En defensa del neoliberalismo |
Bruce Bartlett Ha habido un gran debate entre los demócratas sobre por qué los trabajadores no están irritados por su situación económica y por consiguiente por qué no se sienten más hostiles a la política económica de los republicanos y más favorables a la demócrata. Superficialmente, parecería que los trabajadores debían de estar muy irritados. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, el trabajador promedio está prácticamente igual, en términos reales, que hace siete años. En agosto del 2006, su salario semanal promedio era de $275.49. En agosto de 1999, era de $275.61. (Ambas estadísticas son en dólares constantes de 1982) Los datos de la oficina del Censo confirman esta tendencia. Según información recientemente publicada, la mediana de ingresos anuales para los hombres bajó de $43,158 en el 2003 a $41,386 en el 2005 (en dólares del 2005) pese a un continuo crecimiento económico. En el 2005, las ganancias de los hombres eran más bajas que en cualquier año desde 1997. Las ganancias de las mujeres también cayeron de $32,285 en el 2004 a $31,858 en el 2005, y eran menores que en cualquier año desde el 2000. Si miramos la medida más amplia de bienestar económico: la mediana del ingreso por hogar, también vemos estancamiento. En el 2005, la mediana de ingreso — el punto en que la mitad de las casas están por encima y la mitad de debajo — era de $46,326. Esto esta por arriba de 2002, 2003, y 2004, pero por debajo de los niveles registrados entre 1998 y 2001. La mediana del ingreso por hogar llegó a su punto más alto en 1999, $47,671 (en dólares del 2005) y ha bajado todos los años desde entonces hasta el pequeño aumento del 2005. No hay una explicación simple por la pasividad de los trabajadores ante el estancamiento de los ingresos. Un argumento es que la sindicalización obrera ha caído fuertemente en la última generación y en consecuencia los trabajadores carecen de mecanismos organizativos a través de los que negociar mayores salarios o protestar políticamente por el estancamiento salarial. En el 2005, la sindicalización obrera sólo comprendía el 7.8 por ciento de los trabajadores del sector privado en comparación con 24.2 por ciento en 1973. Otra posibilidad es que los trabajadores han sido tan golpeados por los despidos en los últimos años que se sienten agradecidos de simplemente tener trabajo, aunque el salario sea miserable. Y, debido a la disminución de la cobertura médica entre los empleadotes, los que tienen la surte de tener cobertura pueden sentirse compelidos a mantener estos trabajos. Si cambiaran a otro empleo pudieran ganar más pero podían perder los beneficios médicos en el camino. En realidad, el aumento del costo de los beneficios médicos es una razón clave para el estancamiento del promedio salarial de los trabajadores. Desde el punto de vista de los empleadotes, los costos laborales totales han subido fuertemente. Pero todo el aumento se ha ido en beneficios sin dejar nada para subir los salarios. Puede que a los trabajadores no les guste pero aceptan esa realidad. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, los jornales y salarios han bajado de 72.6 por ciento del total de la compensación en el 2000 a 70 por ciento en junio de este año. Al mismo tiempo, los beneficios médicos ha subido de 5.9 por ciento de la compensación al 7.7 por ciento. Otra explicación es que la transformación demográfica de la población ha aliviado la transición a una economía con menor crecimiento de los salarios. Muchos hijos de la generación de la posguerra ( los “baby boomers”) acaban de ver al último de sus hijos terminar la universidad e irse de la casa. Súbitamente, han tenido un gran aumento en su ingresos puesto que ha desaparecido el enorme costo de la matrícula y de los gastos de manutención de sus hijos, que han tenido durante décadas. Podrán no estar mejor en términos de ingresos familiares pero se sienten mucho mejor financieramente. Finalmente, pese al estancamiento de los salarios y los ingresos en el macro nivel, la gente sigue saliendo de la clase obrera y entrando en las clases media y alta. Según la Oficina del Censo, el porcentaje de todos los hogares con ingresos por debajo de los $25,000 anuales (en dólares del 2005) bajó de 27.6 por ciento en el 2004 a 27.1 por ciento el año pasado. En 1975, el 33.1 por ciento estaba dentro de esa clase de ingresos. En 1985, el porcentaje había bajado al 30.5 por ciento. En 1995, era el 28.9 por ciento. Al mismo tiempo, el porcentaje de casas que está considerado acaudalado – los que tienen ingresos por encima de los $75,000 (en dólares del 2005) — subió de 27.9 por ciento en el 2004 a 28.3 por ciento en el 2005. En 1995, sólo 24.4 por ciento de los hogares tenía esos ingresos, en relación con 20.2 por ciento en 1985 y con 14 por ciento en 1975. En síntesis, no es cierto que los ricos se están haciendo más ricos a costas de los pobres. La realidad es que porcentaje de los hogares con bajos ingresos ha bajado y que el porcentaje de hogares con altos ingresos ha subido. Quizás ésta sea la principal razón por la que los demócratas no han podido ganar más terreno con el tema de los ingresos: Hay menos personas en la clase de ingresos a la que históricamente han dirigido su mensaje. Mientras más personas haya en la categoría de los $75,000 o más, más personas habrá receptivas al mensaje republicano de los bajos impuestos. |
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