Una troika lamentable
Adolfo Rivero Caro
Los que querían a Obama, ahí lo tienen. ¿No había dicho que se
sentaría a dialogar con los peores enemigos de este país sin
condiciones? Pues bien, esta misma semana, Hillary Clinton, su
secretaria de Estado, se negó a recibir a los emisarios del actual
gobierno de Honduras. Estos habían sido enviados a Washington a
explicar por qué se había destituido a un presidente que había
violado la Constitución del país y que, en contra de la voluntad del
Congreso y de una decisión del Tribunal Supremo, pretendía imponer
su permanencia en el poder. El gobierno de Obama se negó a hablar
con ellos. El mismo gobierno que había sido tan renuente en condenar
la sangrienta represión de la teocracia iraní se apresuró a condenar
áacidamente al nuevo gobierno de Honduras. Estuvo bien acompañado,
por cierto.
Rápidamente salieron a defender a Zelaya esos celosos defensores de
la democracia que son, entre otros, Raúl Castro, Hugo Chávez y
Daniel Ortega. Ahora bien, es prácticamente imposible que la
dictadura cubana defienda la democracia. Significaría atacarse y
socavarse a sí misma. No lo ha hecho, por supuesto. Lo que ha hecho
es defender
la nueva forma de acabar con la democracia:
ganar unas elecciones con un programa de izquierda moderada y luego,
desde el poder, desmantelar la estructura democrática del país.
Tras su triunfo el 1 de enero de 1959, Fidel Castro defendió durante
muchos años
la lucha armada
como la única forma en que los revolucionarios podían llegar al
poder. El Partido Comunista de la Unión Soviética, sin embargo, el
jefe del movimiento comunista internacional, no estaba de acuerdo.
Defendía lo que en aquella época llamaban
el tránsito pacífico.
Esta discrepancia hizo que en la década de los 60, las relaciones
entre los dos países se volvieran sumamente frías.
Hoy, muchos años más tarde, la Unión Soviética y el campo socialista
han desaparecido pero no así el movimiento revolucionario
anticapitalista representado por el Foro de Sao Paulo. Y, para los
modernos revolucionarios, la línea del tránsito pacífico se ha
impuesto definitivamente. Hay que ganar unas elecciones primero y
desmantelar la constitución democrática después. Es la nueva fórmula
revolucionaria para imponer la ''dictadura del proletariado''.
Fíjense si no, en que estas demandas de cambios constitucionales
siempre están vinculadas a una retórica anticapitalista y
antiempresarial.
Raúl Castro, Chávez y sus adláteres han estado tratando de
falsificar el concepto de democracia.
Han estado tratando de reducir la democracia a la momentánea mayoría
que pueda ganar unas elecciones. Pero la democracia es mucho más que
eso. Una democracia es un sistema que garantiza que el pueblo
siempre pueda elegir libremente a sus gobernantes. De aquí que su
principal preocupación sea impedir que los gobernantes abusen de su
poder y pretendan perpetuarse en el mismo. De aquí la importancia
de proteger los derechos de la oposición
garantizando la libertad de expresión, de asociación y todas las
demás libertades civiles. Y la importancia del respeto a la división
de poderes. Esto es fundamental. Muchas dictaduras empezaron como
gobierno popularmente electos. Por favor. Hitler ganó las elecciones
de 1933. ¿Lo consideramos un demócrata por eso? Mussolini era
popular cuando la marcha sobre Roma y nadie puede negar la
popularidad de Fidel Castro en 1959. Pero lo que todos ellos
hicieron cuando llegaron al poder fue acabar con las libertades
civiles e instaurar su dictadura.
Pretender cambiar las constituciones democráticas es una clara señal
de voluntad antidemocrática y de aspiración a la dictadura. Hay que
oponerse a esas pretensiones por todos los medios. De aquí la
extraordinaria importancia de la actitud del ejército hondureño.
Cuando Zelaya pretendió pasar por sobre la voluntad del Congreso y
del Tribunal Supremo, el ejército lo impidió por órdenes expresas
del Tribunal Supremo.
Que otros poderes del gobierno recurran al ejército para impedir que
el ejecutivo viole la constitución es un precedente mortal para
estos aspirantes a dictadores.
Es esto lo que preocupa y alarma a Castro y a Chávez. Si el ejército
no hubiera actuado en la forma que lo hizo, Zelaya estaría en camino
de hacerse dictador de Honduras.
El nuevo gobierno de Honduras se ha visto obligado a negociar. No es
un triunfo de la democracia. Todo lo contrario. Los verdaderos
demócratas se están viendo obligados a negociar con los que aspiran
a la dictadura. Chávez había estado ayudando a Zelaya. El nuevo
gobierno de Honduras no puede sobrevivir sometido a la doble presión
económica de Chávez y del gobierno de EEUU encabezado por Obama.
Estados Unidos ha sido el gran defensor histórico de la democracia.
Lamentablemente, motivado por una grave recesión económica, el
pueblo americano ha puesto a un hombre de extrema izquierda en el
poder. Obama sabe que el pueblo americano no simpatiza con sus
posiciones y por eso hace concesiones y trata de enmascararlas. Raúl
Castro, Chávez y Obama han estado juntos en el caso de Honduras. Es
una
troika
lamentable. Más tarde o más temprano, el pueblo americano va a
comprender sus implicaciones.
Julio,
2009 |