Adolfo Rivero Caro Acaba de publicarse el último libro de Jorge A. Sanguinetty, ''Cuba: realidad y destino''. Como todo el mundo sabe, Sanguinetty es un economista de larga y distinguida carrera. Trabajó en Cuba en la Junta Central de Planificación antes de emigrar en 1967. En EEUU ha sido programador del National Bureau of Economic Research y profesor de economía en la Universidad de Yale antes de dirigir, para Naciones Unidas, un proyecto de investigación en diez países latinoamericanos sobre educación y desarrollo económico. Sintetizar su carrera consumiría mi breve columna, así que baste agregar que actualmente es presidente de DevTech Systems Inc., una firma consultora de asistencia técnica nacional e internacional en economía, educación y medio ambiente. Si me preguntaran cuál es la principal característica de este brillante economista tendría que señalar su capacidad como comunicador. Este excepcional profesor y conferencista es, al mismo tiempo, uno de nuestros mejores columnistas de opinión. Por otra parte, sé de lo populares que eran en Cuba sus programas para la Voz del Cid, aquella excelente emisora cuya inexplicable desaparición tanto regocijó a Fidel Castro. La lectura de su último libro sólo ha confirmado esta opinión mía. Está dirigido a una amplia audiencia cubana, tanto en la isla como en el exterior. Su objetivo es elevar el nivel de comprensión sobre los problemas de una transición democrática para ayudar a prepararse para la construcción de una nueva república. Estoy seguro de que, a estas horas, muchos miembros de la nomenklatura castrista ya lo han leído y probablemente discutido entre ellos. Y no me extrañaría que estuviera circulando entre la disidencia. Para todos es una lectura necesaria: pocos conocen mejor que Sanguinetty el sistema y el mundo que lo rodea. Uno de los grandes atractivos de Sanguinetty como comentarista es su incómoda propensión a discrepar de las opiniones establecidas. Un ejemplo, entre muchos, es su posición en relación con una futura constitución postcastrista. A modo de preámbulo, nos sugiere que ``antes de pensar en lo óptimo es más fácil tratar de evitar las alternativas peores que en materia de diseño de constituciones representan un verdadero peligro, como lo demuestra la amplia experiencia latinoamericana donde ha predominado (y persiste todavía) la ilusión de que la felicidad ciudadana puede garantizarse por medio de leyes y decretos... Estas tendencias han hecho que segmentos importantes de la ciudadanía... hayan desarrollado expectativas irrealistas sobre los poderes gubernamentales que más tarde o más temprano chocan con las realidades de cada economía...''. ¿Debemos los cubanos recurrir a la Constitución de 1900 a la hora de de una transición democrática? Sanguinetty critica duramente la Constitución de 1940 como tendiente a crear una economía de poca movilidad laboral y de poca capacidad generadora de empleo. En este sentido nos advierte que ''el fenómeno económico tiende a ser contraintuitivo... Probablemente, la paradoja más típica es que las economías donde hay mayor libertad de contratación y que en apariencia son en las que menos seguridad tiene el trabajador son precisamente aquéllas donde el trabajador goza de un nivel de vida que supera con creces a los de una economía donde imperan más restricciones en los mercados de trabajo''. Un ejemplo es Estados Unidos, donde constantemente se crean y desaparecen millones de puestos de trabajo. Yo estoy de acuerdo con las críticas de Sanguinetty, pero ¿tenemos condiciones políticas e intelectuales en Cuba para una discusión que siquiera se acerque al nivel que tuvo la Constituyente de 1940? Recuerdo que cuando el colapso del campo socialista, estaba prácticamente obsesionado con la rápida privatización de las empresas estatales. Pero Sanguinetty nos llama la atención: ``La transición es necesaria porque una economía de mercado no se construye simplemente levantando las múltiples restricciones de una de tipo socialista... Las libertades que caracterizan una economía de mercado son libertades organizadas que operan dentro de un estado de derecho y por lo tanto hay que construir el aparato institucional que no sólo las permite, sino que las garantiza y defiende''. ¿Qué recomendaciones le haría Sanguinetty a la disidencia cubana para prepararse para la transición? (A la presente y a la que está por venir, como siempre insiste Ricardo Bofill). Sanguinetty no lo dice. Yo, por mi parte, ciertamente que les recomendaría estudiar este libro.
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