América Latina invertebrada
Por Armando
Ribas
Recuerdo que cuando tenía menos de veinte años leí la obra de
Ortega y Gasset: “España Invertebrada”. En la misma encontré una
observación que me sorprendió y quedó en mi mente hasta la fecha.
“España no podía dar a sus colonias lo que ella no tenía ¿?
civilización progresiva”.
Me resisto a aceptar que la historia de la cultura determina
nuestro presente y nuestro futuro. Si hubiese sido así jamás el
hombre hubiese salido de la edad Media. Soy un convencido de
Protágoras, es decir que “el hombre es la medida de todas las
cosas, de las cosas que son, que son y de las que no son, que no
son”. Este pensamiento trascendente que en gran medida explica
la evolución de la sociedad, pretendió ser descalificado con el
argumento de que del mismo surgía un absolutismo, y caso
contrario un relativismo. Tal presupuesto a mi juicio parte de
una interpelación platónica falsa, que es la suposición que la
medida significa el bien en si mismo. Protágoras contestó
racionalmente a este argumento falaz, según Platón que “algunos
juicios producen mejores resultados que otros”
Esta es la esencia del presupuesto anterior, que significa no
otra cosa que el mundo no está predeterminado, sino que es el
resultado de las ideas y de las acciones de los hombres. Y esas
ideas y acciones han sido determinantes de la evolución
histórica. El otro presupuesto que a nuestro juicio, cambió el
curso de la historia fue la concepción ética de David Hume como
presupuesto del sistema político. Así dijo Hume: “si los hombres
fueran generosos y la naturaleza pródiga la justicia no tendría
razón de ser… La naturaleza humana es inmodificable, si queremos
cambiar los comportamientos debemos cambiar las circunstancias”
Esa circunstancia no es otra cosa que el sistema político que se
deriva de la concepción ética del hombre como es y no del falso
presupuesto del hombre como debe ser.
Fue en esta concepción que se basó el sistema político americano
que derivara del pensamiento de las Founding Fathers, y que hoy
lamentablemente pareciera ignorarse en la Casa Blanca. Si bien
fue en Inglaterra, donde a partir de la Revolución Gloriosa
(1688) bajo la égida del pensamiento de Locke respecto a la
limitación del poder político y el respeto por los derechos
individuales, se iniciase el proceso de libertad humana, fue en
Estados Unidos donde se llevó a sus últimas consecuencias.
Fue en Estados Unidos donde se estableció la Constitución de
1787, que establecía los límites al poder político y por tanto
el Departamento de Justicia fuera como dijera el Juez Marshall
el encargado de decir que es la ley, pues toda ley contraria a
la Constitución era nula. En ese mismo sentido se estableció el
principio de que las mayorías no tienen el derecho de violar los
derechos de las minorías. Es decir el respeto por los derechos
individuales, a la vida, a la libertad, a la propiedad privada y
la búsqueda de la propia felicidad.
Fue la Argentina el segundo país en el mundo, que iniciara un
proceso político republicano de esa naturaleza, a partir de la
Constitución de 1853 – 60. Así bajo el influjo de Alberdi, y la
conducción de Urquiza, Mitre y Sarmiento seguidos por la
conocida generación del 80, que Argentina se adelantó a Europa,
que vivía bajo las férulas dictatoriales del “pequeño Napoleón y
del Canciller de Hierro”. La noción sobre la tendencia
dictatorial de la ideología socialista que había de sobrevenir a
Europa de la que Alberdi se percatara y así en carta a Sarmiento
le escribió: “Tenga cuidado Sr. Sarmiento, en vista de los
ejemplos célebres que acaban de probar ante el mundo
aterrorizado, que se puede ser bárbaro sin dejar de ser
instruido; y que hay una barbarie letrada mil veces más
desastrosa para la civilización verdadera, que la de rodos los
salvajes de la América desierta. Los que han quemado París, eran
más instruidos que el Sr. Sarmiento”. ...
He hecho todo este recuento histórico – filosófico, pues es
indudable que la idea de democracia mayoritaria tiene comprado
al mundo y prácticamente sumergido a nuestro continente. A
partir de la idea de la mayoría se pretende modificar la
Constitución a fin de ampliar el poder político y convertir la
democracia en lo que Jefferson denominara un “despotismo
electivo”. Y consecuentemente en virtud de la noción de los
derechos humanos, se determina la violación de los derechos
individuales.
Creo que el principio fundamental de los derechos individuales
es el derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad.
Ese es el reconocimiento ético de los intereses particulares, en
función del hombre tal cual es y no como debe de ser. Pues
discrepo con Kierkergard que sostiene que hay una opción en la
vida entre la ética y la estética. Mi criterio es que ética y
estética no son antitéticas, sino sintéticas. Por tal razón
cuando por el contrario se considera éticamente que los
intereses privados son contrarios al interés general, lo que
prevalece es el interés privado de los gobernantes que forman
los gobiernos.
No hay dudas que en la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, se reconocen una serie de derechos que conforman los
principios de los derechos individuales, pero no es el caso del
art. 25 que dice: “toda persona tiene el derecho a un nivel de
vida adecuado que le asegure así como a su familia, la salud, la
vivienda, la asistencia médica…” Pues bien en el concepto
anterior tenemos, el principio antitético al derecho del hombre
a la búsqueda de la propia felicidad. Es supuestamente el
derecho del hombre a que la sociedad le provea la “felicidad”
que el no es capaz de proveerse por si mismo. En ese presupuesto
encontramos la razón de ser ética para la violación de los
derechos individuales, y fundamentalmente del derecho de
propiedad. De ese principio pues resulta el socialismo, que es
la denominación dada por el Iluminismo a la demagogia, tal como
la describiera Aristóteles, hace 2500 años. La consecuencia es
la pobreza colectiva, ante la inseguridad jurídica, y la riqueza
de los gobernantes, en función del llanto por los pobres. En
nuestra América, las diferencias de riquezas no surgen en
función de la producción sino del reparto.
Fue la aceptación de los derechos individuales y no los humanos,
incluidos los supuestos derechos sociales, lo que le permitió a
la Argentina pasar de la pobreza a la riqueza en menos del
cuarenta años en la segunda mitad del siglo XIX. Asimismo hoy el
cambio producido por Allan García en Perú ha constituido a ese
país en uno de los principales centros de América Latina para la
inversión extranjera. Por el contrario Venezuela supuestamente
nadando en oro a partir del petróleo, permanece en la pobreza.
Es hora de que aprendamos que el sistema ético–político es
determinante de la evolución de los países. Si por el contrario
aceptásemos que las diferencias de riqueza son la consecuencia
de la raza, la cultura o la religión, estaríamos condenados de
antemano. Vale recordar las palabras de Tocqueville al respecto
cuando dijo: “Hasta tal punto son más fuertes los vicios del
sistema que la virtud de los que lo practican”. Y ese sistema
que los americanos denominan el Rule of Law, solo es posible de
implementarse si las clases dirigentes lo aceptan, y no que se
escudan en las masas para violarlo.