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En la pelea entre Castro y Kennedy, ganan los 'peloteros' dominicanos

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Mark Kurlansky

Cualquier persona interesada en el futuro de los dominicanos en el béisbol de las Grandes Ligas de Estados Unidos podría observar con preocupación el surgimiento de una de las promesas más cotizadas de la temporada 2010, el lanzador zurdo cubano Aroldis Chapman. Siempre hay demanda para los zurdos y Chapman es capaz de lanzar una bola rápida a 161 kilómetros por hora. Cualquier cosa que salga de sus manos a una velocidad superior a los 150 kilómetros por hora parece imposible de batear.

Pero Chapman raramente llega a esas velocidades y sus lanzamientos promedian 145 kilómetros por hora. Cuenta con un buen slider y una curva muy lenta. En otras palabras, aún no domina muchos lanzamientos para ser un abridor. También tiene problemas de control y, en algunas ocasiones, le cuesta encontrar la zona del strike. A ello hay que añadir dolencias en la espalda. Chapman fue despachado a las ligas menores y empezó la temporada en un equipo de Triple-A.

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Entonces, ¿por qué en todo el mundo del béisbol no se deja de hablar de él? ¿Por qué la mitad de los clubes profesionales de EE.UU. se interesó en contratarlo y los Rojos de Cincinatti tuvieron que desembolsar US$30 millones para quedarse con Chapman?

La respuesta, al menos parcial, es su nacionalidad. No sólo viene de Cuba, un país con una espléndida tradición de béisbol, sino que es un desertor, lo que lo hace protagonista de una historia política interesante.

La historia del béisbol en Cuba es casi tan larga como la del propio béisbol. Y a pesar de un embargo que ya dura medio siglo, o tal vez a raíz de ello, Cuba aún conserva un atractivo inigualado para el béisbol profesional estadounidense. Ni siquiera ha sido igualado por la República Dominicana, que ha producido el mayor contingente de jugadores extranjeros en las Ligas Mayores, un total que excede los 470 beisbolistas.

Los dominicanos le deben su lugar en las Ligas Mayores a John F. Kennedy y Fidel Castro. Los primeros juegos de béisbol en EE.UU. tuvieron lugar entre 1830 y 1840. Los cubanos lo practican en la isla al menos desde 1866 y son los únicos foráneos que han participado de forma consistente en las Ligas Mayores desde 1870. Jugaban los inviernos en Cuba y los veranos en EE.UU. El primer cubano, y el primer latino en las Ligas Mayores, fue Esteban Bellán, un tercera base. Proveniente de una pudiente familia de La Habana, aprendió a jugar béisbol mientras estudiaba en la Universidad de Fordham, en Nueva York. Posteriormente, fue uno de los organizadores del béisbol en Cuba.

Los dominicanos han practicado este deporte desde 1880, luego de que fuera importado por estadounidenses y ejecutivos cubanos de la industria del azúcar. Hacia fines de la década de 1890, cuando los dominicanos alcanzaron un nivel suficiente para jugar en EE.UU., las Ligas Mayores, y las menores, prohibían la participación de jugadores negros. Esta política, que nunca fue oficial, limitaba la participación de los cubanos, si bien algunos de piel más clara lograron jugar. Algunos cubanos blancos tuvieron una participación destacada en las Ligas Mayores, como Dolf Luque, llamado "el orgullo de La Habana, un lanzador derecho con una notable carrera de 21 años en las Ligas Mayores.

Pero sólo 15% de los dominicanos son blancos y la mayoría de ellos proviene de las clases más acomodadas cuyos hijos rara vez se dedican a una carrera profesional en los deportes. Aunque el béisbol dominicano pasó a ser uno de los mejores del mundo, estaba limitado a América Latina.

Las cosas cambiaron en 1947, cuando Ja ckie Robinson se integró a los Dodgers de Brooklyn y Larry Doby a los Indios de Cleveland. Una vez que los jugadores negros empezaron a jugar en las Ligas Mayores, los equipos empezaron a buscar más jugadores negros.

En 1948, ya había 32 jugadores cubanos en las Ligas Mayores, de manera que Cuba era una cantera obvia para buscar jugadores. En 1949, Minnie Miñoso, un veloz jardinero apodado "el cometa negro" llegó a los Indios de Cleveland y se transformó en el primer latino negro en jugar en las Ligas Mayores.

El primer dominicano en jugar en las Mayores fue Osvaldo Virgil, quien debutó en 1956 y era conocido en el mundo del béisbol como Ozzie Virgil. No fue descubierto en la República Dominicana, sino en el Bronx, por el extraordinario scout cubano Alex Pompez, quien también descubrió a Miñoso y otras estrellas cubanas.

El siguiente dominicano fue Felipe Alou, un jonronero de excepción que jugaba dentro y fuera del diamante con igual dexteridad. Su sueño era ser doctor, pero abandonó la escuela de medicina en 1958 porque necesitaba con desesperación los US$200 que le ofrecieron los Gigantes. Se le conocía como Rojas Alou, Felipe Rojas Alou o Felipe Rojas, pero el cazatalentos que lo reclutó no lo entendió y lo empezó a llamar Alou. Luego, todos los muchachos Rojas, Felipe, sus hermanos Matty y Jesús y su hijo Moisés prefirieron usar el apellido Alou en lugar de contradecir a los estadounidenses. En 1992, Felipe Alou asumió como manager de los Expos de Montreal, uno de los primeros latinos en ocupar este puesto en las Ligas Mayores.

Los dominicanos empezaron a ser contratados de forma constante, aunque no numerosa, en los años 50 e inicios de los 60. Uno de ellos fue Juan Marichal, hasta la fecha el único dominicano en ascender al Salón de la Fama. Los dominicanos probablemente no habrían formado un contingente numeroso en las Ligas Mayores si Kennedy y Castro se hubiesen llevado mejor. Pero Eisenhower prohibió la importación de azúcar cubano y los soviéticos llenaron el vacío y pasaron a ser compradores. Entre 1962 y 1963, Kennedy, irritado por el creciente papel de la Unión Soviética en la isla, impuso las medidas del embargo y se interrumpieron las relaciones económicas entre ambos países.

Al momento de decretarse el embargo, en las Ligas Mayores jugaban 96 cubanos y 12 dominicanos. Ya no era posible que los jugadores cubanos trabajaran en EE.UU. para luego regresar a la isla. Si querían jugar en EE.UU. no les quedaba otra que desertar, denunciar a su país, dejar atrás a su familia y amigos y jamás regresar. Pocos cubanos estaban dispuestos a hacerlo. Incluso ahora, cuando pueden ganar millones de dólares al jugar en EE.UU., pocos jugadores cubanos han desertado, como lo hizo Aroldis Chapman en julio de 2009 cuando el equipo cubano participaba en un torneo en Holanda.

Los 60 cubanos que han jugado en las Ligas Mayores desde la imposición del embargo representan apenas una fracción del talento de ese país. Y los que han llegado han debido realizar grandes ajustes. En la liga cubana, un jugador pasa toda su carrera en el equipo de su localidad y los fanáticos son su familia y amigos. Cuando al equipo le toca jugar de visitante, la fanaticada se sube a los camiones y recorre los irregulares caminos de la isla para presenciar el juego.

Los cubanos desaparecieron de las Ligas Mayores justo cuando la demanda por jugadores, incluyendo los extranjeros, era más alta que nunca. A partir de 1961, cuando los equipos de béisbol dejaron de viajar en tren y pasaron a hacerlo en avión, la liga estadounidense se expandió. En los años 70 se creó el agente libre, es decir un jugador que podía jugar en el equipo que le ofreciera más dinero, junto con un sistema restrictivo de selección de jugadores. Los jugadores foráneos no formaban parte del proceso de selección de modo que los equipos podían contratar a cuántos extranjeros quisieran.

—Este ensayo fue adaptado de "The Eastern Stars: How Baseball Changed the Dominican Town of San Pedro de Macorís" (algo como "Las Estrellas del Este: ¿Cómo el béisbol ha cambiado la ciudad dominicana de San Pedro de Macorís), que se publica esta semana por Riverhead Books.

 

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