En defensa del neoliberalismo |
La internacional del terrorAdolfo Rivero
El objetivo del Foro de Sao Paulo fue impedir la dispersión y disolución
práctica de las fuerzas anticapitalistas, tradicionalmente agrupadas en
torno al movimiento comunista internacional, y obviamente desmoralizadas
por el inesperado final de ``la crisis general del capitalismo''. Sin
duda, ha tenido éxito. En el orden práctico, tienen prácticamente
sojuzgada a Colombia. Han conseguido un poderoso aliado en la Venezuela
de Chávez. Y trabajan incansablemente en la extensión y consolidación
de vastas redes políticas, económicas y culturales. En enero del año
pasado, en la ciudad de Porto Alegre, al sur de Brasil, tuvo lugar el
llamado Foro Social Mundial donde participaron delegados de 122 países,
incluyendo a todos los terroristas islámicos. Tras la sesión de
apertura, los participantes hicieron una alegre manifestación por el
centro de la ciudad agitando banderas con la hoz y el martillo y
enarbolando retratos de Lenin.
Durante la reunión de Porto Alegre se efectuó el 1er. Foro
Parlamentario Mundial, con la asistencia de 400 legisladores
izquierdistas de casi 30 países. Allí anunciaron la formación de una
``red internacional'' para garantizar que las propuestas emanadas del
FSM tuvieran ``una verdadera traducción legislativa''. Legislación
cuyo objetivo, por supuesto, nunca es estimular la creación de riqueza,
sino obstaculizarla. Se distribuyen beneficios entre los trabajadores
que elevan los costos de la empresa privada, disminuyen su capacidad de
contratación y aumentan el desempleo. El resultado es el estancamiento
económico. El fundamento ideológico de estos disparates es la teoría
marxista de la lucha de clases, la tesis de que los intereses de los
empleadores y los empleados son contradictorios y que ayudar a los
empresarios, a los ``ricos'', es inmoral. Esto no es teórico. Es lo que
dicen los dirigentes demócratas del Congreso de Estados Unidos. Nadie
reconoce que éstas son ideas marxistas e históricamente fracasadas
porque se han incorporado a la cultura popular.
Y porque muchos intelectuales las reproducen constantemente
hipnotizados por el señuelo marxista del ``imperialismo'' y ``el
capitalismo explotador''.
Estados Unidos está atravesando una recesión económica y sus
efectos se están sintiendo en todo el mundo. Por consiguiente, el
centro del foro de La Habana va a estar en la crítica de la economía
y, específicamente, en combatir el Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), elemento fundamental para que América Latina salga de la
pobreza y el subdesarrollo (y los revolucionarios profesionales se
queden desempleados). Todas estas reuniones son variantes de una
internacional anticapitalista que tiene complejas redes de apoyo en el
mundo entero. Sus objetivos no han cambiado: son la destrucción del
sistema capitalista, con su sociedad de libre mercado y su democracia
política. En ese objetivo coinciden marxistas occidentales y
fundamentalistas islámicos. En Occidente, sin embargo, ya no se habla
de nacionalización de empresas y planificación estatal. Ahora se lucha
por el fraccionamiento del estado nacional, bajo el pretexto de lucha
por los derechos de los indígenas y de otros grupos minoritarios. O por
el feminismo y el ecologismo radicales. Es curioso cómo muchos
intelectuales, influidos por la academia norteamericana, no se dan
cuenta de que éstas son las nuevas causas de los tontos útiles. O, al
menos, de que son ideas que pudieran tener una discutible validez en los
países desarrollados, pero que resultan un lastre mortal para los que
todavía están luchando por el desarrollo.
La guerra mundial contra el terrorismo ha puesto en remojo las barbas
de Castro y de sus amigos. Así que probablemente decidan recordar que
los comunistas nunca fueron simpatizantes del terrorismo. El mismo Lenin
lo criticó calificándolo de ``blanquismo'' (por Augusto Blanqui,
un revolucionario francés del siglo XIX). Olvidarán decir que la
objeción es esencialmente pragmática: el terrorismo provoca el repudio
de las masas y estimula la represión contra los revolucionarios.
(Exactamente lo que ha sucedido tras el 11 de septiembre.) Una vez en el
poder, el mismo Lenin recurrió a un terror implacable y nunca se
molestó en ocultarlo (el libro a leer es The Unknown Lenin de
Richard Pipes). El repudio del estado de derecho, alegando que se
encuentra al servicio de intereses malignos, y de la moral, a nombre del
relativismo histórico, constituyen la justificación intelectual del
terrorismo. Son también las ideas de Fidel Castro y del Foro de Sao
Paulo, esa moderna internacional del terror cuyos días pudieran estar
contados.
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