Charles Krauthammer,
La victoria de Hamas en las elecciones de Palestina ha sido
calificada de desastre. Todo lo contrario. Es hondamente
clarificadora. Si el mundo responde
correctamente, marcará un giro hacia lo mejor.
El pueblo palestino ha hablado. Por supuesto, si hacemos caso a
sus apologistas, Hamas querrá destruir Israel, efectuar una guerra
permanente y enviar terroristas suicidas a las discotecas para
asesinar jóvenes israelitas pero, en realidad, los palestinos
estaban votando por un eficiente sistema de recogida de basura. Ya
es hora de terminar con esa imagen pueril de los palestinos. Como
afirmó el líder de Hamas, Khaled Meshal, en una conferencia de
prensa cuatro días después de ganar las elecciones: "El pueblo
palestino ha escogido por mayoría abrumadora el islamismo, el
antisemitismo y la voluntad de destruir a Israel” en una ola de
sangre, muerte y revolución. Y recogida de basura los miércoles.
Todos están lamentando la caída de Fatah y la marginalización de
su
dirigente, Mahmud Abbas. Esto es ridículo. La elección mostró lo
que todos
sabían y no querían admitir: Abbas no tiene seguidores. ¿Hubiera
sido mejor
seguir enviando miles de millones de dólares de la Unión Europea y
un
ingenuo Estados Unidos a la corrupta administración de un figurón
inútil? ¿Miles de millones que finalmente terminan en cuentas de
banco
suizas o subsidiando innumerables pandillas de jóvenes armados?
La presente nostalgia por la moderación de Fatah es absurda. ¿Que
moderación? El documento de Yasser Arafat de 1993, reconociendo el
derecho
de Israel a existir, era tan fraudulento como su famosa carta
adjunta de
Oslo renunciando al terrorismo. Empleó los siguientes siete años
patrocinando el terrorismo clandestinamente, y luego desató una
guerra
terrorista de cuatro años, la más abyecta en la historia del
conflicto
árabe-israelí.
Con esta elección, no podemos seguir escondiéndonos de la verdad.
El pueblo palestino sigue rechazando el derecho de un estado
israelí a existir.
Al Fatal, secular y astuta, aprendió a mentirle a Occidente
fingiendo lo
contrario.
Hamas, menos sofisticada, más franca y más atada por sus
convicciones
religiosas a expulsar a los judíos es, simplemente, más honesta.
Esta elección fue veraz en su propaganda. Y ahora lo sabemos. ¿Qué
hacer?
El mundo debe enfatizarle a los palestinos que sus decisiones
tienen
consecuencias. Y mientras escojan el rechazo -fuente de un
conflicto de 60
años que los israelitas han estado dispuestos a resolver desde
hace mucho- el
mundo no va a seguir apoyándolos y subvencionándolos.
Y eso significa romper completamente con Hamas. No reconocimiento,
no
negociaciones, no ayuda, nada. Y no sólo no ayuda al gobierno de
Hamas, sino
todo tipo de ayuda. El gobierno de Bush sugiere continuar el apoyo
económico a los
servicios "humanitarios". Es un serio error.
Primero, porque el dinero es fungible. Cada dólar que gastamos
para los
servicios sociales palestinos es un dólar que se le deja libre al
gobierno
de Hamas para comprar cohetes, armas y bombas para el "ejercito
palestino" que Meshal ya ha declarado piensa construir.
Segundo, porque envía a los palestinos precisamente el mensaje
equivocado.
Si ellos estuvieran bajo una dictadura que les impusiera el
terrorismo. entonces habría razón para ayudar a un pueblo sin
derechos. Pero ellos acaban de celebrar el más abierto y honesto
ejercicio de democracia en la historia palestina. El pueblo
palestino escogió. Por mucho que les guste aparecer como víctimas,
aquí no lo son. Son actores. Y los actores históricos tienen que
asumir responsabilidad.
¿Quieren guerra y al mismo tiempo la ayuda de todo el mundo? No la
van a tener. ¿Escogen la paz? Entonces, como se comprometió Bush
en junio de 2002, lo
van a tener todo: reconocimiento mundial, ayuda financiera y su
propio estado con
independencia y dignidad.
En agosto de 2001, Hamas envió un terrorista suicida a una
pizzería Sbarro
en Jerusalén. Mató a 15 inocentes israelíes, y mutiló a docenas de
otros. Un
mes más tarde, estudiantes activistas de Hamas en la Universidad
al-Najah,
celebraron el ataque con una exhibición imitando la destrozada
tienda Sbarro
regada de sangre y remedo de miembros humanos: una pierna
arrancada, todavía
cubierta con jeans, una mano humana colgando del techo. La
inscripción,
haciendo referencia a Qassam, ala militar de Hamas decía: "la
Pizza Qassami
es la más deliciosa".
El término correcto para ese tipo de mentalidad no es militancia
ni extremismo, sino
depravación moral. El mundo debe recordarle al pueblo palestino
que si su
voluntad nacional es abrazarse con Hamas -sus métodos y su locura-
entonces su
voluntad nacional es simplemente demasiado asesina y, sí,
demasiado
depravada para que el mundo la acepte, y mucho menos la subsidie.
La primera lección de una democracia recién nacida es que las
decisiones
nacionales tienen consecuencias nacionales. Una Palestina dirigida
por
Hamas, totalmente aislada de todos, se verá forzada a pensar de
nuevo.