Adolfo Rivero Caro Los viejos conceptos no se resignan a una muerte apacible. Como Fidel Castro desde su silla de ruedas, todavía tienen poder y creen que su agonía es un malestar pasajero. La realidad es que el mundo ha dejado de desplazarse a la izquierda. Lo estamos viendo en Estados Unidos. La experiencia histórica indica que las tendencias que se imponen en la sociedad americana se convierten en hegemónicas en el resto del mundo. Nada más natural puesto que es la sociedad más avanzada del planeta. El colapso mundial del comunismo sólo ha sido la primera manifestación de la crisis mundial del socialismo. Pero las viejas ideas seguirán luchando por sobre-vivir. Un ejemplo es la actitud ante la muerte de Yasser Arafat. Este aventurero, empapado en sangre de la cabeza a los pies, es premio Nobel de la paz. Aunque Arafat se ha jactado siempre de ser un líder terrorista y ha hablado ante Naciones Unidas con un revólver en la cintura, socialistas europeos y liberales americanos lo saludan hoy como el héroe de un movimiento de liberación nacional. Nada más aberrante. En los años posteriores a la división de Palestina entre Israel, Jordania y Egipto, nadie había pensando en hablar por los palestinos o en patrocinar a un pueblo disperso, que vivía, en gran parte, como refugiados de la caridad de Naciones Unidas. Nasser fue el primero en percibir esta omisión y entró a patrocinar a los palestinos en 1964. Tenía presente el ejemplo del FLN, que acababa de llegar al poder en Argelia. Al lanzar la Organización por la Liberación de Palestina, Nasser esperaba que el odio contra Israel movilizaría el apoyo de otros poderes árabes a su favor. Para dirigir la OLP, Nasser eligió a Ahmad Shuqairi, hijo de un notable de Acre que había estado en el parlamento otomano. En mayo de 1964, hubo una conferencia de fundación de la OLP en el este de Jerusalén y allí se estableció el cuartel general. Nasser y Shuqairi declararon que Israel era imperialista y racista y que debía ser destruida y reemplazada por ''un estado democrático secular'' de Palestina. Los baasistas de Siria acababan de tomar el poder en Damasco y no iban a permitir que Nasser se les fuera por delante. Para fines de 1964 ya habían reclutado su propia OLP bajo Yaser Arafat, un joven aventurero nacido en El Cairo, hijo de un próspero comerciante. Para 1965, pequeños grupos de palestinos de Egipto o Siria se estaban infiltrando en Israel para poner bombas. Había pocas bajas o daños a la propiedad. Los equipos de la OLP decidieron operar desde territorio de Jordania implicando así al rey Hussein. La presencia de Shuqairi en Jordania, a instancia de Nasser, influyó en la fatal decisión de Hussein de enfrentar a Israel en los primeros días de la guerra, desatando la dialéctica que le hizo perder la Margen Occidental y lo comprometió con la OLP. Tras el desastre de la guerra de 1967, Nasser, los baasistas de Siria y el rey Hussein se habían hundido. Tomaron como chivo expiatorio a Shuqairi, que fue despedido, y Yaser Arafat lo reemplazó con el apoyo de Egipto y Siria. En una serie de reuniones, Arabia Saudita, Kuwait, los Emiratos Arabes y Libia se comprometieron a subsidiar a la OLP. Todos los estados árabes cuya constitución especifica que el islam es la religión oficial, se comprometieron a una Palestina ``secular y democrática''. Desde entonces, Arafat ha estado luchando no por una nación palestina, sino por la destrucción de Israel. Arafat rechazó las proposiciones de Ehmud Barak, apasionadamente patrocinadas por Bill Clinton, no porque ''no pudiera concebir la paz'', sino porque no podía aceptar la existencia de Israel. Los europeos parecen abrazar la causa palestina cuando, en realidad, sólo son fieles a su viejo antisemitismo, encubierto ahora bajo un supuesto nacionalismo palestino, y a su avidez por los petrodólares. Sólo EEUU se ha mantenido fiel al estado de Israel y dispuesto a crear un estado nacional palestino. Para lograrlo, lo único que hace falta es que los palestinos reconozcan la existencia de Israel y estén dispuestos a vivir en paz. En este sentido, la muerte de Yasser Arafat pudiera ser una gran ayuda. 19 de noviembre, 2004
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