En defensa del neoliberalismo
 

           

La batalla ignorada
 

 
ADOLFO RIVERO CARO

No cabe duda de que el invencible optimismo de la sociedad americana ha sido históricamente exitoso. Pensamos que podíamos cambiar la sociedad alemana, pese a su historia de militarismo, y lo conseguimos. Pensamos que podíamos cambiar la sociedad japonesa, pese a sus atavismos feudales, y lo conseguimos. Todavía más audaz que todo esto: pensamos que podíamos cambiar la sociedad soviética porque se trataba de un modelo fallido, y lo conseguimos. La Unión Soviética ya no existe. Y el vasto imperio comunista ha desaparecido. Esto ha sido, aunque no se reconozca, la revolución social más importante del siglo veinte.

Estos ejemplos debían bastar para que nunca se volviera a hablar de la teoría leninista del imperialismo. Infortunadamente, no es así. Ahora estamos tratando de hacer lo mismo en Irak, un enclave estratégico del vasto, corrupto y atrasado mundo árabe. Y, sin embargo, una empresa tan noble e importante ha suscitado una hostilidad feroz. ¿Cómo es posible esto? En gran medida, sólo puede explicarse a partir de ciertas premisas ideológicas. Como que Estados Unidos es una potencia depredadora y rapaz, cuya intervención es esencialmente sospechosa. Aunque muchos no lo sospechen, estamos tratando con la herencia de la popular teoría leninista del imperialismo.

Según Lenin, los superbeneficios derivados de las colonias (y de los países dependientes) eran el soporte principal del capitalismo moderno. La importancia de estas tesis es que se convirtió en la gran explicación del atraso de América Latina en relación con Estados Unidos. Su influencia se ha extendido hasta nuestros días convertida en la ''teoría de la dependencia'', que fue la posición oficial de la CEPAL durante las últimas décadas. Según ésta, el subdesarrollo es una consecuencia del sistema económico mundial en que los países industrializados de ''el centro hegemónico'' explotan a los países subdesarrollados de la ''periferia'' a través de la monopolización de la producción de bienes industriales ''sobrevalorados'' por compañías transnacionales que obligan a la periferia a producir productos primarios ''subvalorados'', drenándolos de recursos. Obviamente, había que evitar las inversiones extranjeras, el vampiro que nos chupaba ''las venas abiertas de América Latina''. La similitud con las tesis de la Internacional Comunista de 1920 es evidente.

Actualmente, ningún economista serio toma en cuenta estas elucubraciones, pero su herencia cultural permanece. Nunca ha sido explícitamente criticada. Nuestros intelectuales están perdiendo una gran oportunidad. ¿Por qué se ha convertido Irlanda en el segundo país más rico de Europa? ¿Qué modelo económico están siguiendo China y la India, responsables de una significativa disminución de la pobreza en el mundo? Uno puede predecir, con melancólica confianza, que ni Brasil ni México van a conseguir los niveles de crecimiento que necesitan en los próximos años. Sus burguesías nacionales no han estado interesadas nunca en un capitalismo moderno, competitivo y de verdadero libre mercado. La realidad es que han surgido, crecido y desarrollado bajo el ala protectora del gobierno, ganando protección sobre la base de sobornos. ¿Qué sucedió con las reformas neoliberales que nuestra prensa se deleita en criticar? ¿Se privatizaron las empresas de manera efectiva y transparente? ¿O se vendieron a los que pagaron mayores sobornos?

Se critica la privatización porque nuestros políticos y nuestra intelectualidad no han querido disgustarse con los grandes potentados nacionales. Los mismos que convirtieron la privatización en una burla. Esa es la verdad y lo demás son pretextos y enmascaramientos. Prefieren echarle la culpa a Estados Unidos porque eso no crea problemas. Nuestra intelectualidad cierra los ojos a la verdadera fuente de nuestro raquítico crecimiento. En su discurso de toma de posesión del 1ro de enero, Lula dijo: ''Vamos a destrabar a Brasil para crecer de forma más acelerada. El país no puede seguir como una fiera presa en una red de acero invisible, agitándose sin ver la tela que lo aprisiona''. Esa red invisible es una red de intereses y de ideas. Y sólo es invisible para el que quiere mantener los ojos cerrados.

El Indice de la Libertad Económica, por ejemplo, explica los factores del crecimiento y analiza el desempeño de unos 160 países. ¿Cuántos ejemplares han circulado en Venezuela o se han introducido clandestinamente dentro de Cuba? ¿Es que esto sólo le preocupa a mi amigo Carlos Ball? Nuestros entrañables amigos venezolanos dejaron pasar sin penas ni glorias el 30 aniversario de la publicación de Del buen salvaje al buen revolucionario, de Carlos Rangel, un clásico latinoamericano de enorme vigencia en su país. Hubiera sido una excelente oportunidad para discutir sus ideas, marginadas en Venezuela y todo el continente.

Cambiar la cultura nacional es muy difícil, pero mientras no se trate de hacerlo, mientras el antiamericanismo siga siendo la ideología dominante, los venezolanos van a tener a Chávez en el poder. Es natural. En cuanto a Cuba, me parece excelente que mandemos alimentos y medicinas a la oposición. Lo aplaudo. Lo que no entiendo es por qué no se han enviado cientos de videos de Libre para escoger, de Milton Friedman, traducidos al español, fácilmente accesibles. Ni de La historia del siglo XX, de Paul Johnson, ni muchos otros libros y videos en defensa de la sociedad de libre mercado y proyectos de vinculación social. Yo estoy librando esa batalla desde hace años, sin ninguna ayuda, en www.neoliberalismo.com. ¿Por qué no intervienen los que tienen recursos para hacerlo? Es indispensable reforzar la batalla en el terreno ideológico y cultural. Es una batalla decisiva que, en gran medida, sigue siendo ignorada.

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