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Editorial: Venezuela en busca de cambiar un sistema, no un gobierno El pueblo venezolano y su oposición política se encuentran frente a un gran reto, desmontar un sistema político social de corte estalinista, mediante elecciones, algo inédito hasta la fecha. Lo principal es que interioricen la diferencia entre un cambio de sistema y un cambio de gobierno. Un cambio de gobierno, independientemente de las tendencias filosóficas, no deja de ser un proceso estructural, mientras que para el cambio de un sistema de este tipo hay que tener en cuenta que es una metátesis ideológica con ramificación social. El analista político recientemente fallecido, Adolfo Rivero Caro, fue muy preclaro cuando plateaba en una de sus históricas columnas: “Por extraño que parezca, pese al desastre de su aplicación práctica, las ideas del marxismo-leninismo siguen siendo tan fascinantes como populares. Minimizar su importancia es un grave error. Es por eso que la tarea fundamental en América Latina no es política, sino ideológica. Es obvio que tenemos que librar todas las batallas políticas, pero a largo plazo lo fundamental es cambiar las ideas de cómo conseguir el desarrollo. En América Latina nos hace falta una revolución cultural”. El asesor político venezolano JJ Rendón ha realizado un excelente análisis aparecido en un artículo de Antonio María Delgado, del Nuevo Herald, pero además de sus recomendaciones, hay aún más factores y estrategias a tener en cuenta - si realmente por la vía electoral- se quiere llegar al poder y ganarle en buena lid al contrincante Hugo Chávez, único contendor hasta la fecha por el partido oficialista, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Lo que más llama la atención de este proceso electoral es la poca claridad en cuanto a normas, reglas y procedimientos técnicos que lo régimen, incluyendo las primarias de la oposición. Se habla de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y de candidatos independientes. Incluso, un destacado periodista y presentador venezolano afirma que todos los candidatos tienen que pasar por el tamiz de las primarias del 12 de febrero del 2012 y quedar un solo candidato al final, que iría por la presidencia. Sin embargo, desde el punto de vista legal, sólo es requisito recoger 200 mil firmas para registrarse en el Consejo Nacional Electoral y correr como candidato. Y por los pronunciamientos de algunos candidatos independientes, todo parece indicar que algunos no están dispuestos a someterse al escrutinio de una primaria de la oposición e irían por fuera, si llegan a recoger las 200 mil firmas necesarias. Sin embargo, el periodista venezolano Casto Ocando, opina que el candidato que corra por fuera de la Mesa de la Unidad, no tiene ninguna posibilidad de triunfo, pues sólo los partidos que la componen cuentan con la maquinaria política y la estructura logística a nivel nacional para imponerse en los comicios de octubre del 2012. Pero aquí la cuestión no es cómo podría ganar un candidato de la oposición, sino cómo no perdería la oposición frente al candidato oficialista Hugo Chávez. Una oposición que divida los votos, le sería casi imposible ganar las elecciones, por lo que además de las circunstancias descritas, se pudiera dar el caso que se nomine y financie un candidato infiltrado como un falso opositor, que haciendo uso de su derecho legal se presente como un candidato independiente. Si los candidatos de la oposición, agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática, son los de mayores posibilidades, desde ya deben comenzarse a proyectar para que la población se familiarice con aquel que mejor proyecto presente. No es el que más razón tenga en sus planteamientos, sino que con mayor emoción los defienda y trasmita a la población. En política, los votantes no responden a la razón, sino a la emoción, por lo que frente al discurso incendiario de Chávez hay que venir con un discurso temperamental, emotivo, movilizador, que enaltezca a las masas, de lo contrario el fracaso está asegurado. El discurso político tiene que estar bien enfocado, principalmente en los asuntos que el elector quiere oír. No necesariamente tiene que ser lo más razonable, pero si lo más correcto políticamente: clientelista y movilizador, fundamentalmente. Aunque no hay experiencia práctica de cómo actuar en un proceso electoral en un sistema de corte totalitario, si se conocen las prácticas mañosas y manipuladoras para engañar a las masas y su efectividad. A esas potencialidades psicológicas y estructurales que se establecen como sistema es la que hay que atacar. La estrategia no se puede confundir con las prácticas tradicionales que se realizan en las campañas para cambios de gobiernos, donde lo principal es descalificar al contrario. Estos régimen populistas, de culto a la personalidad y en esencia clientelista manejan muy bien los ataques personales y le revierten muy bien a su favor. El mejor antídoto sale del propio veneno y la peor cuña, la del mismo palo. El candidato que quiera enfrentar a Chávez con éxito, debe utilizar su misma base social y pedirle cuentas pública porque no cumplió su compromiso con los más desposeídos. Hay que invocar a una verdadera revolución social, y prometer que los servicios sociales serán aún superiores. El candidato tiene que mover las fibras sociales y llevar un mensaje creíble de sensibilidad para con los más desposeídos, teniendo en cuanta que estas fibras sociales se mantienen latentes por el discurso de Chávez, condición que de forma inteligente y sensible tiene que revertirse. El, o los candidatos deben manejar muy bien su discurso con respecto a la cooperación cubana. Una visión sobre la cubanización tiene la oposición política y otra, los beneficiarios de dichos programas, que son mayoría. En la confrontación política con Chávez, los proyectos sociales hay que defenderlos con vehemencia, incluso decir que se mantendrán aquellos como “Bario Adentro”, pero que ahora irán aún más adentro. Todos los proyectos deben estar bajo la consigna: “El petróleo para los venezolanos”, y hacer comparaciones de lo que se hubiera conseguido en esos lugares remotos y marginales con las ganancias provenientes del petróleo: hospitales, carreteras, viviendas, etc. pero que ahora si se van realizar con el nuevo programa de gobierno. Un poco que copiando el discurso de Ollanta Humala en este sentido. Los problemas más acuciantes como la seguridad ciudadana hay que enfocarlos con una propuesta de solución creíble. La propuesta puede comprometer los excesivos gastos militares, mientras se descuida la seguridad ciudadana, con apenas recursos para enfrentar la delincuencia directa y sus causas. Hay que cuantificar las víctimas y brindar cifras para elevar la sensibilidad sobre el tema. La defensa de la clase media y empresarial tiene que ser subliminal, con mensajes directos e indirectos, como el respeto al derecho de propiedad y la libre empresa, pero sin remarcar mucho sobre ella, porque esos votos están asegurados y un destaque sobre medido sobre sus bondades puede favorecer la predisposición psicológica sembrada por el oficialismo. Además los pobres son mayaría y muchos tienen su voto comprometido con el proyecto social de Chávez, en algo que hay trabajar cuesta arriba para cambiarlo. La intención, de buscar el poder presidencial en Venezuela, por la vía electoral ha sido muy cuestionada, pero no les queda de otra salida. Por la fuerza, ya le es imposible, ese momento ya pasó. Ahora muchos analistas dicen que la victoria está en llevar una mayaría a las urnas, que así se evita el fraude. Sin embargo, la llave del triunfo está – si realmente la votación es favorable a la oposición – en que cada colegio electoral tenga un representante del candidato opositor, con derecho legal a firmar el acta y supervisar todo lo que ocurre en el proceso de votación. O sea, que exista en manos de la oposición, los mecanismos legales y demostrativos, que pueda impugnar técnicamente los resultados. Además del discurso, la proyección y el carisma presidenciable del candidato, tienen que existir ciertas reglas en el proceso electoral. En México fue decisiva la presencia y firma de los representantes de cada partido en la contienda, ante la demanda de fraude por Andrés Manuel López Obrador, en las elecciones del 2006. En Venezuela hay una experiencia positiva de esta estrategia, cuando los venezolanos rechazaron el proyecto de reforma constitucional el 2 de diciembre del 2007. En esa ocasión se presionó a Chávez para que reconociera la victoria del “NO” de lo contrario se haría público el resultado de la votación, por el conteo de las actas, que se decía tenían en el poder los miembros de la oposición. Luego se supo que no había tal control de las actas, pero si funcionó la estrategia, por lo que ahora se recomienda que se haga de verdad, pues Chávez y el equipo de inteligencia que lo acompaña no van caer dos veces en la misma trampa. La enfermedad de Chávez, pudiera ser bien capitalizada por el candidato opositor si logra infundir inseguridad en los electores, preferiblemente en los chavistas. Incluso, en la medida que se complique su estado de salud, pudiera buscar cierto apoyo de los militares. Hay que insistir en la posibilidad de que sea inhabilitado a corto plazo para ejercer la presidencia, incluso, si es elegido nuevamente. Con su enfermedad hay que saber maniobrar, para que no se caiga en un falso sentimentalismo, como está sucediendo con la presidenta Argentina, Cristina Fernández de Kirchner y que inspire lastima. Lo que hay que lograr es que, si llega a inspirar lástima que no inspire respeto, que es lo fundamental. Un escenario que se debe estar manejando es que la salud de Chávez le permite llegar hasta las elecciones y ganarla, no importa si luego se complica o fallece. En todo caso el vicepresidente ocuparía su lugar, lo que asegura 6 años más de chavismo, lo que para la nomenclatura cubana es suficiente. Hay que tener presente que Chávez y la Venezuela actual son el epicentro de la izquierda mundial y de todos los que conforman el eje del mal, por lo que sostenerlos son su prioridad estratégica.
Uno de los tabúes que tiene que superar el candidato
opositor es el prejuicio histórico de que no somos el caso de los
demás. En este caso Venezuela no es Cuba y que los venezolanos no
son los cubanos. La inestabilidad política de Cuba a corto plazo,
por el ajuste de cuenta biológico, tiene que ponerlo en perspectiva
constantemente. Así como tomar como referente el colapso económico y
social de Cuba y buscar testimonios vivos de esta situación, pero
con ponentes frescos y principalmente de aquellos profesionales que
se han quedado en Venezuela. El destape de las acciones represivas de países como Livia y Siria, aliados incondicionales de Chávez se puede utilizar como ejemplo, de qué si eso es lo que se desea para Venezuela. La política exterior tiene que ser muy bien manejada desde la perspectiva de los discursos y compromisos. Aunque no decide el voto electoral, si ejerce presión desde el exterior y potencializa fondos para las jugadas sucias de la campaña. Hay que tener en cuenta el impacto de los programas del ALBA en la región y el clientelismo petrolero. El candidato debe asumir el riesgo público de cancelar todos los tratados armamentistas y de negociar la deuda por maquinarias y equipos para el desarrollo. Y poner énfasis en una zona y trato preferencial para el comercio y los comerciantes de la frontera con Colombia. A nivel de resumen la oposición tiene que ponerse las pilas, no caer en un exceso de triunfalismo y movilizar las capas sociales inferiores, que es donde está el mayor número de votos. Lograr una estructura de supervisión y control urna por urna y preparar bien a su candidato final, con un curso de entrenamiento presidencial, que incluya todos los elementos de comportamiento cívico, desde la oratoria hasta el porte y aspecto, para cada ocasión. Y concluimos, que la oposición tiene que tener un plan de contingencia, por si Hugo Chávez tiene un desenlace fatal antes de concluir el proceso electoral. Septiembre, 25 del 2011
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