Adolfo Rivero Caro El extraordinario discurso del presidente Bush sobre el Estado de la Unión no sólo fue ambicioso, sino francamente revolucionario. Estuvo saturado del espíritu de los Padres Fundadores de esta nación: de un culto de la libertad individual anclado en los principios de la moral judeocristiana. Más de la mitad del discurso del Presidente estuvo dedicada a los retos internos que presenta la sociedad americana. Aunque los problemas son muy diversos, las soluciones que propuso el Presidente están orientadas por un solo principio: las soluciones deben enfatizar la responsabilidad individual. Y ésta es una profunda diferencia conceptual. Porque para los socialistas (los que en EEUU se llaman ``liberales''), lo mejor es depender del Estado lo más posible. Esto se deriva, por supuesto, de sus viejas raíces anticapitalistas, de su profunda desconfianza en la libre empresa y el libre mercado. Sin embargo, por importante que haya sido la parte estrictamente nacional del discurso, creo que más importante todavía ha sido su mensaje internacional. En primer lugar, el Presidente ha reafirmado su voluntad de defender la libertad en todas partes. En este sentido, ha reafirmado la justeza de su política iraquí. Al liberar al pueblo de un antiguo estado terrorista, éste ha podido manifestar su decidido apoyo a la causa de la democracia. Los sacrificios de los iraquíes y de nuestros soldados han abierto una nueva perspectiva para toda la región. Lamentablemente, durante esta lucha difícil, prolongada y sangrienta los demócratas han estado planteando que los ataques terroristas representaban una reacción nacionalista y popular contra la ocupación americana. Esa malévola deformación de la realidad --que nuestros soldados representan algún tipo de imperialismo y que los terroristas era algún tipo de movimiento de liberación nacional-- fue solemnemente enterrada con las elecciones iraquíes del domingo 30 de enero. El hecho de que la abrumadora mayoría del pueblo iraquí fuera a votar pese a las amenazas de muerte y arriesgando sus vidas, ha demostrado, de una vez por todas, que los terroristas son un grupo antinacional, desesperado y marginal. Eso significa, por consiguiente, que más tarde o más temprano están condenados al exterminio. ¿Que matan? ¿Que son difíciles de aniquilar? Claro que sí. Es el precio que hay que pagar por una gran causa. Y en esto también se equivocan los ''liberales'' americanos. En la vida hay algo más que la gratificación instantánea. Una sociedad libre y rica tiende al hedonismo, tiende a perder su idealismo y su anclaje moral. La vida pierde sentido y se hace vacía. Es por esto que cuando el presidente Bush convoca al sacrificio en aras de la lucha por la libertad, este llamamiento encuentra un profundo eco entre nuestros jóvenes. Los demócratas los quieren ver asustados. El Presidente los quiere ver heroicos. Creo que ellos prefieren verse a sí mismos como los ve el Presidente. Por primera vez en su historia, 22 países árabes estuvieron viendo por TV a un pueblo hermano eligiendo libremente a sus representantes. Es cierto que Estados Unidos fue un aliado de esos regímenes atrasados y reaccionarios. También lo fue en América Latina. Es esto lo que explica gran parte del antiamericanismo que impera en el mundo. Ahora bien, Estados Unidos hizo estas alianzas desagradables en aras de un objetivo mayor: la lucha contra la Unión Soviética y su vasto imperio del mal. ¿Estuvo justificada esa alianza? Pregúntenles a los pueblos que se liberaron con el colapso de la Unión Soviética y el campo socialista. Ahora bien, estas alianzas con los regímenes reaccionarios de la región se han mantenido tras el fin de la guerra fría por la tendencia a acomodarse al status quo, ese gran problema estratégico del Departamento de Estado. En este sentido, el discurso del Presidente representa un extraordinario viraje conceptual. Bush le dijo claramente a los pueblos de la región: ``... seguiremos trabajando con nuestros amigos en la región... mientras alentamos un mayor nivel de libertad. Esperanzadoras reformas ya están produciéndose en un arco que va desde Marruecos hasta Jordania y Bahrain. El gobierno de Arabia Saudí puede demostrar su liderazgo en la región ampliando el papel de su pueblo en determinar su futuro. Y Egipto, esa gran nación que mostró el camino hacia la paz en el Medio Oriente, puede mostrar ahora el camino hacia la democracia en el Medio Oriente''. Sí, hemos conseguido grandes triunfos por la libertad y, como dijo el Presidente, en los próximos años pensamos añadir algunos más. Febrero 4, 2005
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