¡Peña viene por tu dinero!, ¿todavía lo dudas?
En el debate entre candidatos a la Presidencia de la República de México, el aspirante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto aseguró que era “imprescindible” una reforma fiscal de carácter “progresivo”, esto es, que “quien más gana pague más impuesto(s)”.
No creo que ni siquiera Peña ignore que en México las personas que tienen mayores ingresos son las que pagan más impuestos, pero por si acaso aquí le vamos a informar.
Cada año –por disposición legal- la Secretaría de Hacienda debe informar como contribuyen al fisco las personas pertenecientes a los 10 niveles de ingreso (deciles) y la manera en que sus contribuciones les retornan, vía servicios públicos y subsidios (“Distribución del pago de impuestos y recepción del gasto público por deciles de hogares y personas”).
Y de acuerdo con el informe más reciente que se refiere a 2010, el 10% de los habitantes del país que tienen los mayores ingresos contribuyen con 47% de todos los impuestos recaudados por el gobierno y si a este decil (el X) se suma el segundo en ingresos (el decil IX) y el tercero (el VIII), los contribuyentes situados en ellos contribuyen juntos con el 75.6% de los impuestos captados (mientras que el 70% restante de la población mexicana no contribuye ni con la cuarta parte).
Pero el objetivo de Enrique Peña, como el de los demás politicastros partidarios de la redistribución de la riqueza no es sólo quitar más dinero a quien más tiene, sino que ese dinero en su mayor parte no retorne a la minoría que mayor riqueza produce y más contribuye con el fisco. Pero esto tampoco es mera aspiración sino un hecho actual (y existente desde hace mucho tiempo).
Mientras que los contribuyentes que pertenecen al decil de mayores ingresos aportaron el 47% de los impuestos captados por el Estado, éste les devuelve (al menos en teoría) el equivalente al 12.9% del gasto público. Es decir, el 10% de los mexicanos de mayores ingresos sólo recuperan el 27% de su aportación fiscal, mientras que el 73% restante le es transferido a quienes se encuentran en los niveles de menor ingreso. Y si se consideran los tres deciles de mayores ingresos, el retorno es de 34.4% de lo aportado al fisco y el resto es transferido al 70% restante de la población.
El 70% de los mexicanos -los situados en los deciles I a VII- disfrutan del 65.6% del gasto público, a pesar de que sólo aportan al fisco 23.7% de los impuestos. Dos de cada tres pesos que el Estado gasta en estas personas no fueron aportadas por ellas. La transferencia (forzada) de ingresos de los ricos a los pobres permite el financiamiento de la mayor parte de servicios “gratuitos” (como la educación pública) y de subsidios (desde los directos a programas contra la pobreza extrema como “Oportunidades” hasta los subsidios a la electricidad y al Sistema de Transporte Colectivo de la ciudad de México).
Para los parásitos, nunca hay un impuesto demasiado alto
De modo que cuando el señor Peña y demás partidarios de la redistribución de la riqueza (ajena, claro está) hablan de que “paguen más impuestos los que más ganan”, como si eso no fuera lo que ya ocurre, no sólo faltan a la verdad sino que lanzan una terrible amenaza: ellos quieren la mayor parte del dinero que usted gana, ellos quieren volverlo a usted su esclavo.
Si usted ya debe entregar al Estado alrededor del 40% de sus ingresos cada año y a los políticos les parece que usted no está pagando lo que debe, seguramente ellos empezarán a sentir que usted paga impuestos “justos” si mucho más de la mitad de lo usted gana termina en manos del fisco. De eso se tratan los esquemas fiscales progresivos, de incautar la mayor parte de los ingresos a quienes más riqueza generan.
Y en realidad para los redistribucionistas nunca hay impuestos demasiado altos, pues la aspiración última del redistribucionismo es que la riqueza sea repartida en partes iguales entre todos los integrantes de una sociedad, sin que importe la contribución de cada cual a la generación de esa riqueza. O dicho en palabras de Marx: “de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”.
Pero ¿cual es el pretexto esgrimido por Enrique Peña para implantar un esquema fiscal progresivo tan pronto se haga del poder? En su plataforma electoral y en diferentes discursos Peña ha dicho que el Estado mexicano necesita más dinero para hacer realidad la seguridad social de cobertura universal, el retiro garantizado igualmente para todos, el seguro de desempleo y una educación “de calidad” como la de las naciones desarrolladas. Pretende en suma y a pesar de que no utiliza estos exactos términos, instaurar el modelo del Estado de Bienestar de Europa.
Estos fines son de entrada y apariencia nobles ¿Quién podría oponerse a que todas las personas vean satisfechas sus necesidades más básicas y por tanto superen su condición de pobreza? Nadie.
Pero suponiendo que todos compartimos el mismo objetivo de erradicar la pobreza y del aumento creciente del bienestar ¿por qué para lograr estos objetivos han de utilizarse necesariamente los medios de robar a los ricos para dar a los pobres y de seguir el modelo del Estado de Bienestar?
Hay cuando menos tres poderosas razones para cuestionarse las políticas de redistribución de la riqueza y Estado de bienestar.
La primera y más importante es de orden moral. El bien no se logra haciendo el mal. Robar es robar, sin importar que el botín vaya al bolsillo de los políticos o al de personas de menores ingresos que la víctima.
Pero en esta ocasión vamos a dejar brevemente de lado el asunto moral, para concentrar la atención en la viabilidad de la redistribución y el Estado de bienestar y en la posibilidad de que exista otro camino para superar la pobreza.
Cuando Peña y los demás políticos proponen que México adopte el modelo que impera en Europa desde hace décadas, el azoro principal no surge ante el hecho de que estos personajes hagan abstracción de las diferencias económicas entre una nación aún no desarrollada y otras que ya lo son. El principal motivo de azoro es que Peña y demás políticos ni siquiera pestañeen ante el incendio que se propaga por el viejo continente.
¿Por qué si el modelo de Estado de bienestar y su esquema fiscal progresivo se encuentran en tan grave crisis y con ellos la economía toda, Peña y compañía quieren que el barco de México se dirija hacia ese puerto en llamas?
En Europa, durante décadas los contribuyentes de mayores ingresos han sido esquilmados con impuestos progresivos que han llegado a la insania de tasas de 90%. En varias naciones europeas los gobiernos se han apoderado de la mayor parte de las rentas de sus gobernados. Y pese a todo este descomunal saqueo ¿Cuál es el resultado neto? ¡Que el esquema es financieramente insostenible!
Los gobernantes europeos (y los de otras naciones desarrolladas) han constatado desde hace mucho tiempo, que después de determinado nivel el seguir elevando las tasas marginales de impuestos, en lugar de mejorar la recaudación, la hacen bajar. Pero ante ello la reacción no fue la sensatez, el progresivo abandono de las políticas redistributivas y del Estado de bienestar, sino el endeudamiento hasta llegar al desastre actual de la insolvencia debido a la magnitud de las deudas soberanas, desastre que estaba calculado le estallara en la cara a los europeos de la siguiente generación y no a los de la actual.
De modo que los europeos ya no pueden sostener su modelo de Estado de bienestar, pero con un agravante: el modelo hizo tal daño que resulta muy difícil adoptar otro. Y entre los mayores daños causados por el modelo destacan dos: la creciente pérdida de dinamismo de las economías europeas debido al fuego combinado de una elevadísima carga fiscal y el furor regulatorio; la mentalidad del europeo medio, que se asume como un consumidor con todos los “derechos” al consumo creciente y la consecuente reducción de sus obligaciones productivas (semana de 30 horas, tiempo de jubilación mayor al de trabajo, nulo ahorro, el ensueño de ser empleado gubernamental), obligaciones que tienden a decrecer hacia cero.
Pero ¿hay otro camino? ¡Por supuesto que sí!
Uno de los valiosos materiales que pueden encontrarse en la biblioteca digital de Archipiélago Libertad (http://archipielagolibertad.org/upload/files/003.php) es una colección de series estadísticas históricas sobre la evolución de las economías en el mundo en los últimos 2 mil años, confeccionadas por el gran Angus Maddison y sus herederos (0017 Maddison - Historical Statistics of the World Economy 1-2008 AD.xls).
En realidad de la gran mayoría de los países hay datos completos respecto a las 6 últimas décadas. Cuando se analizan los datos sobre el crecimiento de las economías (en términos de crecimiento del Producto Interno Bruto Per Capita) en el período 1950-2008, resulta que los mayores y más asombrosos crecimientos que se hayan producido jamás corresponden a 4 jurisdicciones: Taiwán con un 1,657%, Corea del Sur con un 1,633%, Singapur con un 1,110% y Hong Kong con un 1,080%.
¿Y cuanto creció la economía mundial tomada en su conjunto en el mismo período? Mucho menos: 217%. Y ¿cuánto crecieron las 12 principales economías europeas? Apenas un poco más: 264% (212% el Reino Unido, la cuna del capitalismo, pero una de las naciones donde más lejos se llevó la redistribución de la riqueza, la fiscalidad progresiva y el Estado de bienestar).
¿Por qué a esas cuatros jurisdicciones crecieron hasta cinco veces más que Europa en el mismo período?, ¿por qué esas cuatro jurisdicciones crecieron en 70 años lo que al Reino Unido le llevó 170 años (entre 1840 y 2008)? Por la gran libertad económica que Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong tuvieron y en particular su baja carga fiscal, de un promedio de 15% con relación al PIB (ahora Corea está en 26% después de venir subiendo su carga desde mediados de los noventa, mientras que las otras tres economías se mantienen por debajo del 20%).
En contraste las naciones europeas en promedio han tenido en las últimas 6 décadas cargas fiscales de más del doble que las cuatros jurisdicciones mencionadas, esto es, de más del 30% (México ya tiene una carga de 24% y Peña la quiere llevar a cuando menos 38%).
|
Variación PIB per capita 1950-2008 (%) |
Índice Desarrollo Humano (IDH) |
Posición IDH (2011) |
Carga fiscal (% PIB) a 2011 |
Taiwán |
1,657 |
|
|
14% |
Corea del Sur |
1,633 |
0.897 |
15 |
26% |
Singapur |
1,110 |
0.866 |
26 |
19% |
Hong-Kong |
1,080 |
0.898 |
13 |
17% |
Mundo |
217 |
0.682 |
|
|
Europa |
264 |
0.891 |
|
38% |
Reino Unido |
212 |
0.863 |
28 |
39% |
…Zimbabwe |
9 |
0.376 |
173 |
49% |
Nota y fuentes:
- La variación del PIB per capita se calculó a partir de las cifras de Historical Statistics of the World Economy 1-2008 AD, de Maddison
- Los datos del Índice de Desarrollo Humano son de Naciones Unidas.
- Los datos de carga fiscal provienen en unos de casos del Índice de Libertad Económica 2012 de The Heritage Foundation o las oficinas de estadísticas de las respectivas jurisdicciones.
Pero quien ignore la realidad de esas cuatro jurisdicciones pero sepa de memoria los dogmas estatistas y socialistas más vulgares, alegará que en ese gran crecimiento económico se logró a costa del bienestar de las mayorías. Esto, por supuesto, es falso. Gracias a bajas cargas fiscales y otros componentes de libertad económica que permitieron una gran acumulación de capital, Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong pasaron de ser muy pobres y por ende subdesarrolladas a ser muy ricas y por ende desarrolladas.
Hong Kong ocupa el lugar mundial 13 en Índice de Desarrollo Humano con un nivel tan bueno como el de Japón; Corea ocupa el lugar 15, por encima de Dinamarca, Bélgica, Austria, Francia e Italia; Singapur ocupa el lugar 26, por encima de la otrora potencia colonial, el Reino Unido. Y los niveles de bienestar de Taiwán (el país no figura en los estudios de Naciones Unidas) son similares a los de Hong Kong.
De modo que 4 jurisdicciones demuestran con su experiencia que es posible obtener iguales o mejores resultados que los de los países sujetos al modelo de Estado de bienestar, pero sin su pesada carga fiscal, sus regulaciones asfixiantes, su lentísimo crecimiento económico y su inviabilidad financiera, habida cuenta de sus colosales pasivos.
¿Por qué en lugar del camino al progreso mediante la libertad, el respeto a la propiedad privada (sobre todo mediante bajos impuestos) y la acumulación de capital los políticos prefieren el camino a la ruina del Estado de bienestar? Porque el Estado de bienestar no se trata del bienestar, se trata del poder…