disfrazaban con la retórica de la izquierda. Los progresistas
de hoy hacen manifestaciones en contra de la guerra de Irak y
protestan por el derrocamiento de un dictador fascista.
Consideran que vigilar a potenciales terroristas es atropellar
los derechos de los ciudadanos. Están irritados porque Estados
Unidos ha liberado a 50 millones de personas en Afganistán e
Irak. ¿Cuál es la actitud de las feministas americanas ante
los bárbaros atropellos que se cometen diariamente contra
millones de mujeres musulmanas? ¿No les interesan? ¿No se
alegran de lo que ha significado para ellas la liberación de
Afganistán? Su silencio es ensordecedor. Para todos los grupos
''progresistas'' el enemigo no es la barbarie musulmana, no
son los talibanes, no es Saddam Hussein. El enemigo es Bush. Y
las únicas instituciones que hay que transformar radicalmente
son las de la sociedad occidental.
Puesto que la sociedad capitalista es inherentemente
sospechosa, la mayoría de los intelectuales considera de mal
gusto defender sus valores. Se considera desprecio por otras
culturas. ¿A dónde puede conducir esta actitud frente a un
radicalismo islámico cada vez más agresivo? La publicación de
unas banales caricaturas de Mahoma en un periódico de
Dinamarca provocó furiosas manifestaciones, amenazas de
muerte, incendios, motines y boicots comerciales. ¿Cuál fue la
reacción de la mayoría de los dirigentes políticos
occidentales? ¿Criticar esa salvaje intolerancia? ¿Exigir que
se impusiera el orden, que se respetara la ley? Nada de eso.
Fue criticar a los que publicaron las caricaturas. Ningún gran
periódico americano, por cierto, se atrevió a exhibirlas. ¿Por
qué? ¿Por qué eran una falta de respeto a los creyentes
musulmanes? ¿Y el respeto por la libertad de expresión de los
caricaturistas?
En una novela de reciente publicación, El código da
Vinci, se dice que Jesucristo se casó con María Magdalena
y se presenta a la organización católica Opus Dei como
una banda de fanáticos y asesinos. Ahora se piensa hacer un
gran película sobre la novela. ¿Qué diría la prensa liberal
americana si a unos católicos se les ocurriera quemar unos
cuantos ejemplares del libro? ¿O acaso serían más respetuosos
si, al estilo musulmán, se quemaran cien mil ejemplares o se
hicieran cosas peores? No sería de extrañar. Los nihilistas
sólo respetan la fuerza. No querer confrontar al
fundamentalismo islámico a nombre de la tolerancia, es crear
las condiciones para un futuro Armagedón.
En Mi lucha,
Hitler había proclamado su voluntad de apoderarse de Europa y
exterminar a los judíos. Inglaterra y Francia no lo quisieron
creer. Pretendieron llegar a un acuerdo ''civilizado''. Hitler
lo interpretó como debilidad. El resultado fue la guerra. Los
fundamentalistas han manifestado su voluntad de islamizar al
mundo. La Europa cristiana está agonizando y los musulmanes
van a llenar su vacío espiritual. El presidente de la
República Islámica de Irán ha proclamado su voluntad de borrar
a Israel del mapa. Y, dentro de muy poco, va a tener armas
atómicas. Ese es el gran aliado que han escogido Hugo Chávez y
Fidel Castro. Todo en aras de oponerse a Estados Unidos.
Nuestra civilización está en peligro. ¿Seguirán ignorando esta
realidad nuestros intelectuales?