En defensa del neoliberalismo |
Guerra en Estados UnidosAdolfo Rivero Caro Al discutir sobre el caso de Elián González, siempre he insistido en la enorme importancia de las lecciones que nos dejó. ¿Quién hablaba en nuestra comunidad cubanoamericana, antes de Elián, de ``la prensa liberal''? ¿Cuántas veces no oímos repetir el cliché, antes de Elián, de que ``no había nada más parecido a un republicano que un demócrata?''. El caso de Elián cambió todo eso. La mayoría de los cubanoamericanos vio, con horrorizada sorpresa, con qué odio arremetía contra nosotros la mayor parte de los medios de comunicación de Estados Unidos. Y descubrió también, con no menos sorpresa, con qué pasión nos defendía la minoría conservadora de esos mismos medios. Minoría donde se hallaban, afortunadamente, los más populares comentaristas radiales, como Rush Limbaugh, los mejores animadores de televisión como Bill O'Reilly (del Fox News Channel), los más brillantes columnistas como George Will, Charles Krauthammer, Irving Kristol, Norman Podhoretz, Thomas Sowell, John Leo, Mona Charen, Walter Williams, Linda Bowles, David Horowitz y muchos otros, así como unos pocos grandes periódicos como The Wall Street Journal y The Washington Times. Nuestra comunidad comenzó a comprender, a través de su propia experiencia, la enorme división que existía en este país. Esta grave crisis postelectoral, producto de esa división, coge a millones de personas completamente desprevenidas. A nosotros, no. No sólo habíamos visto la película sino que habíamos sido protagonistas. Cuando el gobierno Clinton-Gore le entregó a Elián a Fidel Castro, nuestra comunidad no provocó ningún disturbio. Pero, ¡qué manera de pasar la cuenta! Los golpeamos donde más les dolía. Sacándolos del poder. En el último número de la revista Newsweek (Gore's Last Stand), aparece un artículo titulado Cubans at the Wheel donde se reconoce que el voto cubanoamericano resultó decisivo para la elección de George W. Bush. ¡Cómo le debe de haber dolido a Fidel Castro la derrota de Gore! Es, que nadie lo dude, un gran momento para nuestra comunidad. Pero, quizás más importante todavía es que, al ayudarnos a comprender la división del país, el caso de Elián nos ha ayudado a comprender lo que muchos han llamado ``la guerra cultural en Estados Unidos''. Ahora comprobamos que, en efecto, en el país se está librando una verdadera guerra. Es una guerra entre los socialistas (``liberales'') que quieren cambiar radicalmente a Estados Unidos (y que ya lo han conseguido en gran medida) y los ``conservadores'', que quieren preservar los valores que han hecho grande este país. En esta guerra, los socialistas (``liberales'') ya no levantan sus viejas banderas económicas de nacionalizaciones, planificación y proteccionismo (aunque éstas sigan jugando un papel menor), sino las nuevas banderas culturales del relativismo moral, el multiculturalismo (que no es más que un ataque contra la civilización occidental), el feminismo estridente, el ecologismo radical y el activismo judicial, entre otras. Ya no se trata de tomar el poder político para hacer la revolución, como quería Lenin, sino de lograr el control ideológico de la sociedad, como quería Gramsci. El objetivo, sin embargo, sigue siendo el mismo: destruir la sociedad capitalista. Lo que ha cambiado es la forma. Ahora se pretende conseguirlo destruyendo el sistema de valores que la ha hecho posible: sustituyendo el individualismo por el colectivismo, y la libre competencia y las diferencias que produce por un igualitarismo impuesto desde arriba. No, los ``liberales'' no son comunistas. Acusarlos de tales sólo les facilta ridiculizarnos. Pero lo que es indiscutible es que están profundamente influidos por sus ideas. Y que las están imponiendo gracias a su control de los centros de enseñanza. Es de esas universidades dominadas por profesores ``progresistas'' de donde salen todos esos periodistas tan uniformemente ``liberales'' que parecen clonados. Y de donde salen todos esos abogados, fiscales y jueces dispuestos a retorcer la ley para conseguir lo que consideran políticamente útil. Me parece, sin embargo, que la arrogancia de los
``liberales'' los ha llevado a descubrir su juego. Error fatal. La política
que les ha conseguido tantos triunfos ha sido la de ir cambiando la
mentalidad de la juventud insensiblemente, aprovechando su control de la
cultura. Tomar conciencia de este fenómeno nos ayudará a rechazar esa
dieta de lugares comunes ``progresistas'' que nos quieren hacer tragar.
O lo hacemos o nos dejamos adoctrinar por la prensa liberal. No hay
alternativas. Estamos en una guerra cultural. Ojalá que nunca pase de
ahí. |