Adolfo Rivero Caro Se ha dicho que la masacre perpetrada por Al Qaeda en Madrid ha sido otro 11 de septiembre. Lo ha sido como sangriento ejemplo de terrorismo. No lo ha sido en cuanto a sus resultados. Los efectos del 11 de septiembre llevaron al gobierno del presidente Bush a declarar una guerra mundial contra el terrorismo. Era natural que el golpe fundamental estuviera dirigido contra los sectores más agresivos del fundamentalismo islámico y la guerra se ha estado desarrollando en todos los frentes. En ella ha habido redadas económicas, grandes operaciones militares y misiones encubiertas. Pocos meses después del 11 de septiembre, Al Qaeda tenía que abandonar precipitadamente sus bases en Afganistán y este país dejaba de ser una trinchera mundial del fundamentalismo islámico. Después le tocó el turno a la dictadura de Saddam Hussein en Irak. Y ahora Osama bin Laden está corriendo por las montañas de Pakistán con tropas especiales americanas y paquistaníes pisándole los talones. Su muerte natural sólo es cuestión de tiempo, aunque de no mucho tiempo. Infortunadamente, los efectos del 11 de marzo en España han sido diametralmente opuestos. Confieso haber pensado que la masacre de Madrid iba a provocar en el pueblo español una profunda reevaluación del papel de Estados Unidos. Me parecía obvio razonar que Estados Unidos había estado en una guerra a muerte contra Al Qaeda desde el 11 de septiembre del 2001, y que el atroz ataque contra Madrid confirmaba lo justo de esa decisión. Pensé que tanto la popularidad de Estados Unidos como la voluntad de luchar contra Al Qaeda iban a aumentar espectacularmente. Por desgracia ha sido todo lo contrario. La mayoría de los españoles decidió que no quería ninguna guerra contra Al Qaeda ni nada por el estilo. Muy por el contrario, decidió que había sido un gran error del gobierno de Aznar alistarse junto a Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo. Que había sido esa decisión lo que había provocado el ataque de Al Qaeda. (Como si Al Qaeda no hubiera lanzado un ataque devastador contra Turquía, que se negó a participar en la guerra de Irak.) Que había que sacar del poder al gobierno que ha estado luchando frontalmente contra los asesinos de Al Qaeda, ¡los mismos que acababan de hacer la horrible masacre de Madrid! Y que había que poner en su lugar a un gobierno socialista que no había estado criticando a los terroristas islámicos, sino al gobierno de Estados Unidos, obedeciendo a sus viejos reflejos antiamericanos. Este nuevo gobierno piensa sacar inmediatamente a los tropas españolas de Irak, debilitando la lucha contra el terrorismo. Al Qaeda no podía esperar un triunfo mayor. En una declaraciones, Zapatero dijo: ``Vuestra guerra, nuestros muertos''. ¿Así que la lucha contra Al Qaeda es sólo de Estados Unidos? No es cierto pero, aun si lo fuera, es una afirmación de enorme miseria moral. En la Primera Guerra Mundial, EEUU hubiera podido decirle a Europa: ''Vuestra guerra, nuestros muertos'', pero no lo hizo. Y en la Segunda Guerra Mundial, también hubiera podido decirle a Europa: ''Vuestra guerra, nuestros muertos'' y tampoco lo hizo. O quizás Zapatero cree que España no tiene que ver con Europa. Que sólo tiene que ver con el Africa musulmana. Los terroristas islámicos tienen que saber que sus bombas ganaron las elecciones. Zapatero es el presidente de Al Qaeda. Por consiguiente, esta victoria va a inspirar a los fuerzas islamofascistas del mundo entero. Al Qaeda se sentirá fortalecida y lista para seguir matando. Y la guerra de los terroristas contra la civilización va a durar más, y va a costar muchas más vidas. Ese es el balance de las elecciones españolas. Me parece importante apuntar las razones profundas de esta asombrosa falta de valor cívico. Creo que se encuentran en el antiamericanismo español. Es un fenómeno de viejas raíces culturales. En el siglo XVI, España era el imperio más poderoso del mundo. Sin embargo, la Armada Invencible ya era derrotada en 1588 por la emergente potencia comercial de Inglaterra. A partir de entonces, Inglaterra fue haciendo perder terreno a España hasta desalojarla como la primera potencia del mundo. Es decir, que durante trescientos años, las elites españolas y, por supuesto, latinoamericanas, se educaron en el odio a Inglaterra. Y España perdió su última colonia en el nuevo mundo en una guerra contra Estados Unidos, un hijo rebelde de Inglaterra, formado en su idioma y en sus tradiciones. España y América Latina no podían dejar de traspasar a Estados Unidos ese resentimiento histórico. Y lo mismo que Inglaterra dejó a España enormemente rezagada, y resentida, Estados Unidos también dejó enormemente rezagada, y resentida, a la América hispana. Aesto habría que añadir que Estados Unidos liberó a la Europa sometida por el nazismo con la excepción de España, porque Franco había sido lo suficientemente astuto como para negarse a una alianza con la Alemania de Hitler. Como si fuera poco, durante la guerra fría había que priorizar la lucha contra la Unión Soviética y el comunismo. Franco ofreció España para la instalación de bases militares americanas. Los americanos, que habían aplastado al fascismo en Europa, ahora aparecían ante el pueblo español como aliados del viejo dictador fascista. El antiamericanismo es un fenómeno complejo. Algunos elementos son comunes a todos los países, producto del trabajo educativo de los comunistas durante muchas décadas. Otros, por el contrario, son específicos a la historia concreta de cada país. Estados Unidos será la única superpotencia del mundo, pero ha perdido la guerra cultural. Prácticamente todas las universidades occidentales están ideológicamente controladas por una izquierda que disfraza su anticapitalismo de antiamericanismo y de desprecio por la civilización occidental. Lenin habrá perdido, pero Gramsci está ganando. A la larga, esto no puede dejar de convertirse en trágicas realidades políticas. Ahí está España para demostrarlo, con su presidente de Al Qaeda.
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