Suicidio
nacional
Adolfo Rivero
Barack Hussein Obama jamás
hubiera podido aspirar a conseguir la presidencia de Estados Unidos
de no ser por la crisis financiera que ha estremecido nuestro país
en vísperas de las elecciones. Basta considerar que, aun así, las
elecciones están extremadamente cerradas y es muy probable que las
pierda en la recta final. Esperemos que así sea. El pueblo americano
siempre ha rechazado a los candidatos de extrema izquierda. Y no
sólo eso. Obama es el menos americano de todos los candidatos que
hayan aspirado a la presidencia de este país. De entrada, aunque se
haya convertido al cristianismo, se crió como musulmán. Su educación
musulmana ha sido detallada en un minucioso reportaje de Los Angeles
Times del 2007. Daniel Pipes, uno de nuestros principales expertos
en el Medio Oriente, dice claramente que Obama miente cuando afirma
que nunca ha sido musulmán. La Prensa Asociada ha publicado una
reproducción de su matrícula escolar donde está listado como
musulmán. Su mismo website ha evitado decir que nunca lo ha sido.
Por favor, se llama Barack Hussein Obama. Lo importante, en todo
caso, no es que haya sido musulmán sino que mienta, sin ningún pudor,
al negarlo. Por otra parte, es un hecho que toda su carrera política
ha estado insólitamente vinculada con los musulmanes radicales. Para
más información, mis lectores pueden ir al artículo de Daniel Pipes
en neoliberalismo.com.
En realidad, es mejor que se hubiera quedado musulmán antes de pasar
a ser durante veinte años miembro de la Chicago United Church of
Christ, una militante congregación de la Teología de la Liberación
Negra, hermana de la nefasta Teología de la Liberación en América
Latina. En su primer libre de memorias en 1995, Obama califica los
valores de esa iglesia como ''sensatos''. Su último libro prefiere
no mencionarlos. Su íntimo amigo y asesor espiritual hasta hace muy
poco, el hombre que lo casó y bautizó a sus hijas, es, por supuesto,
el Rev. Jeremiah Wright, un hombre al que Obama defendió
apasionadamente hace sólo unos meses. Es útil recordar que los
liberales americanos consideraron aquella defensa como admirable y
comparable a la oración de Gettysburg de Lincoln. Por favor.
Infortunadamente para Obama, el Rev. Wright se emborrachó con su
súbita notoriedad y empezó a intervenir en todos los programas
estelares de la TV nacional. ¿Qué decía? Exactamente lo mismo que
había estado diciendo toda su vida, y lo que lo había convertido en
el mentor espiritual de Obama. Para éste, sin embargo, que estaba
tratando de conquistar un público nacional, sus declaraciones eran
políticamente destructivas. Ni corto ni perezoso, declaró que
consideraba insultante e totalmente inadmisible lo que Wright estaba
diciendo. Y yo le pregunto a mis lectores, ¿cambió Wright de
posición? ¿O fue Obama el que tuvo que rechazarlo porque lo
perjudicaba políticamente? Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Obama insiste en que es un gran unificador. Entre paréntesis, ¿no
han observado ustedes que la extrema izquierda siempre subraya la
importancia de la unidad? No creo que sea casual. Me parece que las
raíces de ese énfasis, aparentemente trivial, se encuentran en la
concepción marxista de la lucha de clases. Para los comunistas, los
empresarios son el enemigo. Su objetivo político, a más o menos
largo plazo, es su eliminación. Por consiguiente, sus ideas, las
ideas de la libre empresa, son esencialmente inaceptables. De aquí
que la diversidad ideológica sea negativa. Para los defensores de la
sociedad de libre empresa, por el contrario, la sociedad es
intrínsecamente diversa. Por consiguiente, es fundamental respetar
sus diferencias ideológicas. Para la extrema izquierda no es así. Su
ideal es una sociedad monolítica, de ahí su constante énfasis en el
supuesto ideal de la unidad.
En definitiva, los hechos demuestran que toda esa verborrea de Obama
sobre la unidad no es más que pura retórica. Basta con consultar el
Congressional Quarterly, que mide con qué frecuencia los miembros
del Congreso votan con la mayoría de su partido o discrepan de ella.
El año pasado, por ejemplo, el senador promedio votó con su partido
en el 84 por ciento de los casos. Obama votó con su partido en ¡el
96 por ciento de las ocasiones! En los dos años anteriores, la cifra
fue del 95 por ciento. Y no es sólo partidista sino ideológico.
Según el National Journal, la votación de Obama en el 2007 lo hizo
''el más liberal de los senadores''. Según Americans for Democratic
Action (ADA), el decano de los grupos defensores de causas liberales,
Obama votó ''bien'' en el 90 por ciento de los casos. Y esto es
engañoso porque ADA cuenta las ausencias como votar ''mal''. Así que,
si descontamos las ausencias, votó por causas liberales en el 98 por
ciento de los casos. Obama, simplemente, es el más sectario y
partidista de todos los senadores americanos. ¿Cómo es posible que
alguien lo pueda considerar un unificador? Basta contrastar esto con
el historial bipartidista de John McCain que, dicho sea de paso, le
ha costado la simpatía y el apoyo de muchos republicanos. Un
historial, sin embargo, que lo hace el candidato natural de los
electores independientes.
Tener un presidente del ala izquierda del Partido Demócrata junto
con una Cámara y un Congreso demócratas augura mal para los
empresarios americanos. Creo que es una de las razones que explican
el pesimismo de los inversionistas. Todo el mundo sabe que los
demócratas no van a prorrogar las rebajas de impuestos de Bush. Eso
solamente va a significar un enorme aumento de impuestos para todos
los americanos. Y es sólo el principio. Votar por Obama es
entregarle el país a los socialistas. Un verdadero suicidio nacional.
Octubre,
2008 |
|