En defensa del neoliberalismo

                                         

 

                                              

                         Francia y el Titanic  

 

 

 ADOLFO RIVERO CARO

¿Son muy importantes las elecciones de pasado mañana en Francia? No lo creo. La decadencia de Francia me parece final e irreversible. Francia, por supuesto, sigue siendo una potencia y sigue teniendo grandes éxitos. Hace 25 años, sin embargo, era mucho más rica que Inglaterra. Hoy, no sólo es más pobre que Inglaterra, sino también que Irlanda. En los últimos 25 años, el producto interno bruto per cápita, una medida de lo que produce una economía por persona, ha caído del séptimo lugar en el mundo al decimoséptimo. El Estado francés se queda con la mitad del PIB para mantener programas sociales. Esto significa elevadísimos niveles de impuestos que, por supuesto, desalientan el espíritu empresarial. Por no hablar de la semana de 35 horas en una época en que, como dijera ácidamente Thomas Friedman, la India está invirtiendo 35 horas en el día. ¿Cómo sería posible, en estas circunstancias, estimular al pequeño y mediano capitalismo francé s? Simplemente no es posible. Por consiguiente, el nivel de desempleo oscila alrededor del 10 por ciento. En estas condiciones, no puede asimilar a millones de jóvenes y resentidos musulmanes. No importa lo talentosos y trabajadores que sean los pequeños empresarios franceses: el socialismo los asfixia. Ante esta realidad, más de dos millones de franceses, en su mayoría jóvenes, han emigrado. Muchos cientos de miles están viviendo en Gran Bretaña.

El país está en una situación mucho peor que Inglaterra antes de la elección de Margaret Thatcher, hace casi 30 años. Y el rescate de Gran Bretaña fue una hazaña tan extraordinaria que convirtió a la Thatcher en una de las grandes figuras políticas del siglo XX. No se trata de talento, creo que Sarkozy lo tiene. Y ciertamente no se muerde la lengua. Ha puesto frenética a la izquierda echándole la culpa de la crisis moral de Francia a "la generación de 1968". El problema es que tendría que conseguir un consenso nacional para hacer dolorosas reformas liberales. Y no creo que el pueblo francés esté dispuesto a ningún sacrificio. Me temo que, como la orquesta del Titanic, quiere seguir tocando la melodía del bienestar social mientras el país se hunde.

En la primera vuelta de las elecciones, el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen sólo sacó el 10 por ciento de los votos. El Partido Comunista sacó 2 por ciento. ¿Quién se lo hubiera podido imaginar? Era el PC más fuerte de Europa. Ahora bien, ¿significa la práctica desaparición del Partido Comunista la desaparición de sus ideas? A mi juicio, en lo más mínimo. En realidad, yo diría que es todo lo contrario. El Partido Comunista Francés se ha vuelto superfluo precisamente porque todo el establishment político ha adoptado su programa. Lo que pudiera diferenciar al PC, la exigencia de la estatización de todos los medios de producción, ha demostrado ser un colosal fracaso en todo el mundo. En esas condiciones, el PCF se ha quedado sin programa. La gran revolución política del siglo XX no fue generada por la mil veces anunciada "crisis general del capitalismo" sino por la sorprendente crisis y el inesperado hundimiento del "sistema socialista mundial". Es por eso que el PCF no pue de llamar al derrocamiento del sistema. En esas condiciones, lo único que lo diferencia es ser el heredero de la sangrienta tradición represiva estalinista. No es de extrañar que esté desapareciendo como una entidad política diferenciada. Esto no significa, sin embargo, que sus ideas anticapitalistas hayan fracasado. Esto sería una percepción superficial y un espejismo político. Lenin fracasó, pero Gramsci está ganando.

Por cierto, ¿cuántos intelectuales occidentales comprendieron y previeron el colapso del sistema socialista mundial? Muy pocos. En Francia estuvieron Raymond Aron y Jean-François Revel. Entre nosotros, los llamados conservadores norteamericanos. Esos mismos que no se traducen y que el mundo hispanoparlante apenas conoce, los que escriben en National Review, Commentary y The Weekly Standard.

En 1976, Aron planteaba que Europa occidental estaba perdiendo su confianza, su capacidad para la acción colectiva y su vitalidad histórica. Esto es particularmente evidente en la tasa de natalidad. La población de Europa occidental ni siquiera se reproduce: para hacerlo, el mínimo absoluto son dos hijos: la madre y el padre. Pero ¿cuántas parejas francesas tienen dos hijos? ¿Y cuántas que tengan tres hijos, el mínimo crecimiento demográfico? Esto significa que el crecimiento de la población depende de la inmigración musulmana. Como dijera Aron, "una civilización concentrada en el disfrute, se condena a muerte cuando pierde interés en el futuro".

Ségolène Royal, la bella candidata socialista, sólo aspira a prolongar el status quo. Ha mencionado a Jean-Pierre Chevènement, probablemente el líder político más antiamericano y más proárabe de Francia, como su probable ministro de Relaciones Exteriores. Como era de esperar, cien destacados intelectuales y artistas, entre ellos la actriz Jeanne Moreau, el cineasta Constantin Costa-Gavras y el cantante Georges Moustaki, han llamado a votar por ella. Sarkozy es tan odiado por la intelectualidad que lo llaman "el George W. Bush francés". A pesar de todo, vísperas de las elecciones se mantiene como gran favorito. Sin embargo, no me extrañaría que, a última hora, los franceses eligieran a Ségolène Royal. Así habrían hecho una gran "revolución", elegir a una mujer presidente, sin cambiar absolutamente nada. Ojalá me equivoque.
 

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