Nace una estrella
Adolfo Rivero Caro
Las elecciones de este año en EEUU son realmente
históricas. El país enfrenta opciones que pueden definir su futuro
durante muchos años. A las horas de redactar estas líneas no he
podido escuchar el discurso de John McCain, pero la convención
republicana ha hecho surgir una nueva estrella en el firmamento
político de Estados Unidos: Sarah Palin, la gobernadora de Alaska.
Es muy probable que, por primera vez en la historia, el pueblo
americano elija a un brillante y combativo vicepresidente, que es
mujer. Ninguna selección pudiera haber sido mejor.
El brutal aumento del precio del petróleo en el mercado mundial, con
el aumento en el precio de la gasolina que eso significa, le ha
quitado vitalidad a nuestra economía. Ha mermado la capacidad
adquisitiva de los consumidores, ha empeorado el problema del
crédito, ha elevado la tasa de inflación, ha socavado las ganancias
corporativas y ha producido la primera baja del mercado en cinco
años. Ningún problema económico es más importante.
A los demócratas no les gusta hablar del precio de la gasolina. Los
obliga a confrontar el hecho de que, desde hace muchos años, han
impedido la producción nacional de petróleo y gas natural. Son ellos
los que han impedido que se busquen y exploten las inmensas reservas
naturales de petróleo, gas y carbón de nuestro país. No sólo eso.
Como asalariados del movimiento ecologista, también han impedido el
desarrollo de la producción de energía nuclear, un factor
absolutamente vital en Europa. Es curioso que nuestros socialistas
(''liberales'') quieran copiar todas las políticas europeas fallidas
--que allá ellos mismos están tratando de rectificar-- pero ignoren
las exitosas, como priorizar la energía nuclear.
Increíblemente, Estados Unidos es el único país desarrollado del
mundo que prohíbe perforar en busca de petróleo y gas en su
plataforma continental. Por no hablar del refugio ártico de la vida
silvestre (ANWR). Ahora bien, en el terreno de la energía, el factor
más importante en el futuro de Estados Unidos, ningún político
americano tiene más experiencia que Sarah Palin, la gobernadora de
Alaska. Se estima que hay casi 100,000 millones de barriles de
petróleo en el Artico, y casi una tercera parte está en Alaska. En
el ANWR hay 10,000 millones de barriles de petróleo. Por no hablar
de que en la plataforma continental externa hay unos 100,000
millones de barriles de petróleo y 400,000 billones de pies de gas
natural. Es obvio que explotar esas reservas llevaría tiempo, pero
también debería ser obvio que su simple anuncio haría bajar
rápidamente el precio del petróleo.
Como gobernadora de Alaska, Palin estableció la Oficina de
Integridad de los Sistemas Petroleros para proveer supervisión y
mantenimiento de los equipos de petróleo y gas. Es presidenta de la
Comisión Interestatal de Petróleo y Gas. En su primera sesión
legislativa, su gobierno aprobó dos leyes importantes: la reforma de
las leyes éticas del estado y un proceso competitivo para construir
un enorme gasoducto. Recientemente fue nombrada presidenta del
Comité de Recursos Naturales de la Asociación Nacional de
Gobernadores, encargada de promover legislación que garantice que
los intereses estatales sean considerados a la hora de formular
políticas federales sobre energía, protección ambiental y
administración de los recursos naturales.
Palin no sólo ha tenido que enfrentar la hostilidad de poderosos
intereses petroleros, sino la de sectores corrompidos del Partido
Republicano. Se ha impuesto a ambos, ganando fama de intrépida
reformista dentro de su propio partido. Son estas características de
integridad e independencia, tan parecidas a las suyas propias, las
que llamaron la atención de John McCain y las que decidieron que la
escogiera como su compañera de boleta. Que, al mismo tiempo, fuera
una mujer de sólidos principios y madre de cinco hijos, aunque
secundario ciertamente la confirmaba como una extraordinaria
organizadora. Una persona así está a la altura de cualquier tarea.
Tanto Sarah Palin como John McCain presentan un enorme contraste con
Barack Obama. Es natural que su postulación haya despertado gran
entusiasmo. Yo soy el primero en desear un presidente negro. Nos
ayudaría a liquidar viejos prejuicios en el exterior y le quitaría a
la izquierda el argumento de que Estados Unidos es un país racista.
Ahora bien, esto requeriría, en primer lugar, un hombre que tuviera
méritos para ser presidente de Estados Unidos. Pero, ¿dónde están
los méritos de Barack Obama?
Se graduó de abogado en una universidad prestigiosa, estuvo algunos
años haciendo trabajo comunitario, siete años como senador estatal,
tres y medio como senador federal. Eso es todo. No tiene ninguna
experiencia ejecutiva. No tiene ningún trabajo intelectual
significativo. En realidad, sólo ha escrito sobre sí mismo. Nunca ha
colaborado con los republicanos para tratar de conseguir alguna
legislación importante. No tiene, por consiguiente, ninguna obra
legislativa. Por favor, ¿de dónde saca este hombre ser un
``unificador''?
En realidad, a los liberales no les importa que sea negro. Negros
son Clarence Thomas y Condoleezza Rice y siempre los han detestado.
Lo que les fascina es que sea de extrema izquierda, un antiamericano
siempre listo para criticar a su país y siempre renuente a criticar
a los terroristas islámicos aunque ahora, por oportunismo, esté
tratando de ocultarlo. Pero no quiero criticar a Obama, ya habrá
tiempo para hacerlo.
Septiembre,
2008 |
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